Un callejón sin salida

Se recrudece la guerra en Siria, con la ofensiva turca a medio camino entre la limpieza étnica y una división en cantones del país concordada en las cancillerías. El horror y la emoción no deben hacer sombra a la reflexión. Las meras lamentaciones por el pueblo kurdo «traicionado» por América o Europa es un contrasentido, que pone al descubierto el pretexto nacional empuñado en un juego de potencia. ¿Por qué iba el imperialismo americano, el europeo, el ruso o el chino o actores regionales como Turquía, Irán, Siria e lrak, que los kurdos de vez en cuando se han repartido, han utilizado y masacrado a hacer suya la causa kurda, si no es por cambiantes cálculos de potencia y de intereses? 
Es vital mantener la brújula del principio de clase. Donde hay capitales, mercancías, petróleo, hay una burguesía y hay un proletariado: hay una burguesía turca, árabe, kurda, iraní e israelí, al igual que hay un proletariado turco, árabe, kurdo, iraní e israelí. Los asalariados en Oriente Medio, incluida Turquía, han aumentado en cuarenta años de 30 a más de 110 millones. Una auténtica potencia. Es el capital lo que ha creado su misma contradicción; pese a crisis y conflictos mortíferos, un ciclo de desarrollo abrumador ha aglomerado a nuevos proletarios en las afueras de Estambul, Ankara, Teherán, 
"" Bagdad, Basora, Kirkuk, Beirut, Doha, Riad, Tel Aviv y otras tatantas ciudades. Su unidad de clase en la estrategia revolucionaria echaría a perder todos los juegos de las centrales imperialistas y de las burguesías locales, y acabaría con toda opresión. Es más: en muchos aspectos la orilla sur del Medite­rráneo sigue siendo una periferia de Europa; entre los 200 millones de asalariados del Viejo Continente hay decenas de millones que tienen raíces en Oriente Medio, Norte de Africa o en Turquía. Defender la unidad de clase y el principio internacionalista significa combatir también aquí, en Milán, París, Madrid, Londres o Berlín, todas las ideologías y todos los fanatismos que quieren dividir a los proletarios según su pertenencia nacional o con­fesión religiosa. Reivindicar el principio de clase para el joven proletariado de Oriente Medio significa declarar ese principio para el obrero europeo, y para los proletarios de todo el mundo. El internacionalismo es el único camino, el nacionalismo es un callejón sin salida.