Batalla por las vacunas

Batalla por las vacunas
¡ Para cuando será segura !

Según The Lancet, el número de vacunas candidatas contra el Covid 19 ha ascendido a casi 200. La lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS­WHO), actualizada al 13 de agosto, cuenta 167 en total, 29 de los cuales están en evaluación clínica y 138 preclínica. En el desarrollo de las vacunas en los trial clínicos participan, solos o en colaboración, empresas y centros de investigación de 15 países. China está implicada en 11 proyectos, al igual que Estados Unidos; Gran Bretaña participa en tres, Alemania en dos y Francia en uno (Draft landscape of Covid 19 candidace vaccines, 13 de agosto). A dicha lista se ha añadido recientemente la sociedad biotecnológica italiana Reithera, que ha recibido de la Agencia Italiana del Fármaco (AIF A) la autorización para iniciar los trial clínicos de fase 1 sobre 90 voluntarios, en el Istituto Lazzaro SpalJanzani y el Centro Ricerche Cliniche Verana. En abril, Reithera constituyó un consorcio con la alemana Leukocare y la belga Univercelles para acelerar el proceso productivo.
Para llegar al público, una vacuna debe seguir un recorrido largo y difícil. Se ha calculado que, entre 1998 y 2009, el tiempo empleado de media por una vacuna para pasar de la fase preclínica a la distribución ha sido de 10, 7 años (Plos One, Risk in vaccine research and development auantified, 2013). La vacuna candidata, una vez salida del laboratorio, debe someterse a una serie de controles de seguridad y eficacia, preclínicos sobre animales y clínicos sobre el hombre: de fase 1 sobre un pequeño número de voluntarios, de fase 2 sobre decenas o centenares de sujetos y de fase 3 sobre decenas de miles de personas, de diferente edad, etnia y condiciones clínicas. Así pues, los trial de fase 3 son fundamentales para comprobar sobre grandes números la capacidad efectiva de inducir una respuesta inmunitaria, su intensidad y duración en el tiempo, y la ausencia de efectos colaterales que, aunque no frecuentes, podrían causar reacciones adversas en decenas de miles de personas, siendo suministrados a centenares de millones de sujetos. De la lista de la OMS tan solo siete resultan estar en la fase 3. Si los resultados son positivos, los organismos reguladores (FDA en Estados Unidos, EMA en Europa) podrán autorizar la distribución al público, un procedimiento que normalmente necesita de algunos meses de comprobaciones rigurosas.
Los tiempos son difícilmente comprimibles salvo a costa de la seguridad. Se busca una aceleración. En la carrera a contrarreloj, científicos, empresas y Estados están envueltos en un partido global que ve en juego prestigio, cuotas de mercado y búsqueda de "primados" nacionales. 

Dólar y desorden global

A finales de julio, trazando un balance provisional de la pandemia en Estados Unidos, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, señala: «Hemos pasado de los niveles más bajos de desempleo en cincuenta años a los niveles más altos de desempleo en noventa años, y esto en el espacio de dos meses». 
La observación remarca la magnitud, la rapidez y la violencia del inédito terremoto pandémico más que los porcentajes de producto perdido, que siguen siendo impresionantes. En el segundo trimestre del año, el PIB se contrajo con respecto al mismo trimestre del año pasado en un 9,5% en Estados Unidos, un 10 en Japón, un 15 en la Eurozona, un 21,7 en Gran Bretaña. Solo China volvió a crecer con un 3,2%. 

La recesión estadounidense

Powell desglosa el dato de la rece­sión, «probablemente la más grande ja­más registrada»: el gasto de las familias se ha recuperado cerca de la mitad de la caída inicial; el mercado laboral, que había perdido 22 millones de puestos de trabajo, recupera un tercio; en cambio, «los indicadores de inversión Ma de las empresas deben aún mostrar una recuperación». Los paquetes de estímulo iniciales de más de 3 billones han impulsado la recuperación. Pero, confiesa Powell, «no habíamos prestado tanto como pensábamos»: por una parte, los mercados crediticios, después de la parálisis inicial, han reanudado su función; por otra, muchas empresas no serían capaces de reembolsar los préstamos del gobierno y necesitan subvenciones. 
Expirados en julio los subsidios de desempleo, el Congreso no ha sido capaz de encontrar un compromiso para prolongarlos. Donald Trump sorteó el bloqueo decidiendo la distribución temporal de subsidios reducidos, a pesar de no tener los poderes. 16 millones de desempleados son rehenes del bipartidismo en la carrera presidencial. La bolsa no se ha estancado: el índice de los 500 mayores grupos se recuperó de la crisis de marzo y ha alcanzado nuevos récords. Wall Street está seguro de que la FED y el gobierno lo apoyan, y sus gigantes inflan sus precios comprando sus propias acciones. 
El dualismo entre la Bolsa y la econo­mía real es un proceso secular y una de las caras del desarrollo desigual. Powell ve en «la desigualdad un problema creciente en nuestra economía durante cuatro décadas». El reflector de la FEO cae sobre cuatro décadas liberales, mientras se inicia lo que el Economist llama una «nueva era» de intervencionismo estatal, activo en la asignación de capital, nutrido por asombrosas dosis de deuda y dinero, que pueden volverse «instrumentos srandard durante décadas» 
La apuesta es que la desinflación -y con ella los tipos de interés bajos persista durante años; hipótesis que presupone la restauración de mercados abiertos y el aumento de la productividad con altos niveles de desempleo. 

¡ Hay dinero para los de Siempre !

Comienza la era del free money, el dinero gratias, escribe The Economist. A largo plazo es dudoso: de una manera u otra las cuentas tendrán que ser pagadas, quizás con el gigantesco aumento de la inflación: The Economist es la biblia del capital internacional y es escandaloso la manera en que exhibe sin pudor el viraje del nuevo delo, abierto con la crisis de la pandemia secular. Al comienzo diferentes dirigentes europeos casi no lo creían y después, en cambio, ha caído una verdadera lluvia de dinero. Roma y Madrid no han tenido que quejarse mucho para llevarse unabuena parte de la financiación europea y París ha obtenido 40 mil millones de euros en subvenciones del Recovery Fund que se destinarán a financiar el plan de recuperación del gobiernofrancés de 100 mil millones de euros en dos años. 
Su política a penas era capaz de gestionar la administración ordinaria y de manera imprevista, y de qué manera, es transportada a otro universo, a capear una crisis secular y a gestionar fondos de una entidad colosal. Un nuevo Plan Marshall, se dice, otro New Deal. 
Por lo tanto hay dinero, porque es el río de dinero que la UE orienta para coordinar las medidas necesarias para la recuperación económica. No obstante, continúa la actitud de la burguesía que quiere hacer pagar la cuenta a los asalariados. Y no una vez sino dos veces: por la crisis, y por la incapacidad de los grandes centros del capital para contener la plétora pequeñoburguesa y un parasitismo voraz y desbordante. Más aún, la clase dominante parece haber aprendido de 2008, y quiere anular una nueva insurgencia del populismo propietario: de aquí surge un rasgo casi surrealista de la gestión de la crisis, que mientras cuenta los positivos de virus, rodea de atenciones y subvenciones a los hoteles, restaurantes, tiendas turísticas y bed and break ast. 
Más que nunca, entre los trabajadores divididos y fragmentados por la crisis, la brújula de la defensa de clase sigue siendo indispensable. Más que nunca, a su política hay que contraponer nuestra política comunista.
Las prospectivas de la ocupación, en el mundo y en Italia, aunque sujetas a muchas variables, no parecen muy ha lagüeñas. La OCDE estima para 2020 una desocupación de un 9,4% en el conjunto de los países avanzados, un 12,4 en Italia y un 12,3 en Francia. 
El dato cierto es que incluso en la denominada fase 3 permanecen las divisiones entre los trabajadores y, en ciertos aspectos, se acentúan. 

Las estratificaciones de clase son golpeadas de manera diferente 

Durante el lockdown hemos oído elo­giar a los trabajadores "esenciales", sin. los cuales todo se habría parado y que, por lo tanto, se han visto obligados a trabajar incluso sin las protecciones adecuadas. Ahora, escribe el Financial Times del 7 de ju­io, estos trabajadores que ya «están entre los menos pagados», es difícil que tengan un aumento: «el destino de los trabajadores con salarios bajos será la cuestión política y económica fundamental». 
A ellos se les ha unido quien ha retomado el trabajo después del parón forzado. Ahora, en Italia, más de 10 millones tienen frente así una cita con la negociación colectiva. Confindustria, en palabras de su presidente Carla Bonomi, avisa: los aumentos contractuales van unidos a la productividad y «deberían darse a nivel de empresa» (Corriere della Sera, 28 de julio). Clarísimo: las peticiones ya presentadas, por ejemplo de los metalúrgicos (incrementos salariales de un 8% ), no son de recibo. 
Además está quien ha perdido el trabajo o, también, quien no lo tenía, y durante estos meses ni siquiera ha podido buscarlo. Hay trabajadores con contratos parciales y el vasto grupo de trabajadores precarios, comenzando por el turismo y los servicios, pero también de la industria y la construcción. A menudo se trata de trabajadores inmigrantes, "en negro" y por lo tanto sin redes de protección.