No habrá paz verdadera sin revolución 

"Paz inmediata" fue la consigna de la Revolución en Rusia, hace 105 años, en noviembre de 1917. Con el asalto al Palacio de Invierno, los bolcheviques fueron tos únicos que acabaron realmente con la masacre de la Primera Guerra Mundial, incluso si sólo fue en el frente oriental. En el frente occidental, la huelga militar que acompañó la derrota de Caporetto o los motines en las trincheras del Somme fue aplastada por los petotones de fusilamiento. Faltó un partido revolucionario que pudiera dar una organización y una estrategia al rechazo espontáneo y desesperado a la guerra que venía de aquellos obreros y campesinos con uniforme. Venció la ferocidad ciega de los juicios sumarios y el exterminio. Sólo los bolcheviques en Rusia, sólo Lenin, lograron la audaz tarea de transformar la guerra en revolución: la paz era conquistada con las armas, volviéndolas contra la burguesía y las dinastías que habían provocado la guerra.

 Esta lección histórica en gran medida se ha perdido: hoy, cuando la guerra vuelve a estallar en Europa, ésta debe redescubrirse, estudiarse, restaurarse en la batalla internacionalista. Con la guerra se experimenta con las ideologías para los nuevos tiempos de hierro de la contienda. El intervencionismo europeísta, que en nombre del nacionalismo ucraniano apoya al imperialismo europeo y se suma al estadounidense. El intervencionismo filoruso, rememorando viejas obediencias al imperialismo moscovita. Un extraño pacifismo armado que se convierte en europeísmo imperialista, partidario del ejército europeo y del rearme del Viejo Continente: ha encontrado incluso como compañero de camino en el Vaticano al presidente francés Emmanuel Macron, que tiene el dedo en el botón de la bomba atómica. De todas las ideologías, la más falsa es la que pretende presentar a la Unión Europea como fuerza de paz, porque surgió de las cenizas de dos guerras mundiales. Mientras los capitales y tos imperialismos choquen, nos enseña Lenin, la paz será sólo el interludio entre una guerra y otra. Hoy, de hecho, en la guerra Europa hace un doble juego. Por un lado, se rearma y participa en la guerra por procuración de la Alianza Atlántica, contemplando el reparto de Ucrania con la adhesión de Kiev a la U.E. Por el otro, tantea el terreno del diálogo con Moscú para una tregua, para ganar un margen de autonomía de los Estados Unidos. 

No hay otro camino: fa unidad revolucionaria del proletariado ucraniano, ruso, europeo, estadounidense, chino, de todo el mundo. 

Ninguna paz verdadera es posible bajo el dominio del capital

Círculos Internacionalistas de Zaragoza


Rompecabezas de la globalización

Los falsos comienzos de la cooperación internacional

La guerra en Ucrania continua sem­brando muerte, destrucción y atrocidades, mientras la guerra económica conducida con sanciones y represalias extiende el ra­dio de acción a través de los millones de refugiados, los cortes de las cadenas de suministro y el encarecimiento de la ener­gía, con la inflación que desde la energía se reverbera a larga escala a toda mercancía y servicio de primera necesidad. Se añade la amenaza de una crisis alimenticia que P,rivaría el mediterráneo, Oriente Medio y Africa de al menos 20 millones de tone­ladas de grano ucraniano bloqueado en el Mar Negro, aumentando el número de los condenados de la tierra, los 700 millones de personas que según el Banco Mundial viven en extrema pobreza y que siempre están hambrientos. 23 países, entre los cuales están la India, Egipto e Indonesia, se protegen prohibiendo la exportación de cereales. Un estudio del Bruegel estima que bloqueos y prohibiciones mantienen aprisionados un sexto de las calorías movilizadas por el comercio mundial. 
No está claro en qué medida todo esto está comprendido en los cálculos de los meteorólogos del ciclo. Todos los baróme­tros de la economía marcan, en la primera mitad de junio, recortes sustanciales en el crecimiento y alta inflación. Los efectos de la guerra se suman a los efectos de la pandemia, agudizados por los largos lockdown chinos. Respecto a la extraordinaria recupe­ración de 2021, tras el año del Covid-19, el Banco Mundial y la OCDE disminuyen la previsión de crecimiento global, que perma­nece cercana al 3% en 2022 y en 2023, y re­ducen en un tercio la tasa de crecimiento de inflación prevista en los países avanzados, del 4,4 al 8,8%. En los EE.UU. la esperanza de «aterrizaje suave» pierde terreno. Los temores de una recesión crecen junto a la voluntad de la FED de erradicar la inflación.

Hipótesis de recesión 

Lawrence Summers considera muy probable una recesión estadounidense: «Dada la inflación del 8% y el desempleo que permanece bajo el 4%, los datos his­tóricos sugieren una altísima probabilidad de recesión en los próximos 12-24 meses». El exsecretario del Tesoro piensa que los ejemplos de «sofc landing>> (en 1965, 1984 y 1994), indicados para apuntalar el opti­mismo de la FED, no son válidos: en esas crisis no habían importantes shocks de oferta como las generadas por la pandemia y por la guerra; el mercado laboral no es­taba "restringido" como hoy; los tipos de interés eran superiores a las tasas de inflación, porque la FED se había movilizado anticipadamente. 
Jasan Furman, exjefe de los consejeros económicos de Barack Obama, considera que la posibilidad de evitar una recesión depende de la resistencia del consumo pri­vado que, a su vez, se apoya sobre los aho­rros acumulados en la pandemia. ¿Podrán estos ahorros compensar el encarecimiento de los precios, el dinero y las hipotecas?¿ Y harán retroceder las mayores tasas la infla­ción? Furman parece escéptico. 
The Economist considera probable una recesión estadounidense para 2024: será relativamente suave, pero acentuará alguna fragilidad. Los países emergentes y los PVD, debilitados por la inflación y por la crisis alimenticia, sufrirán también la caí­da de las exportaciones por una recesión de los EE.UU., mientras que la fuerza del dólar agravará el servicio de la deuda; Wall Street, que ya ha perdido el 15% de su capitalización, podrá actuar de manera im­predecible al encarecimiento de los capita­les tras diez años de crédito casi gratuito, a menudo en los sectores vinculados a los bancos-sombra, cuyas actividades superan hoy las del sistema bancario regulado; finalmente, una recesión que se superpusiera a la campaña electoral de 2024 alimentaría una venenosa batalla política que requeriría que la FED se involucrase. 
Los principales economistas de Deutsche Bank (David Folkerts-Landau, Peter Hooper, Jim Reid) consideran que una combinación de factores estructurales, del mercado laboral,. psicológicos, errores de la FED- mantendrá alta la inflación y conducirá la economía de los EE.UU. a una «significaLiva recesión a finales de 2023, con una tasa de desempleo que crecerá algunos puntos porcentuales». 

Michael Spence, premio Nobel de Economía, y Jane Fraser, jefe de Citigroup, piensan que una recesión es más probable en Europa que en los EE.UU. Kenneth Rogoff, execonomista jefe del FM1, alarga el campo: actualmente «las probabilidades de recesión en Europa, en los Estados Unidos y en China son significacivas y en aumento y un colapso en una región aumentará las probabilidades de colapso en las oLras». 

La lucha contra el coronavirus

Los falsos comienzos de la cooperación internacional

La primera Conferencia Sanitaria In­ternacional se realizó en París en 1851, impulsando una larga serie de intentos de cooperación en la lucha contra las epidemias. En Europa, el cólera había sustituido a la peste y la viruela como enfermedad más temida. A lo largo del siglo XIX se sucedieron seis pan­demias que golpearon a Asia, Europa y Norte América. Guerras coloniales y movimientos de tropas, aumento de los comercios y transportes marítimos y terrestres más rápidos llevaron el conta­gio fuera de las fronteras de la India. En Occidente halló condiciones favorables. 
Tal y como escribe el historiador de la medicina Frank Snowden, la revolución industrial creó el ambiente ideal para su difusión: «urbanización caótica», «barrios degradados y abarrota­dos con agua suministrada de manera insuficiente y discontinua, malas construcciones, alimentación inadecuada,suciedad omnipresente y ausencia de alcantarillas» (Scoria delle epidemie, LEC Edizioni, 2020). Son las condiciones en las cuales las masas proletarias estaban obligadas a vivir, descritas magistralmente por Friedrich Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. 

Enfermedades sociales 

Sin embargo, la mejora de las con­diciones de vida de la población no fue el tema central de la Conferencia ni de las siguientes. Cuando estalló la primera pandemia en los años Treinta del siglo XIX, los Estados reaccionaron con la imposición de medidas coercitivas, tales como los cordones sanitarios y las cuarentenas, con el intento de impedir la importación de la enfermedad. Después, hubo una variedad de reglas sanitarias y de normas las restrictivas, sobre todo para los viajeros. Fue la preocupación de reducir al mínimo los daños causados al comercio internacional lo que impulsó la búsqueda de acuerdos para reglar y umformar las medidas de cuarentena principalmente marítima. Con este proposito se convoco la primera Conferencia, que duró seis meses y en la que part1c1paron 12 paises europeos más Turquía: Italia, todavía dividida, participo con cuatro Estados.

Los delegados eran dos por cada Estado, un médico y un diplomático quienes «ignoraban completamente la etiología [las causas] y las modalidades de transmisión de las enfermedades de las que hablaban», escribe Norman Howard-Jones en Les bases scientifiques des Conferences sanitaires internacionales 1851-1938 (Organisation mondiale de la Santé, Geneve, 1975). 
De las tres enfermedades que se estaban examinando peste, fiebre amarilla y cólera era solo esta última la que representaba una amenaza real. El bacilo del cólera aún no había sido descubierto; su causa y las modalidades de su transmisión seguían siendo desconoci­das y eran objeto de discusiones encar­nizadas. En muchos países dominaban las teorías "anticontagionistas", como la "teoría miasmática'', que contempla­ban exhalaciones venenosas del suelo hediondo como causa de la enfermedad. Negar la transmisibilidad del cólera de hombre a hombre apoyaba la oposi­ción a las medidas de cuarentena, con la potencia marítima británica entre los más inamovibles adversarios de los "se­cuestros" de las embarcaciones, como defensa de la libre navegación contra prácticas consideradas inútiles y sobre todo «desastrosas para el comercio». 
En general, en los países de Europa septentrional eran más fuertes las teorías anticontagionistas, mientras que los países del área mediterránea, más "que­mados" por la peste, eran propensos a admitir el contagio y a imponer las cua­rentenas marítimas (William McNeill, La pesce en la historia, Einaudi, 1981). 

En la primera Conferencia, el de­legado austriaco, un médico, afirmó que. mientras la peste azotaba a todos indistintamente, el cólera se cobraba víctimas sobre todo entre los inmoderados, especialmente los bebedores, los libertinos, los viejos decrépitos, los de­bilitados por largas enfermedades» (los sujetos "frágiles" diríamos hoy en día). El morbo podía ser un esúmulo para cambiar los malos hábitos (N. Howard­Jones, op. cit.). 
Con su cinismo, estos representantes del establishment achacaban esta situación involuntariamente a las inhumanas condiciones de vida de las capas más pobres de la población. A diferencia de otras enfermedades, como la peste mis­ma que se difundía por todos los estra­tos sociales, el cólera de hecho era «un típico ejemplo de "enfermedad social", con la tendencia a afectar a los pobres en ambientes caracterizados por construcciones de mala calidad, suministro discontinuo de agua, superpoblación, suciedad, malnutrición y descuido» (F. Snowden, op. cit.). 

El rearme europeo incentivado por la guerra de ucrania

Las divisiones dentro de Europa, acentuadas durante el cuarto mes de la guerra en Ucrania, recuerdan las que se habían manifestado en 2003 entre los países de la Europa oriental, báltica y nórdica, favorable a la guerra en lrak y una Europa agrupada alrededor del eje franco-alemán que se oponía a dicho conflicto bélico. Esta división acabó por congelar los planes de defensa europeos en las dos décadas siguientes. 
Le Monde habla de una «inconfesa­ble euforia» de una parte de la Administración estadounidense que sueña con un «debilitamiento duradero de Rusia» (10 de mayo); al mismo tiempo, en la prensa flota en el aire la sospecha de que esta euforia esté motivada también por el sueño de dividir a Europa y de que se vuelva a producir el escenario de 2003. El eje franco alemán querría evitarlo y, al parecer, intenta utilizar la dinámica impulsada por el regreso de la guerra en Europa para dar pasos adelante en el rearme europeo y en la centraliza­ción institucional. Sin embargo, dada la amplitud de este rearme, con respecto a 2003 la iniciativa renana esta vez podría encontrar mayores dificultades para pre­sentarse como una oposición pacífica. 

Divisiones europeas

En una entrevista en el New York Ti­mes del 18 de mayo, Kaja Kallas, presi­denta de Estonia, declaró que «la paz no puede ser el objetivo final» de la guerra en Ucrania, refiriéndose al sufrimiento padecido por su país tras el final de la Segunda Guerra Mundial. «No veo otra solución sino una viccoria militar que podría poner fin a todo esto de una vez por codas»; de lo contrario «habrá una pausa de uno o dos años, luego codo se­guirá como anees». Por su parte, en la Bild del 9 de junio, el presidente polaco Andrzej Duda acusaba a Emmanuel Macron y a Olaf Scholz de condescendencia con Vladimir Putin, al seguir en contacto con el presidente ruso. Duda invitaba a no tener miedo del «chantaje» nuclear ruso: «El potencial nuclear de la OTAN y del mundo destrozaría a Rusia. Es un peligro para el mundo, aunque también Putin y Rusia lo saben». La historia centenaria de los respectivos paises (Estonia y Polonia), que fueron objeto de reparto entre las potencias, junto con su experiencia personal y familiar de lucha con­tra Rusia,. se ve reflejada en las declaraciones de los dos líderes. 
En cambio, el 4 de junio, en una en­trevista para la prensa regional francesa, Macron declaró: «No hay que humillar a Rusia, para que el día en que se acaben los combates se pueda construir una vía de escape mediante los canales diplo­máticos». Por su lado, Scholz es mucho más esquivo, y describe así en el Bun­destag el objetivo de la guerra en Ucra­nia: «Rusia no puede ganar, Ucrania debe seguir existiendo» (19 de mayo). El cancillerse defiende de las criticas segun las cuales estaria retrasando las entregas de armas a Ucrania, diciendo que Alemania hace tantos esfuerzos como sus aliados y que se debe evitar que la OTAN se vuelva cobeligerante. Pero sus argumentos no convencen del todo a los detractores. 

El debate alemán 

Die Zeit le reprocha al canciller una falta de claridad que alimenta la sospe­cha de que Alemania no esté ayudando bastante a Ucrania, en el intento de em­pujar a Kiev a que acepte concesiones a cambio de ·un rápido alto el fuego. «No tiene que decir necesariamente que Ucrania debe ganar, aunque debería decir claramente lo que quiere» (2 de junio). Der Spiegel lamenta: «La ruptu­ra en la política exterior -anunciada por Scholz el 27 de febrero durante su famo­so discurso sobre el Zeitenwende (cam­bio de época)-no ha tenido consecuen­cias hasta ahora». El periódico semanal reconoce que, «cuando Alemania, el gi­gante en medio de Europa, se mueve, las ventanas de codo el continente se echan a temblar» y que durante mucho tiempo esto no ha hecho presagiar «nada bue­no». Sin embargo, esta vez «el coloso debe moverse» (11 de junio). Contra­riamente a lo que escribe Der Spiegel, el Zeitenwende anunciado por Scholz ya ha tenido una gran consecuencia: el Bundestag y el Bundesrat han aprobado por amplia mayoría el fondo especial de 100 mil millones de euros para las fuerzas armadas alemanas. Pero también sobre este punto se escuchan críticas: Frankfurter Allgemeine Zeitung denun­cia la ausencia de un «concepto gene­ral» en base al cual gastar este dinero. El periódico conservador concluye que el fondo de 100 mil millones «no puede sino ser un comienzo» (7 de junio). 
En realidad, la creación del fondo especial para las fuerzas armadas demuestra que Alemania sí se está moviendo. Sin embargo, es normal preguntarse si la ambigüedad de Scholz no es una elec­ción adrede para poder moverse sin que «las ventanas se echen a temblar». 
Una voz imponante que apoya al canciller socialdemócrata es la de Ange­la Merkel. Seis meses después del final de sus dieciséis años de "reinado" como canciller alemana, ha vuelto a la escena pública. En una intervención en el teatro Berliner Ensemble, transmitida en directo por televisión, ha expresado su confianza en el gobierno actual. Merkel ha aprovechado para defender su política hacia Rusia. «Europa y Rusia son vecinas,no podemos ignorarnos completamente. Tampoco va a ser posible en el futuro». De esta forma, legitima el hecho de no haber interrumpido nunca los contactos con Moscú. Justifica su rechazo de la adhesión de Ucrania a la OTAN en 2008 afirmando que Putin lo habría considerado «una declaración de guerra». En cuanto a su implicación en las negociaciones para los acuerdos de Minsk, considera que estos han tenido el mérito de haber dado a Ucrania siete años de relativa calma durante los cuales el país ha podido reforzarse. 
La ex canciller cristiano demócrata ha rechazado las acusaciones de ingenuidad para con Rusia, subrayando que tras la anexión de Crimea en 2014 apoyó las sanciones contra Moscú y aumentó asimismo el presupuesto militar de Ale­mania de 32 a 50 mil millones de euros, un nivel similar al francés y al británico. Merkel ha añadido que habría deseado ul­teriores refuerzos, incluida la ac;!quisición de drones armados, pero que estos habían sido bloqueados por el panner de su coali­ción de gobierno, el SPD. Para Le Monde esta sería una manera de decir que «el se­ñor Scholz, prometiendo a finales de fe­brero que Alemania alcanzará el umbral del 2%, prácticamente está haciendo tan solo lo que ella misma hubiera querido» (11 de junio). Merkel concluye afinnando que, ahora, contra Rusia se tendrá que usar la disuasión militar: «Es el único len­guaje que Putin entiende». 

Guerrra y reparto

Las regiones entre el Báltico y el Mar Negro están empapadas de sangre de guerras y repartos, en la contienda histórica entre la potencia alemana, el imperio ruso, el austrohúngaro y el otomano. En el siglo XX, los repartos del imperialismo han retomado el surco de esas fallas seculares. 
La misión de Kiev de Emmanuel Macron, Mario Draghi y Olaf Scholz pasará a la historia por haber abierto a Ucrania el camino hacia la UE. Harán falta años, habrá que tener en cuenta las tormentas de un Consejo europeo confederado donde se decide por unanimidad, serán muchas las condiciones que Kiev tendrá que respetar, pero el camino está marcado. He aquí el reparto de Ucrania, entre el imperialismo ruso y el imperialismo europeo, mientras los cañones no dejan de sonar: el Este asegurado a Moscú por vía militar y el Oeste capturado por la Unión por los flujos de capital y del mercado único, además de la asistencia militar a Kiev. 
La conferencia de Y alta, en 1945, sancionó la división entre la influencia estadounidense y la influencia rusa de una Europa arrollada por la catástrofe bélica, en un verdadero reparto entre los EE.UU. y la URSS, donde los Estados Unidos apoyaban de facto la debilidad de Rusia con el fin de mantener a Alemania y Europa divididas. 
Con la implosión de la URSS y la disolución de su esfera de influencia, entre 1989 y 1991, aparece un nuevo reparto: a lo largo de los años Noventa y los primeros años Dosmil, en oleadas, el Este de Europa se ha adherido a la OTAN y a la Unión Europea. Quedaban las zonas grises de esa división. En los Balcanes, Yugoslavia se ha disgregado entre incendios devastadores: aún arden algunas brasas, pero la mayoría de la zona está en la UE o ha iniciado el recorrido de adhesión. En Ucrania, Moldavia, Georgia, todas repúblicas que hasta 1991 habían formado parte de la URSS, la influencia europea se superpone al vecino exterior de Rusia. El nuevo juego estadounidense, compinchado con la oposición polaca y báltica, ha impedido que la solución fuera una especie de condominio entre Rusia y Europa; la agresión rusa ha hecho prevalecer una masacre al estilo balcánico sobre la hipótesis de neutralidad y de un grupo de Estados cojín. 
Con lo cual, el reparto ucraniano seguirá siendo un resultado envenenado. La UE pretende extenderse hasta Kiev y Odessa, sobre tierras históricas del imperio ruso, a lo largo de una falla sísmica destinada a permanecer en movimiento. Moldavia, avisan desde Moscú, será la nueva Ucrania. No ha terminado, y será así durante muchos años. El Internacionalismo comunista sigue siendo el único camino. 

"El impacto de la crisis ucraniana sobre el mundo laboral" es el título de un documento publicado el 11 de mayo por la OIT, la Organización Internacional del Trabajo. Son las primeras valoraciones sobre el coste económico de la guerra para nuestra clase, que obviamente se suma al trágico tributo en vidas humanas. 

El coste de la guerra para nuestra clase 

Los primeros en pagar son naturalmente los trabajadores ucranianos, con la pérdida de 4,8 millones de puestos de trabajo, el 30% de los 16 millones de antes de la guerra. También se considera que, de los más de 5 millones de ucranianos que han salido del país, unos 2,75 millones están en edad de trabajar y, de estos, 1,2 millones estaban efectivamente ocupados ames de huir, casi la mitad en tareas cualificadas. Después se tienen en cuenta 7,7 millones de desplazados en Ucrania, hacia las zonas no afectadas por los combates. La estimación completa de la OIT es que el 70% de la población ha sufrido el impacto de las hostilidades. 

Crisis Ucraniana

La brújula estratégica UE a la prueba en la crisis ucraniana

Los dos frentes que resumen la nueva fase estratégica, en Ucrania y en Taiwán, pesan en el debate europeo en torno a la brújula estratégica que será adoptada por la Unión. Le Monde escribe que las tensiones en Ucrania complican el debate: siguiendo el ejemplo de Polonia, varios países del Este europeo juzgan inoportuna una señal de «autonomía» y «soberanía» en las confrontaciones con el aliado estadounidense, en el momento en que la amenaza rusa presiona. Algunos retoques al primer borrador, dice "Politico.eu", tienen la marca de la garantía atlantista, pero está en duda si serán suficientes para Varsovia o las capitales bálticas. Siempre para Le Monde, además, los europeos recelan de la solicitud de Washington de un frente común hacia China, pero esto comporta un precio a pagar que aumenta la fricción en la relación transatlántica y pone en tensión un consenso siempre «frágil» en el interior de la Unión.

Raja Mohan, en Indian Express, reflexiona sobre los nexos entre el tablero europeo y el asiático. Por mucho que se tienda a ver a Europa y Asia como «teatros estratégicos separados», siempre ha existido entre las dos regiones una «dinámica de interacción geopolítica». En la era co­lonial, la competición entre las potencias europeas en Oriente influyó profundamente la «geopolítica asiática». Cuando en 1917 el resto de Europa no siguió la revolución bolchevique, Lenin volvió su atención al Este, y esto definió las bases para una contienda prolongada entre Rusia y Occidente que «tuvo un profundo impacto en la evolución política interna de las naciones asiáticas». Tras la ruptura de la breve alianza contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, la política de la «contención» hacia la URSS constriñó a Washington a enfriar sus simpatías por los movimientos independentistas en Asia, apoyando a las potencias colonialistas europeas y alineándose «con el emergente nacionalismo asiático». Se olvida que si la contraposición entre la URSS y Occidente fue en Europa «guerra fría», en Asia fue un conflicto abierto, donde las dos partes libraron «largas y sangrientas guerras por procuración»
 
Hoy que vuelve a primer plano la confrontación entre grandes potencias, Mohan ve una dinámica invertida con respecto al siglo XX. 
«En el pasado,Asia fue el teatro secundario de la rivalidad incraeuropea. Hoy es el ascenso de Asia, y de China en particular, lo que está moldeando la geopolítica europea».en el siglo XIX y para la mitad del XX, Chipa fue el objeto del reparto entre las grandes potencias europeas; hoy es Pekín quien lidera el cambio en el orden europeo y global. En los años de la guerra fria, China fue el «junior partner» de la URSS; hoy es Pekín quien hace de «senior partner» en la relación con Moscú: aunque la fuerza militar rusa mantenga su importancia, el PIB chino es casi «diez veces» el ruso. En los años Setenta, China fue una «carta» jugada por Estados Unidos contra la URSS; hoy Pekín está a la parcon Washington, y en todo caso los dos frentes que resumen la nueva fase estratégica, en Ucrania y en Taiwán, pesan en el debate europeo en torno a la brújula estratégica que será adoptada por la Unión. Le Monde escribe que las ten­siones en Ucrania complican el debate: siguiendo el ejemplo de Polonia, varios países del Este europeo juzgan inoportuna una señal de «autonomía» y «soberanía» en las confrontaciones con el aliado estadounidense, en el momento en que la amenaza rusa presiona. Algunos retoques al primer borrador, dice "Politico.eu", tie­nen la marca de la garantía atlantista, pero está en duda si serán suficientes para Varsovia o las capitales bálticas. Siempre para Le Monde, además, los europeos recelan de la solicitud de Washington de un frente común hacia China, pero esto comporta un precio a pagar que aumenta la fricción en la relación transatlántica y pone en tensión un consenso siempre «frágil» en el interior de la Unión. 

Lucha contra el coronavirus

Convivencias peligrosas

A finales de otoño, la difusión del coronavirus SARS-CoV-2 volvió a aumentar en muchas partes del mundo. La oleada empezó primero en Europa, seguida por Estados Unidos, para luego extenderse a los otros continentes y con otra brusca aceleración a finales de diciembre. 
Desde octubre, el mundo debe añadir 92 millones de contagiados y 750 mil muertos, de los cuales 174 mil en la Unión Europea más Gran Bretaña y 150 mil en Estados Unidos (Our World in Data, 15 de enero). 

De Delta a Omicron 

Al igual que otros virus respiratorios, el SARS-CoV-2 muta con frecuencia su genoma. El ritmo de las mutaciones es de casi un cuarto respecto al de los virus de la gripe (Nature, 7 de diciembre) y la rapidez con la que el virus evoluciona determina asimismo si y cuán a menudo las vacunas deben "actualizarse". Su secuenciación es, pues, esencial para la vigilancia de la pandemia y se efectúa a un ritmo inédjto, aunque con capacidades muy diferentes de un país a otro. Ya son cientos de miles las secuencias depositadas en la base de datos internacional GiSAiD. Tan solo una parte de estas mutaciones casuales, que tienen lugar durante la replicación viral, produce cambios relevantes del comportamiento del virus y, entre otros, la adquisición de una ventaja competitiva sobre las otras cepas. Surgen las "variantes". 

Desde la aparición de la cepa originaria de Wuhán en 2020, se han identificado centenares y, de estas, la Organización Mundial de la Salud ha definido cinco "como preocupantes", por sus efectos sobre la transmisibilidad del virus, sobre su patogenicidad y sobre la capacidad de escapar a las defensas inmunitarias producidas por las vacunas actuales o por una infección previa. Tres de ellas han tenido una circulación limitada, mjentras que la variante B.1.617.2 denominada Delta, descubierta en 2020 en la India durante la epidemia de primavera, se ha revelado muy· agresiva y en pocos meses se ha difundido por todo el mundo. 

En la reanudación pandémjca otoñal la variante Delta sigue siendo dominante, mientras que el aumento invernal se atribuye en gran parte a la difusión de la nueva variante B.l.l.529. Sudáfrica hizo pública la identificación de B.1.1.529 el 24 de noviembre y, a continuación, la OMS la clasificó como VOC (variant of concern) denominándola Ómicron. Esta se encontró en Botsuana y en Sudáfrica, pero quizás también en muestras recogidas días antes en algunos países europeos (Nature, l de diciembre). 

Desde entonces, la variante ha sido identificada en más de 110 Estados en todos los continentes. A finales de diciembre, los CDC (Centers far Disease Control and Prevention) americanos calcularon que rucha variante es la responsable del 58% de todas las nuevas infecciones en EE.UU. En la Unjón Europea la distribución resulta, de media, del 48,5% para Delta y del 46,4% para Ómjcron. De los 21 países que tienen un "volumen adecuado de secuenciaciones", Omicron es la domjnante en diez de ellos (ECDC, Country overview report, 13 de enero). En Italia, el 3 de enero alcanzó una prevalencia del 81 % (!SS, 12 de enero). Ómicron se difunde a una velocidad inédita y, en poco más de un mes, ha invadido el mundo. 

La factura del gas

Más de 200 personas asesinadas en Kazajistán y hasta 8.000 detenidos: es casi imposible seguirles la pista en las comisarías de policía y en las cárceles, puede que sean los próximos desaparecidos. Las noticias se superponen: a una protesta contra el encarecimiento del gas GPL se habrían combinado las disputas entre los clanes del poder, divididos en el reparto de la colosal renta de hidrocarburos, y por las convulsiones por el ocaso de treinta años de un régimen sucesor del capitalismo de Estado de la URSS. Sin embargo, una cosa es cierta: la protesta ha comenzado en Zhanaozen, centro de la industria petroquímica y de gas, donde hace justo diez años, en diciembre de 2011, una huelga por el salario y las condiciones de trabajo fue reprimida con sangre. Con decenas de víctimas y centenares de arrestos; hasta ayer la peor carnicería de obreros en lucha en la historia kazaja. 
Hoy, ya que las fuerzas especiales rusas han garantizado la vuelta al orden, reina el silencio. Kazajistán es un cofre minero de recursos de todo tipo; oleoductos y gasoductos lo vincuJan a Rusia, a Occidente y a China; en él invierten las mayores compañías mundiales, entre ellas Chevron, Exxon, Shell, BP, ENI y la china CNPC. Mientras que la atención está en el Oeste, con la crisis ucraniana, en Asia Central nadie ha querido rechazar realmente el papel de Moscú como gendarme regional. 
No es el único caso en el que gas y petróleo se casan con la razón de Estado para hacer caer un sudario de silencio sobre las peores atrocidades. En un año, informa el ISPI, de los 65.000 migrantes que han llegado a Italia, al menos 1.600 han muerto ahogados y 31.000 han sido interceptados y devueltos por la supuesta guardia costera en Libia. Aquí son sobre todo ENI, Total, Repsol y Shell los que se reparten el gas y el petróleo con los jefes de los clanes libios; mientras, miles de desesperados regresan a los campos de concentración de los que acababan de escapar. Son los desaparecidos del imperialismo italiano y europeo. Tengámoslo bien presente, cuando hervimos el agua para la pasta y la salsa se calienta en la sartén: la recuperación de la crisis pandémica ha hecho subir el precio del gas, pero entre los costes adicionales ocultos en las facturas están los obreros kazajos, tomados como blanco a la altura del pecho y los refugiados devueltos por la fuerza tras el alambre de púas de los campos libios. Socialismo o barbarie, escribía Rosa Luxemburg. La barbarie está aquí, se se introduce incluso por los fogones de la cocina. Luchar por el comunismo es la única manera de no acostumbrarse al horror.

El informe sobre la "Movilidad laboral intra UE 2020" brinda la oportunidad para profundizar sobre el conocimiento del obrero europeo. Los números hacen referencia a 2019, esto es, antes de la pandemia: sin duda ha incidido negativamente sobre esa movilidad, pero precisamente por esta razón los datos anteriores pueden ser más indicativos de las tendencias a largo plazo. Veamos.

Los números del obrero europeo 

Según Eurostat, son 17,9 millones los europeos que en 2019 viven en un Estado miembro de la UE-28 en 2019 (comprendido Reino Unido) del que no tienen la ciudadanía; 13 millones de ellos están en edad de trabajar. Las estimaciones incluidas en la investigación sobre la fuerza de trabajo (EU-LFS) son ligeramente cüversas: los ciudadanos entre 20 y 64 años trasladados son 11,9 millones, y 9,9 millones están ac­tivos. Esta última cifra representa el 4,2% del total de la fuerza de trabajo europea. 
A ellos hay que añadir 1,5 millones de transfronterizos ( «personas que residen en un país pero que trabajan en otro y que se desplazan regularmente a través de las {ronceras») y más de 3 millones de trabajadores desplazados («emplea­dos por un empresario que normalmente desarrolla sus actividades en un Estado miembro, enviado para trabajar durante un tiempo limitado»). 
Se llega así a una cifra algo inferior a los 15 millones de empleados: el 6% de toda la fuerza de trabajo continental. Por último, en aras de la exhaustividad, también deben considerarse las personas que se han trasladado a otro Estado y han adquirido su ciudadanía. 
El Tratado de Maastricht regula estos desplazamientos, que en 1992 «dio nueva vida», escribe el informe, a las normas sobre la libre circulación de las personas: en el anículo 3 se establece que todos los ciudadanos europeos y sus familias tienen, en principio, el derecho a residir libremente en la UE. 

Principios, tratados y realidad 

El concepto ha sido reiterado en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, en vigor desde el 1 de diciembre de 2009. En el anículo 45 se indica «la abolición de toda discriminación por razones de nacionalidad entre los trabajadores de los Estados miembros, en lo que respecta al empleo, la retribución y las demás condiciones laborales».

Personas y misiles

Weaponize» es el nuevo término signo de los tiempos. Es la guerra llevada a cabo con otros medios; significa transformar algo, o a alguien, en un arma. Vale para la llamada geoeconomía: las monedas, las relaciones comerciales, las finanzas, la energía, las materias primas, las nuevas tecnologías digitales empuñadas como armas, en la contienda de potencia donde el viejo orden está en crisis. Vale también para los seres humanos, desde siempre en las guerras mandados a la masacre como carne de cañón o hechos trizas en los bombardeos, ahora empuñados también como arma de presión, con el uso de los flujos migratorios como una amenaza. Es lo que está ocurriendo entre Bielorrusia y Polonia: miles de hombres, mujeres y niños dejados sobre la línea de la frontera atenazados por el frío, por la sed o por el hambre, empujados por Minsk contra la Unión Europea mientras que Bruselas balbucea y Varsovia rodea de alambre de espino su nacionalismo. 
Los coros de indignación contra el régimen bielorruso no nos encandilan, pues suenan a hipocresía. Desde hace muchos años en la frontera Sur del Mediterráneo las vidas humanas son objeto de un mercado igual de obsceno: solo que nos hemos acostumbrado. Europa ha contratado a Turquía, a los clanes tribales en Libia o a los regímenes del Magreb la gestión externa de sus fronteras; de tanto en tanto se negocia el precio amenazando con dar via libre a las pateras. 
Luego están las armas reales, misiles, antimisiles, bombarderos y portaaviones. China se prepara para jugar al mismo nivel que los Estados Unidos, y esto también es un signo de los tiempos que marcan el regreso a las doctrinas de disuasión nuclear, que se discuta de primer y segundo impacto atómico y se razone sobre la capacidad de aniquilar ciudades enteras para mantener en pie el equilibrio del terror. La guerra y la guerra con otros medios son la nueva norma; un mundo en el que hombres, mujeres y niños pueden ser dejados ahogarse o morir congelados por un pulso diplomático, y donde un conflicto entre grandes potencias está nuevamente en el orden de las posibilidades. ¿De verdad podemos aceptarlo? ¿Realmente es el futuro que queremos? Organizar la lucha por una sociedad comunista, luchar por una conciencia internacionalista es el único camino posible para no acostumbrarse a la barbarie. 

Una investigación de la Fundación Di Vittorio (FDV) de la CGIL sobre datos del Eurostat ofrece una estimación del efecto ocasionado por la pandemia sobre los salarios en Italia, en comparación con los de la Eurozona. Presentamos algunos números para encuadrar el problema. 

Los salarios del Covid 

La masa salarial - es decir, el total de la masa salarial nacional - en 2020 ha disminuido en Italia un 7,2%, frente a una media europea del -2,4%. Las pérdidas italianas son comparables a las españolas, pero muy superiores al 4,0% de Francia y sobre todo al 0, 7% de Alemania. En esta clasificación, Holanda está en contra tendencia, señalando un +3,4%.
A estos recortes salariales han compensado en parte las integraciones de los amortiguadores sociales, como la cassa integrazione en Italia, pero solo parcialmente: en la Península Itálica la caída se ha producido al 3,9%, en cualquier caso, mucho peor todavía que los niveles europeos. 
Otro dato hace referencia al salario de un trabajador a tiempo completo. Aquí, la media italiana de 27.900 euros en 2020 está en disminución en un 5,8% respecto al año anterior, pero sobre todo se aleja mucho de los 38.100 euros en Francia, los 43.000 en Alemania, por no hablar de los 52.500 en Holanda. Solo España, con 26.500 euros, es inferior a Italia entre los grandes países.
Por lo tanto, los salarios italianos son deficitarios de más de 10 mil euros respecto a los franceses, a su vez atrasados unos 5 mil respecto a los alemanes y de unos 10 mil respecto a los holandeses. 
En estos números se refleja obviamente una dinámica de largo plazo, que la pandemia solo ha agravado. Continuando con la investigación, la FDV reconstruye, en base a los datos de la OCDE, los veinte años prepandémicos de 2000 a 2019. Frente a un aumento mínimo de los salarios brutos anuales en Italia del 3,9%, existen valores mucho mayores en Alemania (+18,4%) y en Francia (+21,4%). 
Aún más interesante es seguir el recorrido de esta dinámica salarial. El retraso italiano comienza a crecer tras la crisis de 2008-2010, cuando en Francia y en Alemania las retribuciones vuelven a aumentar mientras que en Italia se estancan. El resultado: de 2010 a 2019 el salario alemán aumenta casi 5.500 euros, mientras que el italiano disminuye 600. 

Una cuestión salarial sin resolver 

Aquí se encuadra el problema de una cuestión salarial que en Italia es arrastrada con el tiempo y que cada crisis tiende a agravar. Según Claudo Lucifora, docente de Economía del Trabajo en la Universidad Católica de Milán, la causa es investigada durante unos treinta años marcados por el descenso de lo que se define como «productividad total de los factores». Se incluyen «las inversiones en capital humano, en tecnología, la dimensión de las empresas, la apertura de los mercados y la ineficiencia de la burocracia». (Affari & Finanza, 4 de octubre).  
Los salarios italianos todavía se ven obligados a rendir cuentas con un retraso de largo plazo del capitalismo local, y con las dificultades que este afronta en las reestructuraciones impuestas por cada crisis. Pero lo que también pesa es el estrabismo de los sindicatos que, en vez de afrontar directamente la cuestión salarial, siempre están listos a perseguir cualquier mesa ministerial, para luego quizás lamentarse de que éstas son solo una fachada. «No puedes convocar a los sindicatos dos días antes del consejo de ministros para decir qué es lo que has decidido, sin dar espacio a la discusión»: de esta forma Mauricio Landini ha sermoneado al presidente del consejo (La Stampa, 6 de noviembre), fingiendo no conocer el "método Draghi", comisario europeo de facto. Un encuentro más o menos no va a cambiar esta regla.
Existe otro dato que atestigua el retraso de productividad del sistema italiano, el de las horas laborales de media durante el año por trabajador entre 2000 y 2019 (FDV): las 1.583 del asalariado italiano son muy superiores a las 1.334 de su homólogo alemán. En síntesis, en la media del periodo, el italiano trabaja 250 horas más por 12.400 euros menos.