Vacuna global, potencias y negocios

Ya desde los primeros días del estallido de la pandemia de SARS-CoV-2, ha comenzado una carrera frenética, definida como inédita en la historia, en busca de una vacuna. Quizás tendríamos que precisar en tiempos de paz.
En junio de 1941, seis meses antes del ataque japonés a Pearl Harbar, el presidente Franklin D. Roosevelt instituyó el OSRD (Oficina para la Investigación Científica y el Desarrollo), cuya dirección fue confiada al ingeniero e inventor Vannevar Bush. La finalidad era movilizar y centralizar todos los recursos científicos al servicio de la guerra inminente (James P. Baxter, La ciencia en lucha contra el tiempo, 1950). El "Proyecto Manhattan" para la construcción de la primera bomba atómica fue uno de sus éxitos. Dentro del OSRD fue constituido el CMR (Comité para las Investigaciones Médicas), que debía afrontar las enormes cuestiones sanitarias que la guerra traería consigo, tanto en el plano ofensivo (armas biológicas y químicas) como en el plano defensivo, entre otras la producción industrial de penicilina.
El CMR dirigió la actividad de las universidades y las empresas canalizando enormes capitales y garantizando futuras royalties a todos, aunque, una vez terminada la guerra, no faltaron los litigios sobre las patentes. Estipuló, escribe Baxter, 600 contratos con universidades, fundaciones y sociedades privadas, empleando en sus programas a 1.500 entre médicos, científicos y filósofos y 4.000 técnicos de laboratorio. Para la producción de la penicilina fueron seleccionadas 21 sociedades químico farmacéuticas y en pocos meses fueron construidas nuevas instalaciones. El premio por el descubrimiento del proceso productivo a gran escala del "arma secreta" le tocó a Pfizer que, irónicamente, fue fundada por dos inmigrantes alemanes.
La movilización para el descubrimiento de una vacuna-profilaxis eficaz contra el nuevo coronavirus recuerda a ese esfuerzo bélico, llevado a tiempos de paz y a nivel mundial, con los Estados y las empresas en reñida competición.

"Big Pharma" ineludibles

El sector de las vacunas es el más concentrado de la industria farmacéutica. En 2017, cuatro grandes sociedades Gla­xoSmithK.line, Merck & Co., Sanofi y Pfizer se repartían en partes más o menos iguales el 90% de los casi 28 mil millones de dólares de ventas totales en el mundo (EvaluatePharma, World Preview, 2018). Es un predominio inestable: las previsiones para 2024 contemplaban la conquista de un ulterior 10% del mercado por parte de otras seis más pequeñas y jóvenes sociedades biofarmacéuticas. Las inversiones que la pandemia ha movilizado pueden acelerar el crecimiento de nuevos competidores, sobre todo en Asia: China está trabajando en nueve posibles vacunas, con el empleo de mil científicos y la investigación militar (" profits and prideat stake, the race for a vaccine intensifies", the New York Times, 2 de mayo). La organización mundial de la salud ha hecho un listado enumera 136 vacunas y la candidatas en diferentes fases de estudio. Diez de estas ya están en las fases 1 o 2 de valoración clínica y seis las están llevando a cabo sociedades e instituciones científicas chinas: CanSino Biologics en colaboración con el Beijing Institute of Biotechnology; Sinopharm que participa en dos proyectos, uno con el mismo instituto y otro con el Wuhan Institute of Biological Products; la sociedad Sinovac; Fosun Pharma en colaboración con la americ9na Pfizer y la alemana BioNTech; el Institute of Medical Biology de la Chinese Academy of Medica} Sciences.
Además de Pfizer, otras tres empresas estadounidenses biotech están desarrollando otras tantas vacunas: Novavax, Inovio Pharmaceuticals y Moderna The­rapeutics, que coopera con el National Institute of Allergy and Infectious Di­seases (NIAID); finalmente, la anglosueca AstraZeneca, con la Universidad de Oxford, está experimentando en fase 2 y 3 una candidata considerada entre las más prometedoras, en la cual ya está trabajando también la IRBM de Pomezia.
Otras 126 vacunas están en evaluación preclínica en diferentes países del mundo: emplean a grandes grupos farmacéuticos, "pequeñas" e innovadoras empresas biotecnológicas, universidades e institutos de investigación, entidades científicas, fundaciones y organizaciones gubernamentales, que constituyen un denso entramado de acuerdos. Entre las Big Pharma más conocidas, GlaxoSmithK.line participa en la evaluación, aún en fase preclínica, de cuatro posibles vacunas en distintas colaboraciones: con la china Xiarnen Innovax Biotech y la Universidad del Xiamen; con la Clover Biopharmaceuticals de Sichuan; con Sanofi Pasteur; con la californiana Dy­navax. Sanofi participa también en otro proyecto junto a Translate Bio, de Mas­sachusetts, Merck & Co. en dos y Janssen (J&J) en uno (WHO, "Draft Landscape of Covid-19 candidate vaccines", 9 de junio).
La carrera planetaria hacia la vacuna no garantiza el éxito, pero lo hace probable. El problema son los tiempos, que en condiciones "normales" son de unos 2-3 años, para completar todos los trialclínicos que demuestran su seguridad y eficacia y para recibir el visto bueno de las autoridades reguladoras. Las empresas prometen tiempos más rápidos y las autoridades, procesos acelerados. Pero la puesta a punto de una vacuna corno, por otro lado, de un nuevo fármaco es solo la primera parte del proceso, que puede producirse en un laboratorio; después es necesario producirlo en millones y millones de dosis, almacenarlo y distribuirlo respetando los procedimientos. Y para eso son necesarias instalaciones de producción y grandes organizaciones.


Huida de Nueva York y conflictos sociales


La pandemia en Estados Unidos

«Los barrios más ricos se han vaciado en cuanto el coronavirus ha azotado Nueva York City», titula el New York Times del 15 de mayo.

Quién huye y quién no puede huir 

Para las clases acomodadas de Nue­va York, la distancia social es superior a un metro alcanza las decenas, las centenas y hasta los miles de quilómetros de las localidades de vacaciones a las que han huido para evitar la infección del Covid-19.
Desde el 1 de marzo al 1 de mayo casi el 5% de los residentes, correspondientes a 420 mil personas de 8,4 millones de habitantes, han dejado Nueva York. En los barrios más ricos de Upper East Side, West Village, SoHo y Brooklyn Heights, la población residencial ha descendido incluso un 40%. Los datos telefónicos indican una huida hacia las segundas residencias vacacionales, tanto en los condados cercanos como Nassau (Long Island), como en los más lejanos como Palm Beach en el Sur de Florida.
En el lado opuesto de la escala social, los habitantes de los barrios pobres de las metrópolis no han podido huir. Tomemos algunos condados de los más afectados. Según los datos de la Johns Hopkins University, los fallecimientos oficiales debidos a la pandemia en Nueva York han sido 5.190 en el condado de Kings (población: 50% blancos, 34% negros, 19% hispanos) y 3.568 en el Bronx (45% blancos, 44% negros); en Chicago, 3. 726 en el condado de Cook (69% blancos, 28% negros); en Detroit, 3.475 en el condado de Wayne (55% blancos, 39% negros).
Y a antes del coronavirus todos estos condados, que ilustran una situación común a las ciudades estadounidenses más grandes, tenían las rentas percápita entre las más bajas de Estados Unidos; la pandemia y la crisis económica han agravado una condición que lleva décadas siendo crítica. Por la degradación de las condiciones de vida de las inner city los distritos de renta baja al final del lockdown han estallado protestas sociales multirraciales, iniciadas en Minneapolis como reacción al asesinato del negro George Floyd por parte de· un policía blanco perteneciente a
una policía multirracial.
Los conflictos sociales son más complejos que la simplificación mediática que los describe como conflictos raciales en blanco y negro. Las contradicciones se ven en cualquier institución: el 20% de los componentes de la policía de Minneapolis pertenece a minorías étnicas y el jefe de la Policía es un afroamericano; fue nombrado tras la dimisión de su predecesor, después del homicidio de una mujer blanca por parte de un policía afroamericano (US News, 21 de julio de 2017).
La afroamericana Keeanga Y ama htta Taylor, académica de la Princeton University, escribe en el New York Times del 29 de mayo, refiriéndose a los desórdenes de Minneapolis: «Es fácil comprender la protesta multirracial de Minneapolis (si se observa de cerca, centenares de blancos participan en ella las injusticias cruzadas son evidentes para ellos)».
Le Monde del 1 de junio habla de la «realidad de una rebelión multirracial que junta a los jóvenes afroamericanos, a los inmigrates de origen somalí, a los latinos y por último a los habitantes que son en su mayoría blancos».
En las inner city de las grandes ciudades, los asalariados blancos, negros, hispanos, inmigrantes legales e ilegales trabajan sobre todo en los servicios con sueldos bajos (lavaplatos, personal de limpieza, camareros, cuidadoras, en las ventas, policías, repartidores, trabajadores parttime). El ejemplo es el Bronx, donde la renta deriva en mil millones de dólares de la manufactura frente a los 10 mil millones procedentes de los servicios, la renta percápita es de 20.000 dólares y el índice de pobreza es del 27%. En la escala social de las metrópolis, el top con rentas altas ha huido, o se ha encerrado en mansiones de lujo, mientras que el bottom con bajo salario ha sido obligado a encerrarse en casas decadentes y, además de haberse visto afectado más duramente por el Covid-19, ha perdido también el trabajo. El modelo de referencia es Nueva York, con su combinación simbiótica y contradictoria entre la miseria del Bronx y la riqueza de Manhattan, dos barrios unidos por 40 minutos de metro.
En general, en Estados Unidos, además de los habitantes de las inner city, tampoco han podido escapar al coronavirus los trabajadores esenciales, aquellos sin los cuales la sociedad colapsa. En particular, los 11 millones de asalariados de la agricultura, los 1,8 de los servicios de emergencias, los 4 de los transportes y de los servicios comerciales, los 16,6 de la sanidad, los 4,6 de los servicios mínimos del gobierno, los 3,2 de las telecomunicaciones, los 3,1 del sector financiero, los 1,3 del sector energético y los casi 2 millones de sectores críticos de la manufactura (Econornic Policy Institute, 19 de mayo).

El shock económico del coronavirus 

Si a los trabajadores esenciales les ha sido imposible lo de "quédate en casa", hay millones de asalariados que, por el contrario, se han quedado en casa en el sentido más amplio de la palabra, porque han perdido el puesto de trabajo. A los millones de desempleados oficiales hay que añadir los no oficiales, que forman parte de los inmigrantes ilegales o de los trabajadores temporales, que no tienen derecho al seguro contra el desempleo.
El Wall Street Journal del 21 de mayo titula: «Según la FED, el shock económico del virus azota más duramente a las familias de renta baja».
Para la FED, en marzo, el 40% de las familias con renta anual inferior a 40 mil dólares ha experimentado la pérdida de un puesto de trabajo en familia, contra el 19% de aquellos que tienen una renta entre 40 y 100 mil dólares y el 13% de quien gana más de 100 mil. La crisis afecta más a los que poseen una renta más baja a finales de marzo, las familias afectadas por debajo de los 40 mil dólares serían 10 millones, de las que el 60% blancas, el 20% hispanas, el 16% negras, el 4% asiáticas.

Desempleados sin sanidad

«Millones de americanos perderán el seguro sanitario mientras el paro sube»,
escribe el Financia[ Times del 12 de mayo. Considerando a todos los miembros de las familias, en 2017 poseían la cobertura del seguro privado de la empresa 181 millones de americanos, de los cuales 141 millones blancos, 21 negros, 12 asiáticos y 27 hispanos. La suma de 201 millones no se corresponde con los efectivamente asegurados puesto que en las estadísticas muchos se cuentan dos veces. Explicamos el porqué.
El US Bureau of Census precisa que el concepto de «raza» utilizado en sus estadísticas no tiene base biológica; «no es científico o antropológico» sino cultural, en cuanto se basa en la autoidentificación de cada individuo sobre un formulario confidencial. Y a que los hijos de padres de «rala» diferente no saben cómo autoidentificarse, el Bureau ha introducido la posibilidad de hacerlo también con dos o más definiciones. Por ejemplo, Barack Obama, de madre blanca americana y de padre negro africano no americano, ¿ qué es?, ¿un blanco o un negro? Obama ha elegido ser negro, pero en la compilación del formulario podía identificarse como blanco, incluso teniendo la piel negra, o como blanco y negro. En Estados Unidos, muchos se autoidentifican con dos o más «razas»: de ahí un lío estadístico, porque muchos se cuentan dos veces y, cuando se hace la suma, siempre sale superior a la población total.
Según el Econornic Policy lnstitute del 14 de mayo, el 45% de los 36 millones que a finales de abril perdieron el puesto de trabajo perderán el EPHI (Employer Provided Health Insurance: el seguro sanitario proporcionado por su empleador); con lo cual, a los no asegurados ya existentes se madirían otros 16 millones de personas. En 2017, los que estaban sin seguro eran 28,5 millones, de los cuales 21 millones eran blancos, 4,5 negros, 1,4 asiáticos y 9,5 hispanos (la suma es de 36,4 millones por la razón explicada antes).
Por. debajo de los 40 mil dólares de renta anual hay 15 millones de familias blancas, 5 millones hispanas y 4 millones negras; en el lado opuesto, por encima de los 100 mil dólares hay 26 millones de familias blancas, 3 millones hispanas y 2 millones negras. La linea divisoria de pertenencia a diferentes clases sociales atraviesa la de la autoidentificación étnica.
En el Medicaid, el programa sanitario federal para quien tiene una: renta baja, en 2017, de 62 millones de inscritos, 42,2 (68%) eran blancos, 12,5 (20%) negros, 3,5 (6%) asiáticos y 18 (29%) hispanos. Como decíamos más arriba, la suma es 123% y no 100%, por la doble identificación de muchos.
«La burguesía ha arrancado el velo de tierno sentimentalismo que envolvía las relaciones de familia y las ha reducido a una mera relación de dinero» (Marx-Engels, El Manifiesto ). Las clases se definen no en base a categorías antropológicas sino a la cruda relación de dinero entre el sueldo y el capital. La crisis ha afectado seriamente a los asalariados y sea cual sea su autoidentificación subjetiva en blancos, negros, asiáticos, o hispanos, existe un interés objetivo único de contraposición al capital.

Vuelta a Marx


"Marx no es superado en Detroit", en 1967, fue el título de Lotta Comunista para un acontecimiento memorable, la lucha del proletariado negro en la capital americana del automóvil. La cuestión racial llevaba implícita la contradicción de clase; el centro de la lucha permanecía en las fábricas de las metrópolis en las potencias industrializadas, y no en los campos que en los mitos entonces en boga del maoísmo y del tercermundismo deberían haber rodeado estas ciudades. 
Medio siglo después, han cambiado muchas cosas, pero no ese principio de clase. La China del populismo campesino de Mao Zedong se ha vuelto una potencia económica que juega a la par con América y Europa; sus colosos industriales desafían a los del Occidente que antaño la habían subyugado, pero también cientos de millones de proletarios chinos se han sumado a nuestra clase mundial. La hora de una moderna lucha de clase hace tiempo que ha llegado también a las metrópolis de Asia: Marx no ha sido superado en Pekín, Shanghái, Wuhan, Cantón, así como en las otras inmensas con­centraciones urbanas de las nuevas potencias asiáticas. En los EE.UU., cincuenta años de desplazamientos sociales han hecho crecer a una burguesía negra y una clase media negra al lado del proletariado negro, pero esto no ha cambiado el hecho que la discriminación por el color de la piel continúe disfrazando la opresión de clase. En los barrios de las metrópolis americanas, la discriminación social es lo que tienen en común los nuevos flujos de inmigrantes nacidos en el extranjero con el proletariado afroamericano y las estratificaciones de asalariados blancos. Al final, incluso en Italia, España, Francia o Alemania durante décadas las metrópolis han cambiado su rostro: los trabajos más ingratos y los últimos peldaños de la escala salarial han sido confiados al proletariado inmigrante, y también la vieja Europa, que había conocido hasta los rostros del genocidio, ha redescubierto la vergüenza del racismo y de la xenofobia. 
Por tanto «Black Uves matter», cierto: las vidas de los negros cuentan, pero ¡atención a la denuncia hipócrita solo del racismo en casa de otros! Cuentan las vidas de las personas desesperadas que continúan ahogándose en el Mediterráneo, cuentan los obreros forzados a trabajar en condiciones inhuma­nas, cuentan los millones sin protección en la construcción, en las fábricas, en los almacenes y en los hoteles. La crisis de la pandemia secular solo ha revelado cuanto estaba bajo la mirada de todos, pero que nadie quería ver. J;:ntonces, enfrentarse a toda opresión y toda explotación significa volver a Marx. Significa redescubrir el principio de la unidad de clase, en la conciencia científica del comunismo .