Uno de Mayo de 2021

Uno de Mayo de 2021. Día del trabajador.

Internacionalismo proletario: Una elección de clase.

Más de dos mil millones de asalariados garantizan cada día la producción necesaria para el funcionamiento de todo el mundo. Por lo cual, necesitan una representación política a la altura: ¡El Internacionalismo proletario!
Esta es la política de los Círculos Internacionalistas: defensa de las condiciones de vida y de trabajo para unir a toda la clase obrera internacional en la lucha por una sociedad superior.
El internacionalismo y la lucha por una sociedad sin clases son la única vía para una sociedad verdaderamente humana y solidaria.

hoja que hemos elaborado para el 1 de mayo, que repartiremos en la manifestación que sale de glorieta Sasera a las 12.00 horas y termina en la Plaza del Pilar. 

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Observatorio de París

Las raíces de clase de la cuestión migratoria

Publicamos este artículo que aparece en el periódico de los compañeros franceses de "L 'Internationaliste ".

Desmintiendo lugares comunes sobre la centralización a la francesa, por el momento el gobierno ha adoptado una gestión regionalizada del recrudecimiento de la epidemia. Frente al aumento de la epidemia, el 18 de marzo se han decidido los confinamientos para 16 departamentos, entre los cuales el de la región de Ile­de France. Permanece el toque de queda para todo el territorio nacional. 
Emmanuel Macron se había opuesto a las presiones del Consejo científico y de una parte de la administración, rechazando desde finales de enero la hipótesis de un confinamiento generalizado. Apunta a la aceleración de la campaña de vacunación, en lo que se parece a una competición en velocidad contra el virus, para no necesitar cerrar todo el país. 

Una nueva caída de la natalidad 

Las consecuencias de la pandemia sobre el frente demográfico se han revelado en la prensa. Según Le Fígaro, en enero de 2021 el instituto de estadística nacional (lnsee) constata una caída de la natalidad de un 13% respecto al mismo mes del año precedente. «Los demógrafos lo saben bien, todas las crisis están acompañadas por una reducción de la natalidad», comenta el periódico. 
Sin embargo, el artículo se tiñe de un cierto pesimismo porque «esta caída de los nacimientos se inscribe en una tendencia iniciada hace diez años». Se trataría de un «baby-krach» contingente que se superpone a otro «baby-krach» de naturaleza estructural. 

Normalización europea 

En otra página de este periódico hemos escrito: «Francia tiene desde hace un siglo una política natalista, que sólo ha ralentizado la caída de la natalidad, pero sin conseguir invertir la tendencia a largo plazo» ("Políticas de población comparadas"). Estamos asistiendo a una normalización de Francia respecto a las principales tendencias europeas hacia el invierno demográfico. 
Si en el pasado, en el debate político público, la denominada "excepción francesa" sobre el frente de la natalidad ha servido regularmente para motivar ciertas retóricas patrióticas contra la inmigración, ahora este argumento pierde cada vez más solidez.
El artículo citado por Le Figaro, un periódico conservador, recoge la valoración de Laurent Chalard, experto en poblaciones: Francia se acerca «a un crecimiento demográfico cercano a cero» y se vuelve «dependiente del saldo migra­torio».
Todavía es complicado valorar en qué medida esta realidad objetiva, en la opinión pública francesa, pueda favorecer la puesta en acto de una ambiciosa política de inmigración para el imperialismo europeo. En el periódico de julio agosto de
2020 hemos escrito: «Es difícil decir si la "Europa fortaleza" será capaz de hacerlo» ("Las migraciones ayudan a sostener a la población europea").

Un viejo país de inmigración 

Aunque es cierto que la cuestión migratoria es actualmente una dimensión estratégica de la reestructuración europea para todas las metrópolis del continente, el tema de la baja natalidad no es nuevo, en una Francia que ha vivido una larga fase de estancamiento demográfico desde el siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial. En aquellas décadas se puso en marcha, más precozmente que en otros países europeos, una política activa de importación de mano de obra extranjera. Desde la primera industrialización, los inmigrantes han sido una parte esencial de nuestra clase en los sectores económicos clave. Un fenómeno que se ha am­pliado con el tiempo. 
En su "Inmigrantes y descendientes de inmigrantes. Retrato social de la Francia de 2020", el Insee indica que al inicio del siglo XX en la Francia metropolitana había 1,1 millones de inmigrantes. Su número ha pasado a 2,3 millones en 1954 y a 3,9 en 1975. Entre el 1975 y el 1999 la población inmigrante en Francia ha crecido moderadamente: su peso sobre la población total ha permanecido estable entorno al 7,3%, para posteriormente retomar el aumento desde 1999, llegando a 9,9% calculado para 2019. 
El criterio adoptado para definir el status de inmigrante es el de una persona no francesa, nacida en el extranjero y residente en Francia. 

Orígenes geográficos 

El instituto de estadística subraya que el 46% de los inmigrantes presentes actualmente en Francia ha nacido en países del continente africano: tres millones de personas, de los cuales dos millones son originarios del Magreb. Entre el 2009 y el 2019 se ha asistido a un crecimiento anual del 2,7% del número de inmigrantes provenientes de África; este incremento ha sido mayor por la procedencia de los países de África subsahariana ( 4,5% ). Se ha dado en este caso un cambio de tendencia: en 1975 el 66% de los inmigrantes en Francia provenía de Europa, contra el 34% del 2019.  
Señalamos que, si las raíces coloniales pueden explicar algunos flujos de pobla­ción, el motor objetivo del fenómeno de la inmigración africana reside en el vasto proceso de disgregación de campo y de urbanización en curso en el continente. 
Dado que, parte de los países de África están habitados por poblaciones musulmanas, esto da un carácter estructural a la presencia y a la extensión de esta confesión en el metabolismo social de las poblaciones europeas. Esta tendencia es remolcada por el imperialismo europeo golpeado por la caída de los nacimientos, pero representa uno de los elementos sobre los cuales se cristalizan los miedos reaccionarios de algunas capas medias. 

Observatorio de España

Continuamos enviando análisis sobre el estado Español.
Terremoto europeo en Madrid

Un mes desµes de las elecciones en Cataluña, los escasos resultados del Partido Popular (PP), del liberal Ciudadanos (Cs)ambos superados por la extrema derecha de Vox y de Unidas Podemos (UP), combinados con la compleja batalla en torno a los fondos del Next Generation EU (Ng-EU), han sacudido los esquemas políticos en el resto del país.
La apertura del líder popular Pablo Casado a negociar la renovación de las cúpulas de algunos poderes constitucionales, entre los cuales está el judicial, había puesto el foco de las tensiones en el interior de la coalición PSOE-UP que apoya al gobierno central. Pero a diferencia de la crisis italiana, iniciada en el parlamento nacional, en el Estado de las Autonomías los primeros en saltar han sido las estructuras territoriales. En la región de Madrid la presidenta Isabel Díaz Ayuso (PP), nuevo ídolo del aznarismo, corriente conservadora y atlantista que tiene como referencia al expresidente José María Aznar (1996-2004) y de la cual nació Vox, se apoyaba sobre una coalición de PP y Cs. Ayuso ha disuelto el parlamento regional y ha convocado elecciones anticipadas para el 4 de mayo, desencadenando, según la opinión unánime de la prensa, un «terremoto político».  

¿El último combate de Casado? 

En realidad el punto de ruptura ha sido Murcia, la región meridional que representa el 3% del PIB y de la población del país. Su economía, orientada sobre la agroindustria, se beneficia de la presencia de centros de producción industrial de grandes grupos, como los astilleros navales de la empresa estatal Navantia, la refinería de Repsol y la termoplástica de la empresa saudí Sabic (grupo Arameo).
Aquí el PP gobierna desde hace 25 años; desde 2019 en coalición con Cs y con el apoyo externo de Vox, que precisamente en Murcia fue el primer partido con un 28% de los votos. La misma fórmula se instauró en Madrid y en Andalucía, mientras en Castilla y León el PP y Ciudadanos obtuvieron la mayoría por sí solos. En Galicia, por el contrario, Alberto Núñez Feijóo, faro del marianismo, la corrien­te más europeísta encarnada por Mariano Rajo y (presidente del gobierno desde 2011 al 2018), es el único popular que gobierna en solitario. Las cinco regiones han constituido una base de poder territorial con la cual Casado ha podido compensar los malos resultados obtenidos en las últimas elecciones generales.  
Pero la performance catalana se ha combinado con un repunte de procesos por corrupción, hasta el punto que Casado ha decidido abandonar "Génova 13", la sede histórica de los populares desde 1982. «No debemos continuar en un edificio sobre cuya reforma se está investigando en los tribunales», ha sentenciado, buscando exorcizar el fantasma de décadas de escándalos descubiertos. 
El madrileño El Mundo ha recordado que «el aznarismo y el marianismo cometieron errores, algunos muy graves, pero prestaron un servicio inconmensurable a España. El casadismo, por el contrario, todavía debe dar resultados». En el marianista Voz de Galicia se ha empezado a airear un cambio en el «timón del partido». 

Operación Ciudadanos 

Cs, sin embargo, no preside ninguna región. En Murcia, donde tiene 6 escaños sobre 45, ha presentado con apoyo del PSOE una moción de censura contra el PP para obtener la presidencia, motivándola con la corrupción y el escándalo de los políticos que se han saltado la cola de vacunación, vicio extendido desde Lisboa hasta los Pirineos. Esto le concedería un papel político en el debate, ya en fase avanzada, sobre el reparto territorial y la gestión de los fondos Ng-Eu. 
Pocos días antes, en Martorell (Barcelona) el rey Felipe VI participó en el 70º aniversario de la fábrica SEAT, del grupo alemán Volkswagen (VW), primer productor europeo de automóviles. Ha sido la el momento para lanzar el primer PERTE (proyecto estratégico para la recuperación y la transformación económica) del gobierno central para distribuir los fondos europeos. El gobierno, junto a VW y al grupo eléctrico Iberdrola, una de las Siete hermanas de las renovables, se compromete a constituir un consorcio público privado para el desarrollo del coche eléctrico, incluyendo la construcción de una fábrica de baterías. Un proyecto capaz de estimular los complejos apetitos de la burguesía de Cataluña, «una tierra ha remarcado el monarca hablando en catalán que representa el espíritu global, audaz y emprendedor». 
Pero es sólo el primero de una lista de proyectos que aspiran al Ng-Eu. Iberdrola proyecta otra fábrica de baterías en Vigo, en Galicia, donde está presente el grupo Stellantis, mientras en Extremadura, que tendría el segundo mayor yacimiento europeo de litio, metal esencial para las baterías, empieza a crecer el interés por explotar in situ el nuevo oro blanco. 
Otro capítulo es la producción y distribución del hidrógeno verde. Los primeros hidrogeneradores españoles habrían sido instalados por Iberdrola y Sener, en colaboración con el grupo belga John Cockerill, en el País Vasco. En Valencia el proyecto H2Ports, en el cual participan también los gigantes del shipping MSC y la italiana Grimaldi Group, apunta a convertir la ciudad en «en el primer enlace portuario europeo con maquinaria de hidrógeno para el movimiento de mercancías». En Murcia un grupo de empresas ha creado una asociación propia del hidrógeno (AHMUR) y Naturgy, líder de las multiservicios de origen catalán, aspira a incluirla en su red de hidrogeneradores. 
Esto ayuda a comprender la arriesgada apuesta de la operación Ciudadanos para presidir Murcia, que según Enrie Juliana, director adjunto de La Vanguardia, ha sido «claramente auspiciada por el estado mayor socialista». 

La guerra de las vacunas

El 2 de marzo comenzaron en Alemania las huelgas de advertencia de los metalúrgicos. Es la forma de acción que el derecho alemán permite en la fase inicial de las negociaciones para la renovación de un contrato: solo prevé paradas de grupos limitados de trabajadores, sin el voto de los miembros, necesario en cambio para procla­mar huelgas de mayor alcance. 
Uno de los sectores más organiza­dos de nuestra clase, con más de 3,8 millones de asalariados, está experimentando la dureza del enfrentamiento contractual en la era Covid. Las posiciones de partida son claramente opuestas. 

La lucha de los metalúrgicos alemanes 

Stefan Wolf, presidente de Gesamt metall, expuso en Handelsblatt del 26 de febrero las intenciones de la asociación de industriales. El resumen figura en el título del artículo: «Este año no hay nada que distribuir». Y explica: «Primero debemos recuperarnos» y, para hacerlo, «hace falta un coste laboral más ventajoso y más flexibilidad». Excluye la posibilidad de reducciones de horas para «dividir el trabajo en varias cabezas». Por el contrario, la exigencia es la de excepciones automáticas del convenio nacional, porque «en ciertas situaciones es necesario actuar rápidamente», sin pasar por las negociaciones, «a menudo largas», con el sindicato.
Desde el frente opuesto IG Metall reitera su petición de un aumento del 4%, que puede utilizarse para reforzar los salarios o, en las empresas en reestructuración, para financiar medidas de salvaguardia de los puestos de trabajo, como la semana laboral de cuatro días. Johann Horn, jefe del sindicato en Baviera, rechaza la solicitud de derogaciones automáticas, afirmando «que está fuera de discusión para nosotros hacer variables los compo­nentes esenciales de la renta según la situación económica de la empresa» ( comunicado del 26 de febrero). 
El diario económico Handelsblatt (3 de marzo) "sugiere", sin embargo, que se juegue el resultado de la controversia justamente sobre la "variabilidad". Admite que el sindicato no puede aceptar otro Nullrunde, una renovación sin dinero, después de lo «engullido» en 2020 debido a la pandemia. Entre los efectos habría habido también una disminución del 2% de los inscritos a IG Metall. Frente a varios grandes grupos que distribuyen dividendos a los accionistas (por ejemplo, Daimler), el aumento salarial tiene sentido. Pero aquí está la cuestión, no para todas las empresas: se debería trabajar en la «diferenciación en el convenio colectivo», con un ojo puesto en las pequeñas y medianas empresas en dificultades. 

Test europeo 

La renovación del convenio de los metalúrgicos alemanes es por tanto un test sobre la capacidad de resistencia unitaria de la clase en la difícil situación actual. Y a hemos visto el resultado del choque contractual similar en Italia: un aumento salarial diluido durante más de cuatro años y absorbible en los "supermínimos", hasta el punto que puede anularse para capas amplias de trabajadores, obreros especializados y empleados. 
Ciertamente, la sucesión temporal de las dos controversias plantea inevitablemente una pregunta: ¿por qué los trabajadores de la misma categoría industrial, en Italia y en Alemania o en cualquier otro Estado europeo, luchan divididos en objetivos análogos? Es el problema de la falta de un verdadero sindicato europeo, y es también un factor evidente del debilitamiento de la fuerza contractual de los trabajadores.

Fuerza decreciente 

La pandemia, por otra parte, llega a los cuarenta años en que la fuerza sindi­cal ha ido disminuyendo. Lo ilustra el documento "Los sindicatos en transición", elaborado por la OIT, la Organización Internacional del Trabajo: un estudio sobre las tendencias a largo plazo. El sindicato paga indudablemente el declive del empleo manufacturero en los países avanzados, sector en el que históricamen­te su presencia ha sido más fuerte. Pero a esta cifra se suma la disminución de la sindicalización en las empresas manufactureras presentes de todos modos: en Europa Occidental continental ( que incluye los grandes países de Alemania, Francia, Italia y España) la misma pasó del 43 al 24% entre 1980 y 2017. 
Un factor "subjetivo" se añade a uno "objetivo": ¿en qué proporción? La OIT realiza una evaluación global de los sindicatos de la industria en 18 países de la OCDE: en unos 40 años han perdido 20 millones de miembros, una cuarta parte de los que tenían, pero la pérdida se de bió en un tercio a la pérdida de los puestos de trabajo y en los otros dos tercios a la disminución de la tasa de inscripción. Este también es el índice de un margen en el que se puede trabajar para subir. 
Un factor que pesa en esta evolución es el recambio generacional: cada año, en los países avanzados, los sindicatos deben sustituir entre el 3 y el 4% de sus miembros. Pero los recién llegados en la última década tienen una sindicalización igual a un cuarto de la de los salientes, que llegaron al trabajo en los años Setenta. Es un dato diferenciado: en Alemania se pasa del 25 al 15%, en Italia del 35 al 8, en España del 30 al 5 y en Francia del 15% a menos del 5%. El resultado es, sin embargo, inequívoco: «La edad media de los afiliados a los sindicatos en los países europeos ha aumentado a 45 años y, por término medio, el 20% de todos los a??lia­dos tiene más de 55 años, sin incluir a los pensionistas». 

Recambio generacional 

Que los jóvenes estén menos sin­dicalizados es un problema abierto. Un factor señalado es la extensión del trabajo atípico, muy extendido entre los recién contratados: por ejemplo, la tasa media de sindicalización de los trabajadores temporales es menos de la mitad de los trabajadores permanentes, 14 frente al 30%. 
Hay que considerar también la presencia de muchos jóvenes inmi­grantes, entre los cuales la sindicalización es por término medio inferior a un cuarto. Y los trabajadores inmigrantes, señala la OIT, «entre 2003 y 2013 contribuyeron al aumento de la mano de obra en un 70% y en un 47%en Estados Unidos». Un componente realmente decisivo para nuestra clase. 
El documento concluye trazando algunas hipótesis, entre ellas la de «revitalización» de los sindicatos. A este respecto, el elemento clave es la duplicación de las tasas de adhesión de los jóvenes menores de 30 años: del 11 al 22%. Entre las herramientas "recomendadas" está el proselitismo anticipado en las escuelas profesionales y en las universidades, antes de entrar en el mundo del trabajo. Una vía ya iniciada por IG Metall en Alemania, donde se practica la formación dual, que combina estudio y trabajo. No en vano, la situación de los aprendices y de los es­tudiantes duales es un punto central de la renovación contractual en curso.

Jóvenes comunistas

Reclutar jóvenes es una perspectiva que, incluso para un sindicato, requiere visión estratégica y organización, dotes en las que algunos sectores sindicales 
no parecen sobresalir. Y el mundo laboral está destinado a cambiar todav1a 
más después de la pandemia. Algunas ideas provienen del estudio McKinsey "El futuro del trabajo después del Co­vid-19", sobre las mutaciones previstas en algunos grandes Estados. En 2030, en Alemania, 10,4 millones de trabajadores tendrán que adquirir nuevas capacidades cambiar de profesión bajo la presión de los procesos de automatización y digitalización acelerados por la pandemia. En Francia serán 6,4 millones.

Pero éste es solo un aspecto del cambio, porque el mundo entero cambiará, en el fuego de las tensiones que animarán la contienda mundial de los nuevos años Veinte. La organización para la defensa del salario y de las condiciones de trabajo solo puede ser una parte de un compromiso que mira al futuro de toda la sociedad, a la lucha por una forma superior de convivencia humana. Los jóvenes pueden sentirse atraídos, porque precisamente los jóvenes serán los protagonistas.