Guerrra y reparto

Las regiones entre el Báltico y el Mar Negro están empapadas de sangre de guerras y repartos, en la contienda histórica entre la potencia alemana, el imperio ruso, el austrohúngaro y el otomano. En el siglo XX, los repartos del imperialismo han retomado el surco de esas fallas seculares. 
La misión de Kiev de Emmanuel Macron, Mario Draghi y Olaf Scholz pasará a la historia por haber abierto a Ucrania el camino hacia la UE. Harán falta años, habrá que tener en cuenta las tormentas de un Consejo europeo confederado donde se decide por unanimidad, serán muchas las condiciones que Kiev tendrá que respetar, pero el camino está marcado. He aquí el reparto de Ucrania, entre el imperialismo ruso y el imperialismo europeo, mientras los cañones no dejan de sonar: el Este asegurado a Moscú por vía militar y el Oeste capturado por la Unión por los flujos de capital y del mercado único, además de la asistencia militar a Kiev. 
La conferencia de Y alta, en 1945, sancionó la división entre la influencia estadounidense y la influencia rusa de una Europa arrollada por la catástrofe bélica, en un verdadero reparto entre los EE.UU. y la URSS, donde los Estados Unidos apoyaban de facto la debilidad de Rusia con el fin de mantener a Alemania y Europa divididas. 
Con la implosión de la URSS y la disolución de su esfera de influencia, entre 1989 y 1991, aparece un nuevo reparto: a lo largo de los años Noventa y los primeros años Dosmil, en oleadas, el Este de Europa se ha adherido a la OTAN y a la Unión Europea. Quedaban las zonas grises de esa división. En los Balcanes, Yugoslavia se ha disgregado entre incendios devastadores: aún arden algunas brasas, pero la mayoría de la zona está en la UE o ha iniciado el recorrido de adhesión. En Ucrania, Moldavia, Georgia, todas repúblicas que hasta 1991 habían formado parte de la URSS, la influencia europea se superpone al vecino exterior de Rusia. El nuevo juego estadounidense, compinchado con la oposición polaca y báltica, ha impedido que la solución fuera una especie de condominio entre Rusia y Europa; la agresión rusa ha hecho prevalecer una masacre al estilo balcánico sobre la hipótesis de neutralidad y de un grupo de Estados cojín. 
Con lo cual, el reparto ucraniano seguirá siendo un resultado envenenado. La UE pretende extenderse hasta Kiev y Odessa, sobre tierras históricas del imperio ruso, a lo largo de una falla sísmica destinada a permanecer en movimiento. Moldavia, avisan desde Moscú, será la nueva Ucrania. No ha terminado, y será así durante muchos años. El Internacionalismo comunista sigue siendo el único camino. 

"El impacto de la crisis ucraniana sobre el mundo laboral" es el título de un documento publicado el 11 de mayo por la OIT, la Organización Internacional del Trabajo. Son las primeras valoraciones sobre el coste económico de la guerra para nuestra clase, que obviamente se suma al trágico tributo en vidas humanas. 

El coste de la guerra para nuestra clase 

Los primeros en pagar son naturalmente los trabajadores ucranianos, con la pérdida de 4,8 millones de puestos de trabajo, el 30% de los 16 millones de antes de la guerra. También se considera que, de los más de 5 millones de ucranianos que han salido del país, unos 2,75 millones están en edad de trabajar y, de estos, 1,2 millones estaban efectivamente ocupados ames de huir, casi la mitad en tareas cualificadas. Después se tienen en cuenta 7,7 millones de desplazados en Ucrania, hacia las zonas no afectadas por los combates. La estimación completa de la OIT es que el 70% de la población ha sufrido el impacto de las hostilidades.