Industria bélica y defensa europea

Se reanuda la carrera de los portaaviones

«El mundo ahora es hoy más peligroso que hace veinticinco años escribe Patrick Hébrard en un documento de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS)- la prospectiva de una guerra. que se había alejado, reaparece improvisadamente entre las posibilidades con el regreso del nacionalismo 
y la exacerbación de los antagonismos». Francia, prosigue el autor, está presente, en los océanos Atlántico, Pacífico e Indico; «por lo tanto. su defensa y la del continente europeo comienzan mar adentro», porque la afirmación de la soberanía «implica la presencia en estas zonas para conocer. prevenir, disuadir e intervenir» ("Pérennité du groupe aéronaval: enjeux stratégiques et industriels", 10 de agosto de 2017).

Jacquerie amarilla y los chalecos verdes enrolados en la contienda mundial


3. Observatorio de París

Publicamos este artículo que aparece en el periódico de los compañeros franceses de "L' Internationaliste ".

Mientras se cierra el "gran debate" abierto por Emmanuel Macron, los chalecos amarillos van a la prórroga. A medida que la ya escasa participación en las manifestaciones se debilita, salen más a la luz las expresiones más retrógradas del movimiento. Los intereses de los medios de comunicación se han desplazado hacia la campaña lanzada por la presidencia, y la jacquerie amarilla solo consigue atraer las cámaras de televisión con los excesos antisemitas o nacional-populistas. 
Uno de los personajes más representativos del movimiento, Christophe Chalencon, potencial candidato en las europeas, se ha reunido con el vicepresidente del Consejo de Ministros italiano y dirigente del Movimiento 5 Estrellas Luigi di Maio en Montargis, no sin antes instar al antiguo Jefe de Estado Mayor Pierre de Villiers a "tomar el poder". La tradición francesa del igualitarismo siempre ha suscitado las esperanzas en un hombre de la Providencia, contrapuesto a los privilegiados. El general George Boulanger abrió el baile en los albores del siglo del imperialismo. 

La cuestión del siglo


China es la cuestión del siglo y a uno se le quitan los ánimos viendo su política que reduce dicho país a un intercambio de represalias entre vicepresidentes o subsecretarios. En realidad, se ha abierto una contienda descarada, hecha de choques y de alianzas entre los gigantes del capital y entre sus Estados. Un frente es el económico. Por la Ruta de la Seda corren inversiones de miles de millones; centenares de acuerdos son la red objetiva de influencia; un partido chino aparece por doquier, en cada país que está atravesado por él, al lado de cada industria implicada o en cada puerto. En unos pocos años, la batalla del coche eléctrico, que ha partido de China pero ha sido relanzada en Alemania, verá una inversión de al menos 1 billón, para las nuevas columnas de suministro eléctrico, nuevos modelos, nuevas redes "inteligentes". Pero es suficiente una fracción de ese flujo de miles de millones también para nuevas lobby, nuevas corrientes en los partidos, nuevas ideologías. Entonces aparecen los chalecos verdes contra los chalecos amarillos, y vemos a China pillar a todos desprevenidos con los mitos del chanchullo ecológico. Antes era el blanco de todos, ahora está en la ofensiva: coche limpio y high tech del desarrollo sostenible. Hay también un frente más político, que tiene que ver con la contienda de potencia y con los dilemas de Europa. Desde hace unos años los soberanistas prosperan en las urnas aprovechando los miedos de la pequeña burguesía y los estratos intermedios; es el populismo propietario de poblaciones prósperas pero envejecidas. La crisis de 2008 hizo entrever el espectro del declive; la inmigración se ha vuelto el chivo expiatorio para identidades vacilantes. Para la clase dominante y su política, es un problema. A decir verdad, al gran capital no le importa un bledo de los temblores de pequeños y pequeñísimos capitales y de las psicologías sociales de la protección soberanista. En el mundo se enfrentan gigantes con dimensiones de continentes y sirven nuevos mitos para mover las masas, aunque, a fin de cuentas, hay que empezar por esos miedos.
He aquí que empiezan a burbujear las ideologías para operaciones políticas sin precedentes. La Europa que protege contra las intrusiones externas, la Europa soberana contra una China coloso autoritario: hace falta un gran miedo para poner en vereda y hasta reclutar a los traficantes de pequeños temores. Para nuestra clase, en cambio, hace falta la ciencia marxista y la organización para no caer en las nuevas trampas de la ideología imperialista.
Hemos escrito que el paso al coche eléctrico instaura un «cambio de paradigma»: por lo tanto, es inevitable que ataña de manera directa al mundo del trabajo asalariado. Será igualmente inevitable la apertura de una brecha a la influencia sobre los trabajadores y a los intentos de utilizarlos por parte de grandes grupos en sus luchas de competencia. Para rechazarlos, es preciso establecer algunos puntos firmes.