Los Leopard y la rana

Parece que una rana está intentando escapar del agua hirviendo, aunque metida en un cazo calentado poco a poco su instinto de autodefensa la lleva a quedarse en el fondo, terminando cocida. Precisamente la rana hervida. Sería la táctica de quienes en la OTAN quieren elevar poco a poco el nivel del aprovisionamiento bélico a Kiev, calculando que Moscú tiene pocas posibilidades de reaccionar. La disputa sobre los Leopard 2 está anclada aquí. Ha crecido la presión sobre Alemania para que enviase esos tanques a Ucrania; Berlín se ha resistido, poniéndole a Washington la condición de que los EE.UU. hicieran lo mismo con sus tanques Abrams, y lo ha conseguido. No es sólo la renuencia por el peso de la historia, cuando durante la Segunda Guerra Mundial los pánzer alemanes surcaron aquellas llanuras contra la URSS, en la Operación Barbarroja. ¿Quién dice que Moscú no pase a considerar a Alemania y los otros que colaborarán (se anuncian Francia, Polonia, Gran Bretaña, los países bálticos, Finlandia, España, Holanda) como co-beligerantes con Kiev? Berlín quiere la garantía de que la seguridad de Europa sea indivisible con la implicación de los Estados Unidos. Hace cuarenta años la batalla de los euromisiles fue parecida; no obstante, hoy hay una guerra abierta, Moscú piensa que están cuestionados sus intereses vitales y es arduo pensar que se pueda obligar a negociar. Si se comprende el juego del imperialismo americano contra el imperialismo ruso, donde muchos habrían querido empujar solamente a Europa en primera línea, impacta el coro del intervencionismo entre los partidos y en las televisiones del Viejo Continente. Ahora mismo los Leopard 2 son un tema de los talk show, casi como si no hubiera una danza cada vez más cercana al borde del abismo, desafiando como un bluff la propia amenaza nuclear rusa. En el abanico de fuerzas del imperialismo europeo en déficit de centralización, no sólo pesa la intrusión americana o la arraigada aversión a Rusia de la Europa del Este; el hecho es que muchos olfatean la oportunidad para el rearme, comenzando por las propias Berlín y París. 

Al mismo tiempo, mientras se preparan nuevas ofensivas en primavera, el conflicto se ha congelado en una parálisis con condiciones horribles: las ciudades bombardeadas por misiles y atenazadas por el frío y los cortes de electricidad; los reclutas rusos mandados a la masacre para completar la conquista del Donbás.  

Más que nunca, una estrategia comunista e internacionalista es la única vía: oposición revolucionaria a todos los imperialismos y a todos los nacionalismos; unidad del proletariado ucraniano y ruso, y de todos los países. 


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