China y el Vaticano en un orden que vacila

Hace dos años definimos el acuerdo entre Pekín y el Vaticano sobre el nombramiento de los obispos como un «punto de inflexión histórico» de alcance secular. El acuerdo, que se produjo en «un momento de áspero enfrentamiento sobre el ascenso de China a potencia global», marcó la «contienda multipolar». Hoy, la renovación de ese acuerdo todavía definido como «provisional»- se lleva a cabo superando fuertes resistencias, dentro y fuera de la Iglesia, mientras que el enfrentamiento en ascenso de China ha subido de nivel. 
La pandemia secular azota con su carga de vidas humanas, pero la «batalla por la recuperación» ya ha comenzado, con implicaciones decisivas en el enfrentamiento estratégico entre las potencias. Sea cual sea el resultado de las presidenciales estadounidenses, según la valoración de Le Monde, la tensión entre Washington y Pekín «no se aplacará por sí sola». Los europeos parecen dispuestos a dejar de lado «la ingenuidad» que han demostrado en los últimos años, para adoptar un lenguaje más decisivo. En cuanto a China, señala el diario francés, se está recuperando más rápido de la crisis. Esto le permite «anotar puntos» respecto al objetivo de convertirse en la mayor potencia económica, pero su «éxito relativo» promete reavivar una «guerra comercial» de dimensión, esta vez, «mundial».

Hostilidad americana 

En esa. situación, la oposición de la Administración estadounidense se ha manifestado pisoteando toda etiqueta diplomática. Si el Vaticano renovara el acuerdo provisional, escribió Mike Pompeo en First Things, una revista cristiana conservadora, «pondría en peligro su autoridad moral». La «intimidación», así la ha definido «Avvenire», ha llegado tarde. La campaña electoral para las elecciones presidenciales, período en el que se deja de lado todo código de conducta, no solo diplomático, puede decir mucho sobre las formas elegidas, pero no es el único aspecto a considerar. Los ámbitos bergoglianos han denunciado durante mucho tiempo el uso político de la religión, y el cristianismo se ha vuelto a proponer como «núcleo duro» de la civilización occidental en apoyo de «estrategias políticas de la Administración estadounidense» (Andrea Tornielli, Gianni Valente, Il giorno del giudizio, Piemme, 2018). 
Por añadidura, no faltan los imitadores italianos, más o menos torpes. Es poco plausible la hipótesis de el Secretario de Estado americano se pusiera el objetivo de hacer descarrilar el acuerdo, aunque, tal y como anota Massimo Franco, en septiembre de 2018, la conciencia vaticana de las «fuertes perplejidades» de la presidencia Trump empujó a Roma y a Pekín a dar una aceleración, por el miedo a que Washington «pudiese desbaratarlo» (L'enigma Bergoglio, Solferíno, 2020).Como mínimo, el episodio se engloba en la acción constante de la Administración americana dirigida a desligitimar el acuerdo.