Rompecabezas de la globalización

Los falsos comienzos de la cooperación internacional

La guerra en Ucrania continua sem­brando muerte, destrucción y atrocidades, mientras la guerra económica conducida con sanciones y represalias extiende el ra­dio de acción a través de los millones de refugiados, los cortes de las cadenas de suministro y el encarecimiento de la ener­gía, con la inflación que desde la energía se reverbera a larga escala a toda mercancía y servicio de primera necesidad. Se añade la amenaza de una crisis alimenticia que P,rivaría el mediterráneo, Oriente Medio y Africa de al menos 20 millones de tone­ladas de grano ucraniano bloqueado en el Mar Negro, aumentando el número de los condenados de la tierra, los 700 millones de personas que según el Banco Mundial viven en extrema pobreza y que siempre están hambrientos. 23 países, entre los cuales están la India, Egipto e Indonesia, se protegen prohibiendo la exportación de cereales. Un estudio del Bruegel estima que bloqueos y prohibiciones mantienen aprisionados un sexto de las calorías movilizadas por el comercio mundial. 
No está claro en qué medida todo esto está comprendido en los cálculos de los meteorólogos del ciclo. Todos los baróme­tros de la economía marcan, en la primera mitad de junio, recortes sustanciales en el crecimiento y alta inflación. Los efectos de la guerra se suman a los efectos de la pandemia, agudizados por los largos lockdown chinos. Respecto a la extraordinaria recupe­ración de 2021, tras el año del Covid-19, el Banco Mundial y la OCDE disminuyen la previsión de crecimiento global, que perma­nece cercana al 3% en 2022 y en 2023, y re­ducen en un tercio la tasa de crecimiento de inflación prevista en los países avanzados, del 4,4 al 8,8%. En los EE.UU. la esperanza de «aterrizaje suave» pierde terreno. Los temores de una recesión crecen junto a la voluntad de la FED de erradicar la inflación.

Hipótesis de recesión 

Lawrence Summers considera muy probable una recesión estadounidense: «Dada la inflación del 8% y el desempleo que permanece bajo el 4%, los datos his­tóricos sugieren una altísima probabilidad de recesión en los próximos 12-24 meses». El exsecretario del Tesoro piensa que los ejemplos de «sofc landing>> (en 1965, 1984 y 1994), indicados para apuntalar el opti­mismo de la FED, no son válidos: en esas crisis no habían importantes shocks de oferta como las generadas por la pandemia y por la guerra; el mercado laboral no es­taba "restringido" como hoy; los tipos de interés eran superiores a las tasas de inflación, porque la FED se había movilizado anticipadamente. 
Jasan Furman, exjefe de los consejeros económicos de Barack Obama, considera que la posibilidad de evitar una recesión depende de la resistencia del consumo pri­vado que, a su vez, se apoya sobre los aho­rros acumulados en la pandemia. ¿Podrán estos ahorros compensar el encarecimiento de los precios, el dinero y las hipotecas?¿ Y harán retroceder las mayores tasas la infla­ción? Furman parece escéptico. 
The Economist considera probable una recesión estadounidense para 2024: será relativamente suave, pero acentuará alguna fragilidad. Los países emergentes y los PVD, debilitados por la inflación y por la crisis alimenticia, sufrirán también la caí­da de las exportaciones por una recesión de los EE.UU., mientras que la fuerza del dólar agravará el servicio de la deuda; Wall Street, que ya ha perdido el 15% de su capitalización, podrá actuar de manera im­predecible al encarecimiento de los capita­les tras diez años de crédito casi gratuito, a menudo en los sectores vinculados a los bancos-sombra, cuyas actividades superan hoy las del sistema bancario regulado; finalmente, una recesión que se superpusiera a la campaña electoral de 2024 alimentaría una venenosa batalla política que requeriría que la FED se involucrase. 
Los principales economistas de Deutsche Bank (David Folkerts-Landau, Peter Hooper, Jim Reid) consideran que una combinación de factores estructurales, del mercado laboral,. psicológicos, errores de la FED- mantendrá alta la inflación y conducirá la economía de los EE.UU. a una «significaLiva recesión a finales de 2023, con una tasa de desempleo que crecerá algunos puntos porcentuales». 

Michael Spence, premio Nobel de Economía, y Jane Fraser, jefe de Citigroup, piensan que una recesión es más probable en Europa que en los EE.UU. Kenneth Rogoff, execonomista jefe del FM1, alarga el campo: actualmente «las probabilidades de recesión en Europa, en los Estados Unidos y en China son significacivas y en aumento y un colapso en una región aumentará las probabilidades de colapso en las oLras». 

La lucha contra el coronavirus

Los falsos comienzos de la cooperación internacional

La primera Conferencia Sanitaria In­ternacional se realizó en París en 1851, impulsando una larga serie de intentos de cooperación en la lucha contra las epidemias. En Europa, el cólera había sustituido a la peste y la viruela como enfermedad más temida. A lo largo del siglo XIX se sucedieron seis pan­demias que golpearon a Asia, Europa y Norte América. Guerras coloniales y movimientos de tropas, aumento de los comercios y transportes marítimos y terrestres más rápidos llevaron el conta­gio fuera de las fronteras de la India. En Occidente halló condiciones favorables. 
Tal y como escribe el historiador de la medicina Frank Snowden, la revolución industrial creó el ambiente ideal para su difusión: «urbanización caótica», «barrios degradados y abarrota­dos con agua suministrada de manera insuficiente y discontinua, malas construcciones, alimentación inadecuada,suciedad omnipresente y ausencia de alcantarillas» (Scoria delle epidemie, LEC Edizioni, 2020). Son las condiciones en las cuales las masas proletarias estaban obligadas a vivir, descritas magistralmente por Friedrich Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. 

Enfermedades sociales 

Sin embargo, la mejora de las con­diciones de vida de la población no fue el tema central de la Conferencia ni de las siguientes. Cuando estalló la primera pandemia en los años Treinta del siglo XIX, los Estados reaccionaron con la imposición de medidas coercitivas, tales como los cordones sanitarios y las cuarentenas, con el intento de impedir la importación de la enfermedad. Después, hubo una variedad de reglas sanitarias y de normas las restrictivas, sobre todo para los viajeros. Fue la preocupación de reducir al mínimo los daños causados al comercio internacional lo que impulsó la búsqueda de acuerdos para reglar y umformar las medidas de cuarentena principalmente marítima. Con este proposito se convoco la primera Conferencia, que duró seis meses y en la que part1c1paron 12 paises europeos más Turquía: Italia, todavía dividida, participo con cuatro Estados.

Los delegados eran dos por cada Estado, un médico y un diplomático quienes «ignoraban completamente la etiología [las causas] y las modalidades de transmisión de las enfermedades de las que hablaban», escribe Norman Howard-Jones en Les bases scientifiques des Conferences sanitaires internacionales 1851-1938 (Organisation mondiale de la Santé, Geneve, 1975). 
De las tres enfermedades que se estaban examinando peste, fiebre amarilla y cólera era solo esta última la que representaba una amenaza real. El bacilo del cólera aún no había sido descubierto; su causa y las modalidades de su transmisión seguían siendo desconoci­das y eran objeto de discusiones encar­nizadas. En muchos países dominaban las teorías "anticontagionistas", como la "teoría miasmática'', que contempla­ban exhalaciones venenosas del suelo hediondo como causa de la enfermedad. Negar la transmisibilidad del cólera de hombre a hombre apoyaba la oposi­ción a las medidas de cuarentena, con la potencia marítima británica entre los más inamovibles adversarios de los "se­cuestros" de las embarcaciones, como defensa de la libre navegación contra prácticas consideradas inútiles y sobre todo «desastrosas para el comercio». 
En general, en los países de Europa septentrional eran más fuertes las teorías anticontagionistas, mientras que los países del área mediterránea, más "que­mados" por la peste, eran propensos a admitir el contagio y a imponer las cua­rentenas marítimas (William McNeill, La pesce en la historia, Einaudi, 1981). 

En la primera Conferencia, el de­legado austriaco, un médico, afirmó que. mientras la peste azotaba a todos indistintamente, el cólera se cobraba víctimas sobre todo entre los inmoderados, especialmente los bebedores, los libertinos, los viejos decrépitos, los de­bilitados por largas enfermedades» (los sujetos "frágiles" diríamos hoy en día). El morbo podía ser un esúmulo para cambiar los malos hábitos (N. Howard­Jones, op. cit.). 
Con su cinismo, estos representantes del establishment achacaban esta situación involuntariamente a las inhumanas condiciones de vida de las capas más pobres de la población. A diferencia de otras enfermedades, como la peste mis­ma que se difundía por todos los estra­tos sociales, el cólera de hecho era «un típico ejemplo de "enfermedad social", con la tendencia a afectar a los pobres en ambientes caracterizados por construcciones de mala calidad, suministro discontinuo de agua, superpoblación, suciedad, malnutrición y descuido» (F. Snowden, op. cit.). 

El rearme europeo incentivado por la guerra de ucrania

Las divisiones dentro de Europa, acentuadas durante el cuarto mes de la guerra en Ucrania, recuerdan las que se habían manifestado en 2003 entre los países de la Europa oriental, báltica y nórdica, favorable a la guerra en lrak y una Europa agrupada alrededor del eje franco-alemán que se oponía a dicho conflicto bélico. Esta división acabó por congelar los planes de defensa europeos en las dos décadas siguientes. 
Le Monde habla de una «inconfesa­ble euforia» de una parte de la Administración estadounidense que sueña con un «debilitamiento duradero de Rusia» (10 de mayo); al mismo tiempo, en la prensa flota en el aire la sospecha de que esta euforia esté motivada también por el sueño de dividir a Europa y de que se vuelva a producir el escenario de 2003. El eje franco alemán querría evitarlo y, al parecer, intenta utilizar la dinámica impulsada por el regreso de la guerra en Europa para dar pasos adelante en el rearme europeo y en la centraliza­ción institucional. Sin embargo, dada la amplitud de este rearme, con respecto a 2003 la iniciativa renana esta vez podría encontrar mayores dificultades para pre­sentarse como una oposición pacífica. 

Divisiones europeas

En una entrevista en el New York Ti­mes del 18 de mayo, Kaja Kallas, presi­denta de Estonia, declaró que «la paz no puede ser el objetivo final» de la guerra en Ucrania, refiriéndose al sufrimiento padecido por su país tras el final de la Segunda Guerra Mundial. «No veo otra solución sino una viccoria militar que podría poner fin a todo esto de una vez por codas»; de lo contrario «habrá una pausa de uno o dos años, luego codo se­guirá como anees». Por su parte, en la Bild del 9 de junio, el presidente polaco Andrzej Duda acusaba a Emmanuel Macron y a Olaf Scholz de condescendencia con Vladimir Putin, al seguir en contacto con el presidente ruso. Duda invitaba a no tener miedo del «chantaje» nuclear ruso: «El potencial nuclear de la OTAN y del mundo destrozaría a Rusia. Es un peligro para el mundo, aunque también Putin y Rusia lo saben». La historia centenaria de los respectivos paises (Estonia y Polonia), que fueron objeto de reparto entre las potencias, junto con su experiencia personal y familiar de lucha con­tra Rusia,. se ve reflejada en las declaraciones de los dos líderes. 
En cambio, el 4 de junio, en una en­trevista para la prensa regional francesa, Macron declaró: «No hay que humillar a Rusia, para que el día en que se acaben los combates se pueda construir una vía de escape mediante los canales diplo­máticos». Por su lado, Scholz es mucho más esquivo, y describe así en el Bun­destag el objetivo de la guerra en Ucra­nia: «Rusia no puede ganar, Ucrania debe seguir existiendo» (19 de mayo). El cancillerse defiende de las criticas segun las cuales estaria retrasando las entregas de armas a Ucrania, diciendo que Alemania hace tantos esfuerzos como sus aliados y que se debe evitar que la OTAN se vuelva cobeligerante. Pero sus argumentos no convencen del todo a los detractores. 

El debate alemán 

Die Zeit le reprocha al canciller una falta de claridad que alimenta la sospe­cha de que Alemania no esté ayudando bastante a Ucrania, en el intento de em­pujar a Kiev a que acepte concesiones a cambio de ·un rápido alto el fuego. «No tiene que decir necesariamente que Ucrania debe ganar, aunque debería decir claramente lo que quiere» (2 de junio). Der Spiegel lamenta: «La ruptu­ra en la política exterior -anunciada por Scholz el 27 de febrero durante su famo­so discurso sobre el Zeitenwende (cam­bio de época)-no ha tenido consecuen­cias hasta ahora». El periódico semanal reconoce que, «cuando Alemania, el gi­gante en medio de Europa, se mueve, las ventanas de codo el continente se echan a temblar» y que durante mucho tiempo esto no ha hecho presagiar «nada bue­no». Sin embargo, esta vez «el coloso debe moverse» (11 de junio). Contra­riamente a lo que escribe Der Spiegel, el Zeitenwende anunciado por Scholz ya ha tenido una gran consecuencia: el Bundestag y el Bundesrat han aprobado por amplia mayoría el fondo especial de 100 mil millones de euros para las fuerzas armadas alemanas. Pero también sobre este punto se escuchan críticas: Frankfurter Allgemeine Zeitung denun­cia la ausencia de un «concepto gene­ral» en base al cual gastar este dinero. El periódico conservador concluye que el fondo de 100 mil millones «no puede sino ser un comienzo» (7 de junio). 
En realidad, la creación del fondo especial para las fuerzas armadas demuestra que Alemania sí se está moviendo. Sin embargo, es normal preguntarse si la ambigüedad de Scholz no es una elec­ción adrede para poder moverse sin que «las ventanas se echen a temblar». 
Una voz imponante que apoya al canciller socialdemócrata es la de Ange­la Merkel. Seis meses después del final de sus dieciséis años de "reinado" como canciller alemana, ha vuelto a la escena pública. En una intervención en el teatro Berliner Ensemble, transmitida en directo por televisión, ha expresado su confianza en el gobierno actual. Merkel ha aprovechado para defender su política hacia Rusia. «Europa y Rusia son vecinas,no podemos ignorarnos completamente. Tampoco va a ser posible en el futuro». De esta forma, legitima el hecho de no haber interrumpido nunca los contactos con Moscú. Justifica su rechazo de la adhesión de Ucrania a la OTAN en 2008 afirmando que Putin lo habría considerado «una declaración de guerra». En cuanto a su implicación en las negociaciones para los acuerdos de Minsk, considera que estos han tenido el mérito de haber dado a Ucrania siete años de relativa calma durante los cuales el país ha podido reforzarse. 
La ex canciller cristiano demócrata ha rechazado las acusaciones de ingenuidad para con Rusia, subrayando que tras la anexión de Crimea en 2014 apoyó las sanciones contra Moscú y aumentó asimismo el presupuesto militar de Ale­mania de 32 a 50 mil millones de euros, un nivel similar al francés y al británico. Merkel ha añadido que habría deseado ul­teriores refuerzos, incluida la ac;!quisición de drones armados, pero que estos habían sido bloqueados por el panner de su coali­ción de gobierno, el SPD. Para Le Monde esta sería una manera de decir que «el se­ñor Scholz, prometiendo a finales de fe­brero que Alemania alcanzará el umbral del 2%, prácticamente está haciendo tan solo lo que ella misma hubiera querido» (11 de junio). Merkel concluye afinnando que, ahora, contra Rusia se tendrá que usar la disuasión militar: «Es el único len­guaje que Putin entiende».