Por la unidad de lucha del obrero europeo


El periódico Il Sole-24 Ore del 30 de junio escribe que el Banco Central Europeo ha hecho un assist a los sindicatos, aunque estos no han sido capaces de recogerlo. Se refiere a la alerta que Mario Draghi ha lan­zado más de una vez, y que hemos comentado en estas columnas, sobre una dinámica salarial demasiado lenta en la eurozona.


En cuanto a por qué los sindicatos italianos no han recogido esta sugerencia "salarialista", el periódico de la asociación empresarial italiana es explícito: porque piensan en otras cosas, CISL en la participación, CGIL en los derechos, UTL en el empleo público.

¿Todos cómplices?

Para dar a cada uno lo suyo, hay que decir que el llamamiento de los empresarios, no responde ciertamente a una Improbable defensa de los intereses de la clase asalariada. La lógica que desde hace tiempo se repite en el mundo de la empresa es la de la productividad, es decir, de la división y el condicionamiento de los trabajadores mediante el instrumento de los aumentos salariales ligados a los resultados de la empresa, caso por caso.

Para aclarar el sentido de esto: en el mismo periódico (30 de abril) se recogía la afirmación del presiden­te de la pequeña industria, Alherto Baban, para quien en la empresa «el mantenimiento de la productividad es fundamental, y para que ésta se produzca todos tienen que ser cóm­plices». No podía expresar mejor el objetivo de la campaña patronal: el "pacto de la fábrica" como traición de la unidad entre los trabajadores.
La denunciada por Draghi es solo una cara de la cuestión salarial (y sindical) europea. El Este, de hecho, cuenta otra historia. En la Volkswagen de Bratislava, en Eslovaquia, los trabajadores han hecho huelga en junio durante seis días pidiendo un aumento de los salarios de un 16%: es la primera huelga desde que se abrió la fábrica en 1992, apunta el Financia! Times del 27 de junio.

Lucha salarial en Europa del Este


En aquella fábrica se producen coches de gama alta, como el Volk­swagen Touareg, el Audi Q7 y par­tes del Porsche Cayenne: una producción que se exporta en un 99%. Esto explica también un dato que sorprende a primera vista: los trabajadores reciben un sueldo medio de 1.800 euros, el doble de los 897 euros que constituye la media eslovaca (Handelsblatt, 27 de junio). Y pensión de las huelgas durante toda la duración del nuevo convenio. Hay que decir que aquí la situación laboral era menos favorable (hace un año redujeron la plantilla de 3.400 a 2.500 empleados), pero precisamente por esto la voluntad de lucha que han manifestado es una señal que no hay que pasar por alto.
Volviendo a Bratislava, Markus Halt, vicedirector de la Cámara de comercio e industria alemana eslovaca, dice que «la dinámica salarial en Eslovaquia se ha elevado, y esperamos crecimientos salariales de un 3. 7% este año y de un 4, 4% el año que viene» (Handelsblatt, 27 de junio). Por esta razón, el periódico económico alemán escribe que «lentamente, se camina hacia el final de los países del bajo salario y de la paz social».


Demografía y migraciones

Dos factores sobre todo le otor­gan fuerza objetiva a esta dinámica: la demografía y la emigración de masas hacia los países más indus­trializados. «El trabajo cada vez más escaso, especialmente el cualificado, aumenta el poder de nego­ciación de los trabajadores», afirma el Financia! Times. Si las tendencias demográficas son difíciles de dirigir, en el frente migratorio la solución estaría al alcance: de hecho, no falta, en Europa del Este y en Alemania o en Italia, una fuerza potencial de trabajo inmigrada. En base a esto se mide la división de futuro de las élites políticas europeas.
En Polonia, con un paro de un 4,8%, los sueldos han crecido un 20% desde 2010 y un 2, 7% solo en el primer trimestre de 2017: con estos datos, y con 2 millones de po­lacos residentes en el extranjero, la patronal debería percibir la inmigración como una «bendición», escribe Le Monde (19 de junio). En este sen­tido, tan solo el año pasado fueron concedidos 1,3 millones de permi­sos de trabajo semestrales para I os migrantes procedentes de Ucrania, un país sobre el que Varsovia no ha dejado nunca de reivindicar una es­pecie de protectorado.


La contradicción es que se trata de permisos temporales, y éstos no conceden el tiempo necesario para invertir en formación. Por otra parte, «abrir a la inmigración de larga duración para resolver el problema de la falta de fuerza de trabajo cualificada podría ser complicado en una región en que la retórica política se ha mostrado tan duramente contraria, por ejemplo, a aceptar a los imigrantes sirios» (Financial Times, 27 de junio).


Cierre y acogida: dos políticas imperialistas

La madurez imperialista crea contradicciones que involucran a todo el continente europeo, reflejan­do así la existencia de un mercado único de la fuerza de trabajo. A esta realidad deben enfrentarse los grupos dirigentes de la burguesía continental.
No faltan, como hemos visto, las pruebas de los límites estratégicos de otros sectores. En otros casos, en cambio, la política de "acogida" sir­ve justamente para paliar las carencias de mano de obra: en Alemania, en los últimos dos años, más de una empresa sobre cinco ha contratado al menos a un refugiado, gracias tam­bién a las inversiones estatales en formación (Les Echos, 12 de junio).
Hoy en Alemania viven diez mi­llones de extranjeros: son dos millo­nes más con respecto a 2014; esto nos da una idea del alcance del fenómeno. De esos 10 millones, 5, 7 son de origen no europeo. La primera ventaja se puede medir en la edad media: 37 años para los extranjeros frente a los 44 de la población alemana. Sin embargo, el desafío está precisamente en el mercado de trabajo y en la formación de los inmi­grantes (Le Monde, 3 de julio). Y no solo para la patronal.


Un obrero europeo que hay que organizar

El vasto mercado continental de la fuerza de trabajo combina los diferentes momentos de la reestructuración europea. Está la reorganización del sistema bancario, a la que Italia otorgará una "contribución" de 25 mil despidos en cinco años (ll Sole-24 Ore, 7 de julio), Está la baja dinámica salarial en la eurozona lamentada por Draghi, con una cierta dosis de hipocresía, hay que decirlo, ya que se ve empeorada por las tan solicitadas reformas estructurales, llevadas a cabo con la marca de la inseguridad laboral. Está luego el intento en marcha por parte del gobierno francés de sacar adelante mediante "ordenanzas" esas mismas reformas. Pero está también la lucha salarial en los países del Este, en aquellas fábricas que precisamente son fruto de las inversiones acometi­das por grandes grupos occidentales en reestructuración.

Durante años, estos trabajadores han sido vistos como los que "robaban" el trabajo a las fábricas del Oeste. Nunca hemos cedido a esta demagogia: desde hace 60 años miramos al «obrero europeo» y a sus muchas caras; esta es la realidad a la que debe hacer frente también un sindicato a la altura de los tiempos. La crónica ya es la que nos advierte sobre la urgencia de dar un paso adelante en la organización de clase, a nivel continental.


Por ; Círculos Internacionalistas

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