La influencia de los EE.UU. en Sudamérica y el aprendizaje de Donald Trump

El Trump que ladra no muerde: esta es la valoración del Washington Post sobre una propuesta de renegociación del NAFTA enviada desde la nueva Administración para un examen del Congreso. El nuevo presidente de los Estados Unidos continúa usando un tono duro contra el acuerdo de libre comercio norteamericano, pero esta primera propuesta es «conciliadora en el tono» y «convencional en la sustancia»

Compromiso conciliador 

También el Wall Street Journal ve «modificaciones bastante modestas» requeridas por el NAFTA, fruto evidente del «compromiso» entre las corrientes liberales y proteccionistas que dividen tanto a la Casa Blanca como al Congreso. Se nota «él es fuerzo de La Administración de equilibrar constituency dispares»; un esfuerzo registrado además con alivio por los mercados accionariales y cambistas entre dólar y peso mexicano.


Muchos comentaristas han destacado que este proyecto de actualización del NAFTA continúa el esquema de Obama del acuerdo de libre comercio transpacífico TPP, liquidado por Donald Trump con uno de los primeros rotundos decretos presidenciales. En efecto, Robet Lighthizer, nuevo representante comercial nombrado por Trump, ha indicado que la revisión del NAFTA podría tomar como modelo algunos aspectos del TPP, alabando el «notable trabajo» realizado por su predecesor Michael Froman. No obstante, en una entrevista con la japonesa Nikkei, el propio Froman lanza una advertencia interesante; las negociaciones multilaterales como el TPP son ciertamente más complicadas pero ofrecen la ventaja de «compromisos entre muchas partes». Una negociación a dos partes «puede parecer más simple pero no es necesariamente más fácil». Para la presidencia Trump, concluye Froman, no se da por descontado poder «traducir en acuerdos individuales bilate­rales las concesiones ya obtenidas» en la negociación del TPP.

Tal y como confirman diferentes observadores, Canadá y México habían aceptado algunas peticiones de Washington a cambio del acceso a un área de libre comercio transpacífica con los mercados asiáticos emergentes. Está menos claro qué novedades pueden ofrecer los EE.UU., actualmente, a los dos socios del NAFTA. Una de las pocas certidumbres es que se tratará de un proceso que no será breve. El Secretario de Comercio Wilbur Ross prevé que la negociación con Canadá y México comience a finales de 2017, para durar después durante al menos un año. Quizás estos tiempos podrían contribuir a diluir la retórica proteccionista de Trump hasta una confirmación sustancial del status qua.

Incertidumbre en el patio trasero 
El portavoz de la Casa Blanca niega que dicha propuesta de revisión sea un reflejo fiel de las intenciones de Trump, quien por su parte continúa atacando al NAFTA como un «desastre».
La incertidumbre sobre los movimientos de la nueva presidencia americana sigue siendo significativa. El proyecto del muro en la frontera mexicana se ha confinado. Otro elemento que desorienta es la decisión de Washington de no contribuir a la refinanciación de un fondo de inversión del Banco Interamericano de Desarrollo. Además de respetar la promesa electoral de reducir las ayudas americanas al exterior, no está clara qué ventaja obtiene la presidencia Tnunp al renunciar a este instrumento, aunque sea pequeño, de intervención e influencia en su "patio trasero,'.

Henry Kissinger dedica un capítulo de su Does America need a foreign policy! a los intereses estratégicos de Washington en América Latina, explicando que al menos desde la "doctrina Monroe" ( 1823), «los Estados Unidos se han pensado como poseedores de un papel especial en el hemisferio occidental». Kissinger juzga al NAFTA como un «éxito extraordinario» y, más bien, le reprocha al presidente Bill Clinton no haber extendido inmediatamente el acuerdo a potenciales participantes como Chile y Argentina.
En el libro de 2001 Kissinger insiste mucho sobre el objetivo de la FTAA, un área de libre comercio de las Américas, proyectada por los presidentes Ronald Reagan y George Bush padre, relanzada sin éxito por Clinton a mediados de los años Noventa y por Bush hijo a comienzos del siglo XXI. Para Kissinger el objetivo estratégico era un acuerdo de libre comercio de todo el hemisferio occidental: una extensión de hecho de aquel NAFTA que, en cambio, Trump amenaza con desmontar. Más allá de mucha retórica, no está claro qué sustancia hay en el terremoto Trump, aunque las sacudidas objetivas de la incertidumbre se propagan en todo el continente, produciendo reacciones y movimientos contrarios reales.

Señales asiáticas 
A mediados de marzo la pequeña ciudad chilena de Viña del Mar alojó una reunión de la Pacific Alliance, área de libre comercio en vigor desde 2013 entre México, Chile, Perú y Colombia. Los primeros tres miembros también son firmantes del TPP y decidieron extender el encuentro a las otras naciones huérfanas del acuerdo transpacífico congelado por el abandono de Trump. Todavía más significativa es la invitación a China y Corea del Sur, dos potencias asiáticas ausentes del TPP, ahora involucradas en el objetivo de una mayor integración comercial del área Asia-Pacífico.
La prensa internacional ha sido rápida a la hora de representar una contraofensiva de China, que recoge el testigo abandonado por Trump y abraza un TPP originariamente concebido precisamente para excluirla y condicionarla. El gobierno de Pekín rechaza esta lectura y también los periódicos chinos expresan la prudencia habitual. China, escribe por ejemplo Global Times, «no tiene fuerza ni el interés» de darle la vuelta al TPP «contra Washington». 
En cambio, Pekín es menos tímida, a la hora de recoger retóricamente la antorcha • mundial del libre comercio, como ha señalado descaradamente Xi Jinping en Davos.
Específicamente sobre América Latina, China revindica ser ahora el segundo socio comercial} el tercer mayor inversor exterior en la región. El cortejo no es siempre silencioso: Cui Shoujun, director del Centro para los estudios latinoamericanos en la Renmin Uni ersity, ha sugerido en China Daily que un «pívot comercial» hacia Asia ofrece una solución para las economías sudamericanas que «aspiran a quitarse de encima la dependencia económica de Occidente». 

Al margen del encuentro de Viña del Mar, el ministro de Asuntos Exteriores chileno Heraldo Muñoz precisa que no se trata de elegir entre los EE.UU. y China, sino en todo caso aprovecharse de su competición. En una intervención en el New York Times, Muñoz señala al mundo entero que «la región Asia-Pacifico está preparada para dirigir la nueva era de la globalización en el siglo XXI continuando la aproximación pluralista al comercio prevista por el TPP. Aunque el acuerdo ya no existe tal y como lo conocíamos». La Pacific Alliance se empeña en cerrar con los nuevos socios acuerdos que «respeten los altos estándares fijados por el TPP»
El ambicioso proyecto podrá o no concretarse, pero el sentido político de la respuesta a Trump ya es evidente. Además, se puede señalar que el TPP, aunque herido de muerte por la retirada americana, en todo caso parece haber fijado estándares de referencia, que regresan como modelo tanto para la revisión del NAFTA como para estas nuevas iniciativas en Asia-Pacífico.

Ambiciones continentales 
Otra decisión de Viña del Mar, explica el ministro chileno Muñoz, es la puesta en marcha de un proceso de «convergencia en la diferencia» entre la Pacific Alliance y el Mercosur, el Mercado Común del Sur fun­dado en 1991 por Brasil, Argentina, Uru­guay y Argentina. A comienzos de abril se ha realizado en Buenos Aires el primer encuentro entre los ministros de estas dos áreas económicas• que han anunciado un cronograma hacia el objetivo de un acuerdo de libre comercio.
The Economist sostiene que la Pacific Alliance y Mercosur «tienen reglas Y. filosofías diferentes; fundirlos es una imposibilidad técnica y política». Es una valoración que hay que registrar a la hora de sopesar las prospectivas del proyecto; sigue existiendo el hecho de que el sabor aislacionista de ciertos movimientos de Trump parece haber relanzado y acelerado las iniciativas de integración latinoamericanas. Incluso se cierne el espectro de un bloque comercial autónomo de los Estados Unidos en el Cono Sur del continente americano, una alianza de hecho entre los líderes regionales México y Brasil: precisamente uno de los resultados que Kissinger consideraba necesario evitar manteniendo con fuerza la influencia de Washington en la región.
El ministro de Asuntos Exteriores brasileño Aloysio Nunes, en una intervención en el periódico argentino.La Nación, ha saludado el acuerdo entre Mercosur y Pacific Alliance como el potencial «nacimiento de un nuevo polo dinámico de la economía mundial». De manera significativa Nunes destaca el tamaño demográfico de la iniciativa:
«Estamos hablando de un mercado de casi 470 millones de personas». Un nivel de tamaño adecuado para un multipolarismo de potencias continentales.

Triángulo sudamericano
Al margen del encuentro de Buenos Aires, entrevistado por el periódico argentino Clarín, el ministro de Asuntos Exteriores americano Luis Videgaray ofrece quizás una prospectiva más concreta, que implica directamente a las tres mayores potencias de Sudamérica. De hecho, México declara el objetivo de cerrar antes de este año acuerdos de libre comercio bilaterales con Brasil y Argentina. La negociación con esta última ha avanzado en los últimos pocos meses «más que en los últimos I0  o 15 años»
También este proyecto suena como una señal de advertencia para los Estados Unidos.
Ciertamente la amenaza es evidente cuando el subsecretario de Comercio Exterior mexicano Juan Carlos Baker le dice el Financia/ Times que podría conceder a los exportadores agrícolas brasileños y argentinos
los mismos favores comerciales acordados para los productores norteamericanos a través del NAFTA. El gobierno mexicano insinúa la voluntad, o al menos la posibilidad, de reducir su dependencia de las exportaciones alimentarias estadounidenses. No es una casualidad que también desde los Estados agrícolas del CornBelt lleguen voces muy alarmadas por el riesgo de una guerra comercial de Trump
contra México.

"America first"
Recientemente el gobierno mexicano ha roto su tradicional silencio sobre la política de los vecinos expresando su preocupación por la crisis en Venewela. El Financia/ Times da crédito a interpretaciones según las cuales, de esta manera, México se ofrecería como punto de apoyo en la gestión del
"patio trasero'' americano. Ciertamente el gobierno mexicano ha sabido mantener la sangre fría frente a ciertas provocaciones de Trump. Gerónimo Gutiérrez Fernández, nuevo embajador de México en los
EE.UU., reivindica el ejercicio de una «paciencia estratégica».

La incertidumbre generada por la presidencia Trump provoca en Sudamérica reacciones multidireccionales. En el interior, se registra un relanzamiento de los proyectos de integración latinoamericana.
Contemporáneamente se acelera la apertura comercial hacia el resto del mundo, partiendo desde las negociaciones con Europa y con Asia. Finalmente, quizás, las capitales latinoamericanas esperan incluso que se depositen los polvos de la campaña y Trump reconozca los intereses estratégicos de larga duración de los Estados Unidos.

Entre las paradojas y las oscilaciones de la presidencia Trump, no hay que excluir que el «papel especial» defendido por Kissinger pueda volver a proponerse como extensión del eslogan "America First" a todo el
hemisferio occidental. 
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