Politicastros charlatanes y sus palabrerías


Aunque desde hace tiempo, bajo la presión de los poderes continentales, la soberanía ha tomado otra vía diferente a la de las asambleas e instituciones nacionales, la enfermedad endémica del cretinismo parlamentario no muestra señales de regresión. Con la dificultad evidente de su política y con las oscilaciones cada vez más agudas que se derivan de ellas, aquel morbo incurable parece más bien vivir una nueva juventud.
De este modo en Madrid, todavía atrapada por las convulsiones de la irresuelta cuestión catalana, ha subido al escenario la comedia de las intrigas parlamentarias que han provocado la caída inesperada del gobierno del Partido Popular y· la llegada a la presidencia del líder del PSOE Pedro Sánchez. Todos los demagogos han luchado a brazo partido por su trozo del pastel del gasto público y las prebendas. Todos han gritado que defienden los intereses del pueblo y de la nación agitando hasta las náuseas su interclasismo.
Por no hablar de Italia, donde un desequilibrio político sin resolver desde hace décadas ha vuelto a explotar de formas tan paradójicas como virulentas, haciendo caer al país en un clima de confusión y de desbandada. Incluso el riesgo de un viraje catastrófico de la crisis que, con la pareja Salvini y Di Maio, campeones del gasto público con aroma racista, no puede ser excluido,
Es el tiempo de los aventureristas y de· tos diletantes del desastre.
En relación a ello cómo no recordar las palabras de W. Liebknecht, durante muchos años cercano a Marx y a Engels: «La política era el estudio para Marx. Odiaba a muerte a los politicastros charlatanes y sus palabrerías... La política, es teóricamente el conocimiento de los millones y miles de millones de factores que tejen la "tela de la historia" y prácticamente la acción determinada por este conocimiento. Por lo tanto, la política es ciencia y ciencia aplica¬da... Sin embargo, cada payaso está convencido de ser un gran político o incluso un gran hombre de Estado... ».
Mantengamos cerca nuestra ciencia. Es el momento de nuestra politica: lucha internacionalista por la unidad de todos los trabajadores, estudio y orga¬nización para implantar los principios comunistas.




CFDT (Confederation francaise de¬mocratique du travail) es el mayor sindicato francés en el sector privado, tras superar a la CGT en las elecciones profe¬sionales de 2017. Nacido en 1919 como sindicato «cristiano», pasado luego a tra¬vés de la «desconfesionalización» de la ola espontánea en los años Sesenta, hoy en día se presenta como la mayor expre¬sión en Francia de la línea "renana" en
el terreno sindical: economía social de mercado y cogestión han entrado en su patrimonio básico. Una línea europea destinada a enseñar de los demás.

El espíritu del productor 

En vísperas del congreso de junio, su secretario Laurent Berger ha publicado un libro entrevista que es, de hecho, una exposición programática: Au bou¬lot! (¡A trabajar!). El título no es una genérica exhortación al compromiso, sino que quiere expresar la invitación a considerar la actividad laboral en su aspecto positivo, constructivo, y no solo «humillante y degradante», como, en cambio, a menudo es considerada en el ambiente sindical. «La mayoría de los trabajadores dice Berger-aspira a sentirse orgullosos de lo que realizan. Devolver el orgullo del trabajo "bien hecho" contribuye a hacer progresar las condiciones de trabajo». Es evidente que se refiere a los trabajadores cualificados, por otra parte cada vez más presentes en el mundo del trabajo europeo de hoy, al lado de amplios estratos de bajos salarios y baja cualificación. Hace casi treinta años, Arrigo Cervetto investigó este mismo fenómeno, aunque bajo la óptica dialéctica propia de la concepción marxista. El aumento de los trabajadores con altas cualificaciones, escribía, fortalecerá en la clase obrera las aspiraciones pequeñoburguesas, pero al mismo tiempo «aumentará· ese espíritu de productores que es típico de los asalariados más cualificados e instruidos». Es en este «espíritu» donde reside la contradicción de base, porque seguramente «puede ser empobrecido por el individualismo y por las ansias de ascender o instrumentalizado por las ideologías de la modernidad, de la tecnocracia, del reformismo». Sin embargo, también puede ser «el vehículo de encuentro con la ciencia marxista, con la universalidad del comunismo, con la dignidad de los revolucionarios» ("Técnicos productores", diciembre de 1990, en Opere, vol.2). En este frente de clase, los leninistas llevan tiempo emprendiendo el conbate contra el reformismo burgués para la perspectiva comunista.

Codeterminación al estilo francés 

En cambio, Berger se para en la fase refonnista, lo que Cervetto llamaba de la «cooptación» de los trabajadores en la búsqueda de los intereses de la em¬presa. «Una empresa es un proyecto colectivo que reúne capital y trabajo», afirma Berger.
Una gestiór¡ equilibrada pasa por la «participación de los representantes de los asalariados en los consejos de admi¬nistración». Es la «codeterminación al estilo francés». Aquí es evidente la refe¬rencia al modelo alemán de la cogestión, donde los representantes sindicales están presentes en los consejos de vigilancia de las mayores empresas. Es emblemática, en cuanto a esto, una entrevista concedida a Handelsblatt (2 de mayo) por Bemd Osterloh, definido por el diario «el más poderoso jefe de consejos de fábrica en Alemania» y que se define a sí mismo «voz de los trabajadores en el consejo de vigilancia» de Volkswagen. Afirma Osterloh: «Consejo de fábrica y empresa siempre han solucionado juntos los con-flictos y desarrollado Volkswagen.Esto ha contribuido a nuestro éxito mundial y a la seguridad de millares de puestos de trabajo. Volkswagen tiene éxito, no a pesar de, sino gracias a su cogestión».

Cogestión al estilo alemán

Es una afirmación decididamente explícita de la política socialimperialista, donde es codificado que el éxito de «nuestra» empresa en los mercados mundiales y, por lo tanto, las ganancias del capitalista, es la condición previa para la mejora de las condiciones de trabajo de los asalariados; por aquí pasa la corresponsabilización de los trabaja¬dores en el buen funcionamiento de la empresa. Aquí está la fuerza y al mismo tiempo el límite, de la política contractual de los sindicatos alemanes. No solo porque se instaure el vínculo entre reivindicaciones salariales y funcio¬namiento de la economía, vínculo que en gran parte es objetivo. Nuevamente, Handelsblatt del 2 de mayo descubre la contradicción: los sindicatos alemanes han sido capaces de obtener contratos innovadores, por ejemplo sobre la re-ducción de los horarios de trabajo (me¬talmecánicos) o sobre los aumentos salariales incrementados para los jóvenes (empleo público) y, sin embargo, tienen un nivel de organización que «sigue bajando». El DGB, la mayor confede¬ración sindical alemana, ha bajado por primera vez por debajo de los 6 millo¬nes de afiliados (eran casi 8 millones a principios de siglo): «los nuevos no son suficientes para reemplazar a los que se van». Y esto no es todo: «los convenios sirven para un número cada vez menor de empleados», puesto que una cuota creciente de empresas, sobre todo peque¬ñas y medianas, no se suma a las asocia¬ciones patronales y por lo tanto no tiene obligaciones en cuanto al vínculo con-tractual. Pero, sobre todo, «los sindicatos son débiles precisamente donde serían más necesarios. En los sectores de bajo salario, como el comercio, la hostelería. La logística o la asistencia». Añadimos: sectores donde también es mayor la pre¬sencia de fuerza de trabajo inmigrada, que es la otra cara de la medalla del cam¬bio social de nuestra época.

China y diálogo social europeo 

También los fuertes sindicatos alema¬nes (sin hablar de los más débiles fran¬ceses e italianos) tienen mayor arraigo en las concentraciones más grandes, lo que induce a una objetiva división de la clase. Precisamente es la presencia en las grandes empresas proyectadas en el mer¬cado mundial el camino a través del cual se puede afirmar una línea social imperialista que, por las dimensiones alcanzadas por la contienda mundial, hoy toma la forma del europeísmo. Lo expresa bien Berger en las dos últimas páginas de su libro: «Francia no puede pesar sola en la mundialización. En cambio, la Unión Europea [...] puede afirmarse como una potencia influyente que afirma sus valo¬res de paz, de democracia. Y de defen¬sa: del ambiente y de un modelo social protector». La "Europa que protege" y que, a su vez, tiene que ser protegida por los trabajadores contra los ataques des¬de el exterior, ha entrado de lleno en la constitución sindical. En Le Monde del 12 de mayo, 420 personalidades de la política, del sindicalismo y de la investigación han propuesto un «nuevo mode¬lo europeo» del trabajo, con la explícita intención de «unir Estados con derechos demasiado fragmentados» y una igual¬mente explícita finalidad: diferenciarse «de los modelos anglosajones y del capi¬talismo asiático».
Adónde vayan a parar los discursos sobre modelos europeos y cogestión lo dice claramente un cuadro IG Metall de Siemens: «Frente al crecimiento en potencia de China, tenemos que reforzar el diálogo social europeo» (Le Monde 23 de diciembre de 2017).

Ejército y garantía

Bert Rürup, jefe-economista de Han¬delsblatt, encuentra la fórmula: «Un ejército europeo y un seguro europeo contra el desempleo» (19 de marzo). Esta es la vía que sugiere, «si la UE no quiere acabar en la insignificancia». A la espera de que el ejército propio se convierta en una "garantía" contra el desempleo...
Las sirenas de alarma del socialimpe¬rialismo europeo han vuelto a sonar más fuerte: sindicatos y partidos oportunistas amplifican su sonido. El antídoto a estos venenos es el trabajo de organización en profundidad, en todos los sectores de los asalariados, desde el técnico al inmigran¬te: las manifestaciones de los Círculos obreros el Primero de Mayo han sido una representación concreta de ello.

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