En lo profundo de la clase

La pandemia secular es una tempestad que no se calma; vuelve a enfurecerse después de 40 millones de contagios y más de un millón de víctimas oficiales, quizás dos millones según las estimaciones sobre el aumento de las muertes. En el desafío entre las potencias, China se presenta como vencedora: habría controlado al virus, y la industria y los servicios vuelven a correr; en cambio los Estados Unidos y Europa sufren, atrapados por una nueva oleada de infecciones que lanza sombras sobre el ciclo de la economía. Las estructuras políticas y los sistemas sanitarios están en máxima tensión. En América las elecciones han juzgado la demagogia sin frenos de Donald Trum en base a las razones opuestas de la contención de la pandemia y de la irritación de los pequeños y grandes productores; en Europa los Ejecutivos avanzan a ciegas entre el recrudecimiento de los contagios, medidas cada vez más estrictas de confinamiento y las amenazas de jacquerie fiscal en los sectores del turismo y de la restauración. Casi por todas partes, en el Viejo Continentes, los gobiernos y las autoridades locales se lanzan acusaciones de poca preparación y se enredan en peleas; miserables piratas cultivan rumores negacionistas y los aventureros del parlamentarismo aprovechan la oportunidad para cortejar el descontento pequeñoburgués. Aunque se salvó la temporada turística al final del verano, el contagio se ha extendido a comienzos del otoño; el gobierno intenta cubrirse las espaldas con la ayuda a cientos de miles de restaurantes, bares, gimnasios, agencias de viajes, etc., etc.
Después está nuestra clase, dividida y fragmentada por la pandemia; con millones en primera línea o expuestos a la crisis en una posición de máxima
fragilidad. A la dura situación de quien trabaja, o al drama de quien ha perdido el trabajo, se suman nuevas y viejas dificultades: la burocracia es una montaña que hay que escalar para el inmigrante; para los pensionistas hasta las cuestiones cotidianas más simples son duras; con la enseñanza a distancia a través del ordenador, en las casas, los más necesitados terminan olvidados; el cierre de los colegios es una pesadilla para las madres trabajadoras. Nuestros círculos obreros conocen desde hace años, edificio por edificio, la realidad de nuestros barrios; es el momento de dirigirse en profundidad a nuestra clase. Es el momento de la solidaridad concreta, y de un periódico que sea una voz veraz en la niebla de la confusión y de la demagogia.

La temporada de negociación colec­tiva italiana está en un momento de defi­nición, con la ruptura de las negociacio­nes para la renovación del convenio de los trabajadores metalúrgicos. Se pone a prueba la línea de Confindustria de incrementos salariales limitados únicamente a la recuperación de la inflación, en este caso en tomo a los 40 euros en tres años, justificadamente rechazada por la movilización de los trabajadores. 
Ciertamente la situación general no es fácil: la pandemia ha dejado una estela de crisis económica, que la segunda ola puede agravar: ya la primera, con meses de lockdown, según ISTAT ha reducido el empleo en 360 mil unidades, incluso con el "bloqueo" de despidos. Una dificultad contingente que, como hemos subrayado varias veces, se suma a los efectos de las transiciones eléctricas y digitales a largo plazo. 

Obreros metalúrgicos: convenio y falta de mano de obra 

Sin embargo, hay otro dato sobre el que conviene reflexionar: nos lo indica Unioncamere en su boletín de septiembre. En ese mes, las empresas tuvieron dificultades para encontrar un tercio de la nueva mano de obra requerida, una cifra que se eleva al 37% para los jóvenes hasta los 29 años. Precisamente es particularmente grave la situación en el sector del metal: aquí la escasez llega al 48% y, para los jóvenes "trabajadores de las actividades metalúrgicas y electromecánicas", incluso al 58%. En resumen, una de cada dos contra­taciones en el sector corre el riesgo de quedarse sin cubrir. 
Sabemos que hay muchos factores que explican estos datos: desde los efectos cada vez más evidentes del invierno demográfico, que arrasa con las genernciones juveniles hasta la escasa propensión hacia estas orientaciones laborales en una sociedad de la tardía madurez imperialista. Todos estos elementos atestiguan, entre otras cosas, hasta qué punto es vital el flujo de in­migrantes, verdaderamente trabajado­res esenciales, y qué miopes, además de vergonzosas, son las campañas xenófobas. 
Sin embargo, queda el hecho de que los niveles salariales también cuentan, y los trabajadores metalúrgicos italianos tienen el poco envidiable liderazgo en los salarios más bajos con respecto a otros grandes países europeos. 

La "pequeña guerra" de los trabajadores de la salud 

En octubre se firmó el convenio de la sanidad privada: ¡había expirado hace 14 años! Se podría decir que se ha necesitado una pandemia secular para llevar un nuevo convenio a estos trabajadores: un aumento salarial medio de 154 euros y un pago excepcional de 1.000 euros (por los 14 años anteriores). Se inicia una equiparación salarial con la sanidad pública, que justamente ahora se enfrenta a la renovación de su convenio: es el momento de exigir con fuerza la reivindicación de un convenio único para todos los trabajadores de la salud. 
Estamos hablando de un sector de nuestra clase que ya ha pagado severa­mente con un tributo de vidas a la pandemia. Los datos deI INAIL relativos a los primeros 8 meses del año hacen reflexionar: en conjunto los accidentes cayeron un 22, 7%, a causa del lockdown, pero en la sanidad crecieron un 124%. 
Amnistía Internacional, en una de claración del 3 de septiembre, ha calculado 7.000 muertes en el mundo entre los trabajadores de la salud a causa del Covid-19. Podríamos decir el costo en vidas humanas de una pequeña guerra, la que este sector de nuestra clase ha, combatido y está combatiendo contra la imprevisibilidad del capital. Además, son datos que se reconocen como subestimados y, lamentablemente, destinados a aumentar con la actual tendencia de la pandemia. 

Invisibles entre los invisibles 

Las estadísticas suman las 1.077 muertes en Estados Unidos, 649 en el Reino Unido, 634 en Brasil, 631 en Rusia, 573 en India, 188 en Italia, etc. Pero cabe destacar que a la cabeza de la lista están los 1.320 de México. Una cifra que parece excesiva, dadas sus dimensiones demográficas, salvo que México también considera entre las víctimas a los trabajadores de la limpieza de los hospitales, lo que evidentemente otras estadísticas descuidan. Son los invisibles entre los invisibles, a pesar de ser una parte insustituible en el funcio­namiento de la sanidad: aún cuando a menudo se encuadren por subcontratas, los intereses de estos trabajadores deben defenderse junto con los de todos los demás empleados del sector. 
Incluso aquellos que han sido aplau­didos como "héroes" deben luchar por ver reconocido de modo tangible su carácter «esencial»: lo ha demostrado el personal sanitario de Francia, que unido se puso en huelga para obtener un aumento de 183 euros al mes para 1,5 millones de trabajadores en las instalaciones sanitarias y residencias de ancianos, tanto públicos como privados. Ahora están bajo presión las enfermeras y los pediatras, que se quejan de la escasez de personal ante la reanudación de los contagios. 

Convenios alemanes 

También en Alemania se abre la temporada de negociación: a la espera de los trabajadores metalúrgicos, se mueve el sector público, desde la sanidad hasta los maestros de infantil o el transporte local. Se trata, a menudo, de trabajadores que durante la pandemia han tenido que seguir trabajando. «Para ellos la cuestión es transformar en dinero el aprecio por los "héroes del coronavirus" de los hospitales, centros de salud, jardines de infancia o agencias de empleo. Con aplausos desde los balcones, los empleados no pueden comprar nada»: escribe el diario económico Handelsblatt (28 de septiembre). Por supuesto, añade, «el nuevo convenio beneficiaría también a los empleados de oficinas, ministerios o empresas municipales» que no arriesgaban nada, ni el puesto ni la vida. Pero aquí está la conclusión: «Este es precisamente el significado del convenio colectivo, que tiene la gran ventaja de no tener que negociar por separado con todos los grupos profesionales». Una conclusión paradójica para la Italia de los 900 convenios "particulares", pero en linea con los intereses de una burguesía tan fuerte como la alemana.
En esto también hay una indicación para el frente de clase opuesto, el nuestro: la mayor unidad de los trabajadores permite no derrochar las energías y es una pa­lanca decisiva en cualquier lucha sindical. 
Serán después las relaciones de fuerza las que definan el resultado. Así ha sido para los empleados públicos alemanes. Se movieron unidos,' también con huelgas, por un aumento salarial del 4,8%. La conclusión del conflicto, el 25 de octubre, fue un «compromiso» que prevé aumentos salariales de hasta un 8-10% para el personal de hospitales y residencias de ancianos, menores para otros, hasta ser nulos para el personal de los aeropuertos.
Mientras tanto, los metalúrgicos calientan los motores. El presidente de IG Metall, Jorg Hofmann, advierte que «el convenio colectivo debe estar por encima de la inflación». A ello se suma la «opción» de la semana de cuatro días, para hacer frente tanto a la crisis coyuntural ligada a la pandemia como a la reestructuración a largo plazo iniciada desde el sector del auto. 

Reivindicación europea por los ERTE 

El futuro próximo verá aún a algunos sectores fuertemente golpeados por la jornada reducida. El sector siderúrgico es uno de ellos, en toda Europa. Un aumento de los niveles de los ERTE para acercarlos al salario mensual se convierte en un objetivo concreto. Una voz en este sentido fue levantada por la Coordinadora europea de los comités de empresa del metal, que reunió por con­ferencia a los delegados de Génova, Bremen, Fossur Mer y Dunkerque. A pesar de los diferentes niveles de cobertura salarial en los distintos países, «se estaría en la base de una reivindicación común en Europa, digamos por encima del 90%, también como paso para for­talecer las reivindicaciones más avan­zadas como la francesa de un 100%». 
Es parte de una batalla para organi­zar una defensa a nivel continental y, al mismo tiempo, hacer emerger una visión común de clase capaz de superar los escollos del localismo y el proteccionismo. Una batalla sindical con un evidente contenido político. 

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