Convivencias peligrosas
A finales de otoño, la difusión del coronavirus SARS-CoV-2 volvió a aumentar en muchas partes del mundo. La oleada empezó primero en Europa, seguida por Estados Unidos, para luego extenderse a los otros continentes y con otra brusca aceleración a finales de diciembre.
Desde octubre, el mundo debe añadir 92 millones de contagiados y 750 mil muertos, de los cuales 174 mil en la Unión Europea más Gran Bretaña y 150 mil en Estados Unidos (Our World in Data, 15 de enero).
De Delta a Omicron
Al igual que otros virus respiratorios, el SARS-CoV-2 muta con frecuencia su genoma. El ritmo de las mutaciones es de casi un cuarto respecto al de los virus de la gripe (Nature, 7 de diciembre) y la rapidez con la que el virus evoluciona determina asimismo si y cuán a menudo las vacunas deben "actualizarse". Su secuenciación es, pues, esencial para la vigilancia de la pandemia y se efectúa a un ritmo inédjto, aunque con capacidades muy diferentes de un país a otro. Ya son cientos de miles las secuencias depositadas en la base de datos internacional GiSAiD. Tan solo una parte de estas mutaciones casuales, que tienen lugar durante la replicación viral, produce cambios relevantes del comportamiento del virus y, entre otros, la adquisición de una ventaja competitiva sobre las otras cepas. Surgen las "variantes".
Desde la aparición de la cepa originaria de Wuhán en 2020, se han identificado centenares y, de estas, la Organización Mundial de la Salud ha definido cinco "como preocupantes", por sus efectos sobre la transmisibilidad del virus, sobre su patogenicidad y sobre la capacidad de escapar a las defensas inmunitarias producidas por las vacunas actuales o por una infección previa. Tres de ellas han tenido una circulación limitada, mjentras que la variante B.1.617.2 denominada Delta, descubierta en 2020 en la India durante la epidemia de primavera, se ha revelado muy· agresiva y en pocos meses se ha difundido por todo el mundo.
En la reanudación pandémjca otoñal la variante Delta sigue siendo dominante, mientras que el aumento invernal se atribuye en gran parte a la difusión de la nueva variante B.l.l.529. Sudáfrica hizo pública la identificación de B.1.1.529 el 24 de noviembre y, a continuación, la OMS la clasificó como VOC (variant of concern) denominándola Ómicron. Esta se encontró en Botsuana y en Sudáfrica, pero quizás también en muestras recogidas días antes en algunos países europeos (Nature, l de diciembre).
Desde entonces, la variante ha sido identificada en más de 110 Estados en todos los continentes. A finales de diciembre, los CDC (Centers far Disease Control and Prevention) americanos calcularon que rucha variante es la responsable del 58% de todas las nuevas infecciones en EE.UU. En la Unjón Europea la distribución resulta, de media, del 48,5% para Delta y del 46,4% para Ómjcron. De los 21 países que tienen un "volumen adecuado de secuenciaciones", Omicron es la domjnante en diez de ellos (ECDC, Country overview report, 13 de enero). En Italia, el 3 de enero alcanzó una prevalencia del 81 % (!SS, 12 de enero). Ómicron se difunde a una velocidad inédita y, en poco más de un mes, ha invadido el mundo.
Una carga pesada
No existen duda?? de la gran transmisibilidad de la variante Omicron y observaciones sobre el terreno cada vez más numerosas inducen a considerar que cause con menos frecuencia fonnas severas de enfennedad.
En Italia, durante los primeros 15 días de enero se registraron 2,4 millones de nuevos casos y más de 3.400 muertos. En el mismo periodo de 2021, los casos fueron casi 245.000, aunque los muertos fueron más de 7 .000. Ya por aquel entonces, el Instituto Superior de Sanidad advertía que el número de los casos diagnosticados subestimaba ampliamente las infecciones reales. De hecho, en aquel periodo se efectuaron 2 millones de tests frente a los casi 15 millones de este año, dos tercios de los cuales eran de antígenos "rápidos".
La letalidad de la nueva variante del virus parece ser menor. Por ahora, los daños son los de la Delta. La nueva oleada empezó en octubre, cuando la variante Delta seguía siendo predominante. En diciembre hubo casi 3.600 muertos, frente a los más de 18 mil de diciembre de 2020, pero casi los mismos que en 15 días en enero de este año.
El virus, con ambas variantes, circula por una población que ha adquirido en su mayoría defensas inmunitarias procedentes de las vacunas y también de infecciones previas. Según los virólogos, de todas formas siguen siendo consistentes las reinfecciones. En Italia, el Instituto Superior de Sanidad comunica un porcentaje de reinfecciones del 3,3%, debidas principalmente a que la variante Delta sigue circulando (!SS, 12 de enero). Neil Ferguson, del Imperial College of London, ha estimado que ??ntre el 10 y el 15% de los contagiados con Omicron ya habían tenido una infección procedente de otra variante (Financia Times, 11 de enero).
Si la carga estrictamente médica de enfermedades graves y de fallecidos es sensiblemente menor, aún no lo es la carga social: un gran número de contagiados implica de todas formas un gran número de ingresados, una sobrecarga de la medicina territorial y millones de personas en cuarentena o aislamiento. El 15 de enero, en Italia los hospitalizados eran poco más de 20 mil, de los cuales 1.677 en cuidados intensivos: en la misma fecha de 2021, eran más de 25 mil, con 2.522 en cuidados intensivos.
Hans Kluge, director regional de la OMS para Europa, advierte de que seguimos muy lejos de poder tratar el coronavirus como endémico y liquidarlo como "suave". «A causa de una escala de transmisión sin precedentes» de Ómicron y del enorme número de contagiados, los sistemas sanitarios y los
suministros de servicios siguen corriendo el riesgo de verse desbordados en muchos países (Financia/ Times, 12 de enero).
Perdidas "aceptables"
El éxito de la campaña de vacunación
y la disminución de las manifestaciones más graves de la enfermedad- multiplican las presiones para considerar que hemos entrado en una fase endémica, de "convivencia" con el virus, teniendo en cuenta las pérdidas: SARSCoV-2 circula, las infecciones podrán sufrir reagudizaciones estacionales, pero causa daños "sostenibles" como los virus de la gripe. Sin embargo, no hay que olvidar que en Italia la "banal" gripe estacional causa regularmente aglomeraciones en urgencias y sobrecarga del sistema sanitario, además de miles de muertos por las complicaciones.
De hecho, en muchos países, sin una línea acordada, se mitigan las medidas restrictivas y se reducen los periodos de cuarentena y aislamiento. En Italia, se pide la reducción de los tests diagnósticos y desde las regiones sube la presión por la revisión de los criterios en la cuenta de los contagiados en los hospitales, en una operación que huele a cosmética estadística y de justificaciones más económico políticas que clínicas. Nos arriesgamos a que los datos epidemiológicos se conviertan en "cifras políticas".
El periódico semanal inglés The Economist va más allá del azar estadístico. En la relajación de las medidas restrictivas en Estados Unidos ya aplicadas desde hace tiempo en Gran Bretaña ve un paso importante. En muchos Estados americanos, los hospitales están casi saturados, pero cuarentenas y aislamientos causan graves carencias de personal en todos los ámbitos, sanidad incluida. «Los dirigentes sanitarios empiezan a privilegiar el bienestar social con respecto a la enfermedad individual», trasladando la prioridad de la «mitigación del riesgo individual» al «desorden social» (8 de enero). Es el concepto del equilibrio entre costes y beneficios, de pérdidas "aceptables": sin embargo, el reparto de los unos y de los otros es, inevitablemente, distinto entre los diferentes estratos sociales.
Lección americana
Estados Unidos, pese a ser "superpotencia" científica y económica, ha sido uno de los países más azotados por la pandemia. En un artículo en el Journal of the American Medica Association se intenta delinear la estrategia para una «nueva normalidad» con el Covid, incluso en la perspectiva de las futuras crisis sanitarias (JAMA, A national stracegy for the 'new normal' of life with Covid, 6 de enero). Los tres autores, de diferentes universidades americanas y ya miembros del Comité asesor del presidente Joe Biden, constatan que «el Covid-19 está aquí para quedarse». «SARS-CoV-2 sigue persistiendo, evolucionando y sorprendiendo». Permanecen demasiadas incógnitas acerca de la duración de la inmunidad adquirida con la infección o con la vac;una y en qué medida estas previenen la difusión, también asintomática, del virus. No se sabe si SARS-CoV-2 va a poder convertirse en una infección estacional ni si van a surgir variantes aún más transmisibles o más virulentas. Por ende, la estrategia nacional tiene que actualizarse.
Una «nueva normalidad» requiere que se considere al SARS-CoV-2 como uno de los numerosos virus respiratorios (tales como la gripe o el virus respiratorio sincitial) y que nos concentremos sobre la nueva categoría «del riesgo agregado de todas las infecciones por virus respiratorio», que causan en América, en los picos peores, cientos de miles de hospitalizaciones y decenas de miles de muertos en un año.
Los anuncios, que a veces también llegan de exponentes de la "comunidad científica", sobre la reducción del Covid a una "gripe banal" son por lo menos atrevidos y imprudentes. Sin embargo, las consideraciones de JAMA van bastante más allá de la que ha sido considerada apresuradamente una declaración de «nueva normalidad» alcanzada.
JAMA escribe que, para hacer frente a la pandemia y, llegado el caso, a un SARSCoV-2 endémico, es necesario «volver a construir la sanidad pública», de la cual la pandemia ha mostrado las graves insuficiencias: de la vigilancia sanitaria a la recogida y centralización de las informaciones sociosanitarias, de la medicina escolar a los laboratorios de análisis y a las infraestructuras hospitalarias expuestas frente a las emergencias.
A pesar de que los virus respiratorios que circulaban también antes del nuevo coronavirus sean tan dañinos, «Estados Unidos no los ha considerado una amenaza suficiente como para imponer medidas de emergencia durante más de un siglo» y nunca ha implementado medidas que, al igual que para el Covid, puedan limitar su transmisión. «Tras las anteriores amenazas de enfermedades infectivas, Estados Unidos se ha olvidado rápidamente y no ha puesto en marcha las reformas necesarias» y, «sin un plan estratégico para la "nueva normalidad", con un endémico Covid19 más personas en Estados Unidos experimentarán inútilmente morbilidad y mortalidad, las desigualdades sanitarias aumentarán y la economía estadounidense perderá trillones».
A la hora de asignar «los recursos necesarios para construir y sostener una eficaz infraestructura sanitaria pública los responsables políticos deberían sopesar no solo los costes sino también los beneficios, como por ejemplo un menor número de decesos y pérdida de productividad a causa del Covid-19 y de todas las enfermedades respiratorias virales». Advertencias del otro lado del Atlántico.
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