Desde hace un lustro los trabajadores de toda Europa, y especialmente en España y demás países del área mediterránea, estamos sufriendo un ataque sin precedentes y jamás visto hasta ahora, contra nuestra clase. Este ataque se centra en dos vertientes: por un lado, contra los salarios y derechos de los trabajadores y; por otro, en el desmantelamiento de estructuras sociales básicas para los trabajadores, como la Enseñanza, la Sanidad, las Pensiones, etc. A todo esto tenemos que añadir la descapitalización del Estado, el rescate a la Banca, altos índices de corrupción en múltiples sectores, el pago de la Deuda, el problema de los desahucios y un suma y sigue interminable.
Las viejas potencias europeas se encuentran inmersas en una nueva fase estratégica: la formación del bloque imperialista europeo. Necesitan urgentemente acelerar esta fase para poder disponer del mejor posicionamiento posible ante el nuevo reparto de los mercados mundiales, una vez finiquitado el status quo de los acuerdos de Yalta (febrero de1.945). Por esta razón, no van a conformarse con lo conseguido hasta ahora.
Esto, sólo es un “entremés” de lo que está por llegar. No pararán hasta conseguir el total hundimiento y la total derrota de la clase trabajadora. ¿Por qué? Sencillamente, porque en este proceso de formación imperialista no pueden permitirse el lujo de enfrentar la más mínima resistencia.
Para nosotros, trabajadores internacionalistas, marxistas revolucionarios, nuestro concepto de clase trabajadora estriba en cualquier trabajador que vende su fuerza de trabajo por un salario, bien sea a un patrono privado o a uno público.
De toda esta situación actual, y de los largos años de experiencia en la lucha política, se deduce claramente que la solución a estos problemas, ni puede venir de instancias institucionales ni puede pasar por arrancar al capitalismo una serie de reformas más o menos profundas, por más estructurales que éstas pudieran ser. La solución pasa por la erradicación de un sistema de producción y de organización socio-político caduco, inhumano y aberrante. Antinatural y contrario a los intereses y aspiraciones de los trabajadores. Pero lo que también tenemos que tener muy claro es que esta ardua tarea está destinada, históricamente, a ser liderada por la clase trabajadora. No podemos permitir que sea asumida por otros intereses o posicionamientos políticos, por definición, antagonistas a nuestros intereses de clase. No debemos olvidar que esos mismos intereses aseveran que estamos en una profunda y descarnada lucha de clases, y que van ganando por goleada.
Pero que nadie se llame a engaño. No son momentos de luchas de ofensiva. Los tiempos de la clase obrera, ahora, no son esos. Son tiempos de luchas de defensa. De reagrupamiento de fuerzas. De organizarnos como clase. De reflexionar y de formarnos. De hacer despertar nuestra conciencia de clase. De la consciencia, de la dureza y de la grandeza de saber que luchamos por algo que, con toda certeza, nosotros no veremos.
Es la necesidad de una lucha sin mitos y sin ilusiones, de una conciencia libre de fanatismos y de las ideologías del capital, y que proporcione un orden científico a la comprensión de las cosas.
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