En diciembre de 2012, en Dublín, la secretaria de Estado Hilary Clinton definió la Unión euroasiática promovida por Vladimir Putin como un intento de reconstruir la URSS, y sostuvo que los Estados Unidos buscarían la manera de “ralentizarla o impedirla”.
Es difícil decir cómo esa declaración refleja la línea efectiva de la Casa Blanca. Como ocurre a menudo en la superficie del ciclo político estadounidense, donde los vencimientos de la política interna toman las direcciones de la política exterior y se les superponen, puede que esas palabras, más que la secretaria de Estado, fuese la Hilary Clinton candidata las próximas presidenciales norteamericanas, de cara a dirigirse a la corriente del intervencionismo liberal tan enraizado en el Partido Demócrata.
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