2. Observatorio de parís
Mutaciones del oportunismo en el nuevo ciclo político
Publicamos este artículo que aparece en el periódico de los compañeros franceses de
"L'Internationaliste".
Durante los últimos meses se han verificado al mismo tiempo dos movimientos convergentes y en conflicto: una relativa renacionalización de la Presidencia francesa y una europeización de las denominadas organizaciones soberanas. En una entrevista concedida a varios periódicos para lanzar su "gran debate", Emmanuel Macron declaró que le gustaría restaurar el brillo de las «fuerzas orgánicas» la familia, los municipios, las comunidades locales, el Estado, que constituyen «la identidad de nuestro pueblo». Pretende establecer en su campaña en la necesidad de «cambiar Europa» para preservar «el alma de los pueblos», en la que dice «creer profundamente».
Por su parte, el Rassemblement national de Marine Le Pen ya no habla de dejar el euro. Su presidenta apoya ahora la idea de una Europa de los pueblos. Durante un mitin que tuvo lugar en el departamento de Vaucluse, Le Pen exhibió el emblema de su conversión: una bandera de la UE en colores invertidos, estrellas azules sobre un fondo amarillo. Según ella, el color amarillo se habría convertido en el color de la gente. Para justificar su renuncia la cuestión del euro, afirmó lo siguiente, criticando de manera pasiva el fundamentalismo de su exmano derecha dimisionaria: «Lo que debilita a Fiarían [Philippot] es su visión ideológica. No ha entendido la nueva realidad en Europa. En el pasado, no teníamos aliados, no podíamos decir
"cambiaremos Europa desde dentro". O te sometías o salías. A hora todo ha cambiado» (Le Monde, 5 de febrero).
Dosificación social nacional para La France insoumise de Mélechon
Al mismo tiempo, si es cierto que el partido de JeanLuc Mélenchon, La France insoumise (LFI), ya no habla de dejar la moneda única, ha hecho este cambio al tiempo que acentúa los problemas socialnacionales. Con motivo de la reunión de verano de su movimiento, Mélenchon arremetió contra «aquellos que organizan la inmigración a través de tratados de libre comercio», y aclaró: «Sí, hay oleadas migratorias. Sí. pueden crear numerosos problemas en las sociedades a las que llegan cuando hay quienes se aprovechan de ellot para bajar los salarios, como en Alemania».
Al guardar silencio sobre el invierno demográfico europeo, estos argumentos engañosos cubren el veneno xenófobo con un manto "social", reciclando la retórica secular sobre la protección del trabajo nacional. El intento de reclutar a los humores pequeñoburgueses es parte de la naturaleza de la democracia imperialista, pero en el nuevo ciclo político esto toma un aspecto desordenado. Mélenchon ha llegado recientemente a declararse fascinado por un influyente representante de los "chalecos amarillos", famoso por haber reanudado las tesis conspirativas sobre la invasión fantasma migratoria. La reciente crisis política ha visto su búsqueda de «fáchés maispas fachos», es decir, en un juego de palabras,"rabiosos, pero no fascistas".
Europeismo con retórica anti-alemana
En su libro, publicado en 2015, Le hareng de Bismarck (El arenque de Bismarck), el líder de LFI arremete contra Alemania utilizando argumentos miserables: «El vino es a menudo la mejor herramienta para medir el nivel cultural humano de un pueblo. Alemania ciertamente no hace una gran contribución. Alemania, su "modelo" y sus grandes automóviles desaparecen en comparación con un solo momento pasado en la mesa con un bonito pollo asado con piel crujiente, un roquefort bien madurado y una buena copa de vino tinto de color claro»; y Mélenchon continúa: «¿Quién quiere ser alemán?¡Nadie quiere ser alemán, ni siquiera los alemanes! ¡La prueba es que no tienen hijos!»
Sin embargo, detrás de estas expresiones del gallo francés se esconde un intento de petición: «Los alemanes y los franceses tienen un interés común en erradicar todo esto [ el supuesto modelo alemán]», «sería mejor iniciar una comparación honesta desde el punto de. vista de la Alemania actual». En sus conclusiones, Mélenchon llama a una «unión libre de pueblos libres».
Liem Hoang-Ngoc, quien fue el protagonista de la campaña de LFT en 2017, señaló recientemente en la revista Marianne que la salida del euro era solo una amenaza para ser manejada contra Alemania, con el fin de revisar el tratado.
Más allá de la agitación electoral, Mélenchon parece haberse unido al proyecto europeo desde hace tiempo. En 2011, celebró una conferencia frente a la Asamblea Nacional por los treinta años de la victoria de Francois Mitterrand en las elecciones presidenciales. Parte de su discurso estuvo dedicado al giro europeísta y liberal de Mitterrand en 1983. Al poner al mismo nivel a la extrema izquierda que acusaba a Mitterrand de traición y a los social-liberales que lo acusaban de arcaísmo, el jefe de la izquierda reivindicó un «radicalismo pragmático».
En su opinión, el fracaso del programa sostenido en 1981 por el Partido Socialista se debe a la falta de comprensión de la transformación del capitalismo y al cálculo erróneo de las relaciones de fuerza: «la solución, ante todo esto, fue a escala europea y no nacional». «Mitterrand le dijo a los más recalcitrantes, incluyndome a mi: "tendréis un espacio adecuado para llevar a cabo vuestra politica socialista con la moneda única, pondréis las manos de los alemanes en la mesa de Europa"». «No debemos sacrificar el proyecto europeo a favor de las perspectivas de los exportadores alemanes. En unos pocos años, el negocio alemán de máquinas-herramienta habrá terminado, también se producirá en China y la India. Por lo tanto, debemos establecer el proteccionismo europeo». «Esta es la lección de 1981. Seria demasiado fácil si hubiera traidores a los que disparar, sería lo ideal. No hay traidores, solo personas que andan a tientas».
Estos argumentos proeuropeos, basados en la ficción de una izquierda que lucha por el socialismo, dejan sin respuesta esta pregunta: La France insoumise, el nuevo partido oportunista predominante, defiende un socialimperialismo realista, una especie de "Europa que protege" con acentos plebeyos. ¿Podría disolverse en los intereses internacionales de la gran burguesía europea, o es un maximalismo pequeñoburgués que persigue el mito inalcanzable de la Europa social?
Luis XI y Robespierre
No hay duda de que Mélenchon se considera un estratega. Según le Monde, hacía leer a cada potencial cuadro de su movimiento la biografia de Louis XI, escrita por Paul Murray Kendall. En una entrevista en el sitio web "Herodote.net", dijo: «No creo que se pueda llevar a cabo una acción política razonada sin conocer la historia de nuestro país. Se actúa siempre en un contexto especffico, a menos que seamos fanáticos, dominados por una ideología que consiste en aplicar recetas, en todas partes, cualquiera sea el lugar en el que se esté». Después de recordar que Mitterrand también fue un «lector entusiasta» de esta biografía, Mélenchon continúa: «Luis XI es un alborotador, pero cuando ejerce las prerrogativas del Estado, lo hace de verdad. Me reconozco bastante en este tipo de personaje» que «reinó gracias a su inteligencia táctica».
Podemos añadir que, según el historiador Jean Favier, Luis XI, que fue corresponsal y aliado de Lorenzo de Medici y Francesco Sforza, importó en Francia las maquinaciones políticas del Renacimiento italiano. El rey se definía como «una araFía universal» que tejió su lienzo sobre la base de un cálculo preciso del equilibrio de poder. Su reinado marcó un salto cualitativo en la dirección de la monarquía absoluta gracias a la alianza que firmó con la burguesía, logrando así disminuir en gran medida el poder de los príncipes.
Detrás de la paradójica admiración por un rey Capeta, proclamado por alguien que afirma ser el oponente del sistema francés de "monarquía republicana", se encuentra un razonamiento más pernicioso, a saber, la autonomía del Estado. «Lo que nos reunirá y unificará será el Estado, que en última instancia será nuestro instrumento común. El otro elemento decisivo en la historia de Francia es el pueblo, sin el cual los grandes hombres no podrían haber hecho nada. luis XI no podría haberse mantenido si los sujetos no le hubieran aprobado en todo el reino, los Enragés [el partido de los Enfadados], porque se encontró aislado y más tarde, a su vez, fue liquidado».
El materialismo histórico contra la soberanía popular
Desafortunadamente para el tribuno de la izquierda, el encuentro entre un hombre y su pueblo no basta para perpetuar ningún tipo de poder. Resumamos a Marx: con o sin los Enragés Robespierre habría caído igualmente. Los jacobinos permitieron la movilización masiva contra los reaccionarios, enemigos de la revolución, pero una vez eliminado el peligro, su programa para una sociedad basada en la pequeña producción artesanal contradecía el desarrollo objetivo de la sociedad capitalista en Francia.
El Estado tiene la función de defender los intereses de la clase dominante. En su dialéctica concreta, la burguesía en ascenso se alimentó del jacobinismo revolucionario, pero luego escupió su hueso no comestible. Sin embargo, le dejó en herencia al proletariado francés la maldición de la fábula sobre la República social, permitiendo a cualquier demagogo poner periódicamente en el orden del día viejas ilusiones y proponer «completar la Revolución» por una «verdadera democracia».
El marxismo no es la coronación de la idiologia de la primacía de la política o la soberanía popular. La sociedad sin clases no será hija de ninguna diosa Razón, sino de la dictadura del proletariado que derroca a la dictadura burguesa, de la cual la democracia es el mejor envoltorio. Las fuerzas motrices de la revolución residen en las contradicciones internas del capitalismo, en sus crisis y en sus rupturas del orden. Sólo un partido basado en el modelo bolchevique, enraizado en la fase contrarrevolucibnaria, podrá recoger el desafió lanzado por la historia.