Crónicas europeas

El Rin en tiempos de Asia
La unidad imperialista de Europa empieza a perfilarse como una exigencia del capital ya a finales de siglo, entre el Ochocientos burgués y el siglo XIX imperialista. Escribe Franz Mehring que, cuando la filosofía alemana declaró finalizada la «misión histórica universal de lo prusiano», con ello expresaba «la satisfacción de la burguesía alemana por la eliminación de las barreras que en los pequeños Estados alemanes y en sus instituciones modificadas se habían opuesto a la extensión del capitalismo». Pero habían transcurrido pocas décadas desde la unidad de Alemania, nación atrasada en el contexto europeo, cuando ya, «en una evolución sin precedentes, poderosa y rápida, el pensamiento nacional se convirtió en una barrera sobre la cual golpeaba con impaciencia la fuerza de expansión del capital: en la época de los carteles y de los trust por un lado del movimiento internacional de los trabajadores por el otro, se desteñían los colores en los palos de las fronteras de cada uno de los países» (F. Mehring, la leyenda de lessing, 1893 ). 
De las contradicciones de este proceso se desencadenó el choque de las naciones en las dos guerras mundiales. El capital agarró las carcasas del Estado-nación, en las que había afirmado a lo largo de los siglos sus poderes políticos y la centralización de la violencia. Incapaz de unificarse políticamente, Europa se auto-destruyó en la masacre entre 1914 y 1945, desde la Gran Guerra hasta la catástrofe nazi. 
El Rin, línea de frontera entre las dos principales potencias continentales, está en el corazón de este movimiento contradictorio de unidad y escisión. 



Ideología renana

Según el historiador Lucien Febvre, el gran río es el símbolo de una «identidad que se afirma por oposición». «De modo que hay un Rin. en su totalidad, si el problema es de unir: pero hay muchos y diferentes Rin si hay que encerrarse en sí 
mismos o si hay que combatir. Diferentes Rin que a veces unen y a veces dividen. ¿El qué? Dos mundos». 
El primero es «la extrema ramficación de la Europa occidental», en cuyo interior se ha constituido Francia. et otro es «aquella masa sin límites de la Europa de en medio, firmemente ligada a las tierras macizas de la Europa oriental, y a través de ella a las imprecisas inmensidades del espacio asiático». Febvre evoca la imagen de un Rin «todo alemán en la medida en que exactamente, Alemania se ha complacido en definirse el "devenir". en busca de horizontes mutables. más que el "ser". encerrado en la clara conciencia de sí mismo» (El Rin. Historia, mitos, realidad). 
En 2006, dedicamos un artículo a este libro, observando que constituía «uno de los primeros ejemplos de esa "ideología renana" que tendrá tanta importancia en la percepción de sí mismo del imperialismo europeo apertura a los intercambios, comportamiento cosmopolita y ahierto, realidad urbana y firmes tradiciones burguesas liberales» ("El Rin en la ideología europeísta"). 

"Sonderweg" alemán e identidad europea 

El artículo señala que el texto presenta, de todos modos, «trazas robustas de nacionalismo», contraponiendo a los ideales universales de Francia el belicoso talón prusiano, asiático y duro, que solo la Renania católica, liberal y evolucionada habría podido templar. La cuestión europea conlleva en sí misma la cuestión alemana.
Una lectura parecida se encuentra también en el debate historiográfico de más allá del Rin, en la versión "negativa" del Son­deiweg alemán según la fomulación de Heinrich August Winkler, «el largo camino hacia Occidente» de Alemania, para anclarse al Rin y luego al Atlántico-; a dicha versión se acompaña, sin embargo, otra "positiva", articulada a su vez en tres dimensiones.
La investigadora Marzia Ponso las define: «La primera, que identifica en el nexo entre Reforma luterana y modernidad la brecha fundamental de la historia alemana; la segunda, que reconoce el gran viraje nacional en el proceso de autonomización y diferenciación de la cultura alemana del cepo de la ilusutración europea, culminante en las guerras de liberación antifrancesas y luego en la época del Idealismo. La tercera identifica en la superior capacidad de organización sociopolitica y de racionalización institucional que se despliega a lo largo del siglo XIX y. sobre todo, con la fundación del Segundo Reich, la razón de la primacía de la nación alemana en Europa». 
Thomas Mann sintetizó con eficacia la historia nacional en la imagen de tres «colosos»: Lutero, Goethe y Bismarck (Die drei Gewa/tigen, 1949).
Lutero es la figura que se coloca «en el centro de las dos versiones. positiva y negativa, del Sonderweg: de la positiva, por ser el promotor de aquella revolución que abre a la libertad moderna; de la negativa, por ser el iniciador del autoritarismo ale­mán» (M. Ponso, Una historia particular). 
«emancipó al cuerpo de las cadenas, poniendo en cadenas al corazón.

Reacción a Asia

Publicado en los años Treinta, entre las dos guerras mundiales y en el escenario del ascenso del nazismo, el texto de Febvre concluye con esta observación: 
«El Rin sigue siendo el rio que une. Hoy, en verdad, ¿qué Estado podría reivindicar solo para si mismo? En el terreno político, en los limites actuales de nuestras mentalidades nacionales, la cuestión del Rin no tiene solución». 
Después de la Segunda Guerra Mundial y del Tratado del Elíseo de 1963 entre Charles de Gaulle y Konrad Ádenauer, Europa vuelve a conciliar sus naciones, pero para constituir un polo continental en la contienda mundial. Así la integración europea ofrece solución a la «cuestión del Rin», pero su contenido es imperialista. Hay que reconocerlo para no acabar alistados en sus ideologías, que trasfieren a una escala continental la división que antes fue nacional. 
Hoy la emersión de Asia es el fenómeno histórico que alimenta y cataliza el empuje a la unidad europea.

Frontera milenaria y siglo imperialista 

Una frase del Inestable ordine del multipolarismo recoge que en 1943, durante su exilio en Londres, De Gaulle rechaza las hipótesis del reparto de Alemania y afirma que un orden europeo duradero es posible «solo a través de una revisión del Tratado de Verdún y la reunificación de los Francos del Oeste y del Este». Sigue el comentario: «Es una mirada dirigida hacia atrás en la historia. En Verdún, en agosto de 843, Carlos el Calvo, Luis el Germánico y Lofario definieron el reparto del Sacro Imperio Romano carolingio. Mil años después, siempre en Verdún sobre los frentes de la Primera Guerra Mundial, tal y como pudo señalar el historiador Fernand Braudel, franceses y alemanes seguían combatiendo "por la posesión de Lotaringia "».
El historiador genovés Roberto Lopez indica en el Imperio Carolingio un «preludio de Europa». De hecho, antes de Cario Magno, los antiguos veían en el mapamundi «otra región natural, que tenía en el centro el Mediterráneo y, como fronteras, el Rin y el Danubio al Norte, los grandes desiertos al Sur». Sin embargo, este «preludio» es al mismo tiempo una «salida en falso»: la rápida descomposición del imperio pone en marcha una dialéctica que nunca abandonará a Europa entre «universalismo» y «particularismo», en­tre «europeísmo» y «nacionalismo» (R. Lopez, El nacimiento de Europa). 
Según De Gaulle, el Tratado del Elíseo consagra el fin de la milenaria frontera renana. Si queremos limitarnos a la época burguesa, reconcilia París y Bonn tras las tres grandes guerras sobre el Rin: la franco-prusiana y los dos conflictos mundiales. Por lo tanto, da comienzo a la unidad europea en el siglo imperialista, prefigurando la nueva fase estratégica del enfrentamiento entre conjuntos continentales.

Whatever it takes

El significado estratégico del Tratado de Aquisgrán, firmado el 22 de enero de 2019 en la ciudad renana por Angela Merkel y Emmanuel Macron, se tiene que entender en el marco de esta herencia histórica. Wolfgang Münchau, en el Financial Times, nota que «fijará la agenda, como lo hizo el Tratado del Elíseo en 1963». El artículo plantea una analogía con el Plan Wemer de 1970, que preparó el camino a la divisa única. 
La observación más interesante, también porque procede de una fuente tradicionalmente crítica hacia la línea alemana, es que el Tratado de Aquisgrán representa la contrapartida política franco-alemana del «whatever it takes» de Mario Draghi: durante la crisis de la deuda en 2012, el presidente del Banco Central Europeo declaró que estaba dispuesto a hacer «todo lo necesario» para defender la unión del euro. «Créanme, será suficiente», añadió. Esta afirmación tuvo un efecto inmediato sobre los mercados, porque expresaba la línea de un poder federal. 
Es significativo que el diario chino Global Times haya visto en la iniciativa renana de Aquisgrán un elemento de escisión imperialista: «Una Europa unificada y fortalecida puede añadir una sensación de inseguridad a la región, llevar a una carrera armamentística o incluso a un choque armado».


Activismo franco-alemán

Mientras, bajo el empuje de la irrupción de China, se empiezan batallas colosales para la reestructuración en sectores clave como el coche eléctrico o las telecomunicaciones, no solo en competición sino también en alianza con China -Alemania manifiesta ante todo en el terreno económico su ambivalencia entre el Atlántico y Asia el ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, ha presentado una "Estrategia industrial nacional 2030", en clara respuesta al Made in China 2025.
Una agenda que desde el corazón alemán quieren que sea continental: junto a su homólogo francés Bruno Le Maire, Altmaier anima a crear «más campeones europeos para afirmarnos en la competición con China y los EE.UU.». Para dicho objetivo, evidenciando una dialéctica y una lucha con los poderes europeos, los dos ministros solicitan una reforma del derecho de competencia de la UE. 
Otra señal de contraofensiva europea aparece en el terreno de la política exterior: junto a París y Londres, Berlín ha anunciado la creación de un vehículo financiero, llamado lnstrument in Support of Trade Exchanges (INSTEX), como reacción a las sanciones de los EE.UU. a Irán. Frankfurter Allgemeine evidencia la ambición a una autonomía estratégica europea: «El verdadero potencial del sistema de pagos reside en el futuro, y va mucho más allá de Irán: la UE crea una institución que desafía el sistema financiero internacional dominado por los norteamericanos. Hoy es pequeña todavía. El unilateralismo de Trump podría volverla grande». 
A nivel de la conexión con la base de masa, considerando también las potenciales consecuencias sociales de la reestructuración continental acelerada por la presión de China, el eje franco-alemán intenta reconducir los soberanismos nacionales, y los miedos expresados del redil atlántico, al redil de una Europa sobe rana y protectora. 
Alrededor del Rin, columna vertebral del continente, se consolidan los poderes europeos para el desafío de Asia.