Una encrucijada en la historia


Hay muy mal humor en los ambientes del viejo orden liberal euroatlántico. Según un decano de la política exterior francesa, la historia titubea y no se sabe qué dirección tomará. Para el líder de la opinión liberal en el diario de la City de Londres, la primera globalización se estrelló a comienzos del siglo XX en la sucesión entre guerra, crisis económica y políticas proteccionistas. Hoy puede ocurrir lo mismo, pero con otra secuencia: antes, la crisis global de 2008 y luego el crescendo proteccionista y las tensiones de potencia entré los Estados Unidos y China. La guerra, se intuye, puede estar en el horizonte. Además, Europa se encuentra en el medio, entre América y China, entre Donald Trump en Washington que grita amenazas y Pekín que le tira de la chaqueta, y acusa a Angela Merkel por no ser capaz de decidirse. En realidad existe un juego ambivalente del Viejo Continente, donde la Unión de todos modos hace valer sus poderes, su divisa y sus capitales. Lo vemos en la contienda sobre los mercados, donde ya en muchos sectores de las altas tecnologías China es un nuevo competidor. Se exacerba la batalla para cortar el camino a sus nuevos campeones industriales acusados de recibir ayudas del Estado, o para obligar a Pekín a abrir un mercado interno enorme pero semiprotegido. En las telecomunicaciones, los Estados Unidos quieren la prohibición para Huawei; Europa arrastra los pies. En el sector de los coches, con inversiones colosales en el sector eléctrico, empieza una batalla como no ha producido nunca en cien años: esa también ha sido acelerada por sorpresa por China, pero mientras tanto se ha convertido también en una ofensiva alemana. 
La historia está en una encrucijada también en la lucha política y en la lucha de las clases. Entre los Solones de su política, ¿quién habría podido decir que en América las presidenciales se decidirían acerca de un muro que se quería levantar en la frontera de México?¿ Que Londres se jugaría a los dados su nexo estratégico con Europa pero se quedaría durante años en el pantano? ¿Que en Italia la segregación de un millón de inmigrantes regulares se exhibiría como un trofeo electoral? ¿Que por doquier Twitter, Facebook, lnstagram, en combinación con los salones televisivos, se convertirían en plazas y en las tribunas de su política? 
Quién sabe por cuánto tiempo seguirá existiendo la historia, entre el viejo orden que aún no ha muerto y el nuevo que nacerá solo entre crisis, tensiones y guerras mortíferas. Es el nuevo ciclo político; lo hemos visto venir, lo estudiamos y luchamos contra sus poderes, sus partidos y sus ideologías. Organización y ciencia marxista: es la fórmula para la autonomía de nuestra clase. 



Hemos documentado más de una vez la creciente carencia de mano de obra que, si bien se ve acompañada y ocultada por los datos sobre el paro, aflige el sistema productivo en toda Europa. En Alemania sobre todo, hay casi 80 profesiones con «puntos de congestión», el doble de hace un año: mecánicos y técnicos del sector automovilístico, albañiles, maquinistas y más (Handelsblatt, 30 de enero).


Se necesitan obreros 

Italia no es inmune. Cada mes Unioncamere, el sistema de las Cámaras de Comercio italianas, y ANPAL, la Agencia para .las políticas activas del trabajo, publican los datos recogidos por el Sistema informativo Excelsior sobre los "Programas ocupacionales de las empresas". De esos datos resulta que, en enero, el 31 % de los trabajadores considerados necesarios se consideraban difíciles de conseguir. En resumidas cuentas, casi la tercera parte de los puestos de trabajo disponibles corre el riesgo de quedarse sin cubrir. 
Puesto que el descenso de la natalidad tiene su parte de responsabilidad en esta dinámica, una responsabilidad, entre otras cosas, destinada a crecer en el tiempo, por lo demás se ha adoptado la tesis de que todo depende del desequilibrio entre la formación académica y las exigencias del mercado de trabajo. Una tesis por lo menos incompleta. 
Unos cuantos datos ulteriores permiten estudiar el fenómeno más a fondo. Por ejemplo, las que faltan no son solo profesiones de alta cualificación o elevada especialización como, entre los jóvenes, el 63% de los especialistas en ciencias matemáticas, informáticas, físicas y químicas o el 50% de los diseñadores e ingenieros. Se nota la carencia también por el 46% de los obreros en las actividades metalmecánicas y electromecánicas. Por encima del 50% es la dificultad de encontrar a fundidores, soldadores, ferrallistas, herreros y profesiones parecidas de todas las edades. 
En general, las demandas de las empresas, según este estudio, se refieren en poco más de la mitad a licenciados y di­plomados, pero por lo restante a títulos de estudio inferiores, desde la escuela obligatoria al diploma profesional. 

Un último dato: las industrias metalúrgicas afirman que la dificultad en encontrar a trabajadores se debe al menos en la mitad de los casos a «falta de candidatos» y solo en el resto a «preparación inadeuada».Los datos de los demás sectores son parecidos.

Cambio social y desempleo intelectual 

El cuadro ya se ha vuelto más claro: en la raíz del problema de carencia de mano de obra disponible hay un fenómeno social, no solo una deficiencia a nivel de formación. Está el crecimiento de estratos sociales que no buscan ese tipo de trabajo, apuntando si acaso al empleo público e inflando, mientras esperan, las legiones del desempleo, sobre todo juvenil. Por lo tanto, es el producto de la tardía madurez imperialista, problema que hoy se presenta con niveles crecientes, pero no nuevo para el análisis marxista. 
Arrigo Cervetto se ha ocupado de ello más de una vez. En una relación de marzo de 1977, en una época de profunda reestructuración económica y social, 
indicaba entre los caracteres comunes a todas las metrópolis «la desocupación juvenil intelectual»: «De media, la desocupación intelectual es la mitad de la desocupación juvenil» (Opere, volumen 16). La creciente escolarización no ha hecho sino aumentar ese dato. 

El resultado es la presencia, sobre todo entre los jóvenes, de desempleo intelectual y puestos de trabajo no cubiertos en las empresas. Y puesto que éstas necesitan tapar los agujeros, se recurre, cada vez más, a la mano de obra inmigrante. En algunos sectores, no se puede renunciar al trabajo de los inmigrantes, sea cual sea la opinión de los que los quieren mantener a distancia en los cambios de concentración libios o dejar que los hundan las olas del Mediterráneo.

Demagogos racistas 

En el conjunto de los ocupados en Italia en 2017, el 10,5% estaban cualificados como "extranjeros" (por lo tanto inmigrantes sin nacionalidad italiana): para completar los datos, se les tendrían que añadir los inmigrantes que mientras tanto se han convertido en ciudadanos italianos, unos 200 mil de media de los últimos años. Pero, hablando solo de los "extranjeros", el 10,5% medio se compara con el 16,6% en la construcción, el 18,5% en la hostelería, hasta el 37,3% en los "demás servicios colectivos y personales" (ministerio del Trabajo, Octavo Informe anual: los extranjeros en el mercado de trabajo en Italia, 2018). Según un estudio de la Universidad de Milán, entre los rider, los repartidores en bicicleta, más del 60% son extranjeros y más de la mitad trabaja más de 40 horas semanales. No es la imagen de los "trabajillos" para estudiantes. 
Tampoco este desarrollo sorprende a los leninistas. En una relación de mayo de 1985, Cervetto adelantaba el nexo: «El bajo índice de natalidad de la metrópolis italiana, por las consecuencias sociales que provoca en el mercado de trabajo, es uno de los factores que alimenta y alimentará aún más la corriente de inmigración».
Este fenómeno, que según Cervetto estaba destinado a acelerarse, requería «ideas muy claras»: «no se pueden tolerar posiciones de indiferencia o de permisividad teórica», que dejaría «campo libre a la difusión de la demagogia de los que agitan el problema de la desocupación juvenil y calla sobre el hecho de que una masa creciente de trabajadores inmigrantes esté ocupada en la economía italiana» ( Opere, volumen 21 ). 

Y acababa con una previsión: «Los demagogos de hoy serán los futuros racistas». Literalmente se ha hecho realidad.

Intolerables sugestiones rojo-pardas

Es lo que ha ocurrido, con sus formas específicas, en todas las metrópolis europeas. Es la mezcla que, agitada, proporciona el caldo de cultivo a las diferentes ideologías "rojo-pardas" del nuevo ciclo político: demagogia social y racismo. Reivindicar un planteamien­to racista de las políticas sociales es, por ejemplo, lo que aúna a los gobernantes italianos a las oposiciones "sociales" en Francia. Y, como avisaba Cervetto, estas posiciones «no pueden ser toleradas», hay que rechazarlas. 

Solo sobre esta premisa se puede reconstruir la fuerza de clase, afirmando su autonomía y unidad; hoy, por lo que se ha dicho, no se puede prescindir del carácter multiétnico de la clase asalariada. Si los trabajadores inmigrantes son recibidos por las empresas, con la finalidad explícita de explotar sus capacidades laborales, todavía más fuerte tiene que ser el compromiso sindical para la paridad de los salarios y de las condiciones de trabajo, contra la discriminación racista inherente a las medidas del gobierno, como la renta de ciudadanía y la "cuota 100" para las jubilaciones, que de hecho excluyen a los inmigrantes. 

Una clase continental para organizar

El 21 de enero, en Génova, se produjo la segunda conferencia general de la Coordinación europea de los comités de empresa de la siderurgia, con los delegados de FIOM, CGT, IG Metall y FGTB-MWB (Bélgica) en una decena de fábricas en Europa. Llamada a la unidad de clase, contra toda división étnica o religiosa, ha sido también la ocasión para rechazar en ese lugar las sugestiones confusas y matizadas de racismo que los «gilets }aunes» franceses pueden encender entre los trabajadores.
La organización de clase a partir de los lugares de trabajo es la respuesta a la patronal y a las ideologías socialnacionales desenfrenadas en el nuevo ciclo político. Como reza el comunicado emitido por la conferencia de Génova: 

«Frente a la creciente incertidumbre, la única garantía para los trabajadores es la organización. Hoy hasta las batallas sindicales más locales y particulares, en cada una de estas fábricas, están conectadas unas con otras en una nueva división europea del trabajo.Si el trabajo se vuelve europeo, el sindicato tiene que volverse europeo».