No es solo una fiebre italiana. Pensemos, por ejemplo, en America First, América primero, que es el santo y seña de Donald Trump, o en Take Back Control, volver a tomar el control, es decir, la soberanía británica, que ha sido el lema para el referéndum del Brexit. Tampoco Emmanuel Macron, quien desde París con Berlín intenta la contraofensiva europea, puede renunciar a la retórica y a los hecho sele la potencia nacional: un plan de rearme, y una inevitable represión contra los nuevos inmigrantes. En el fondo, tampoco antes los europeos es una fórmula menos envenenada. Más bien al contrario. Será la vía para restaurar el consenso entre las clases dominantes del Viejo Continente, la Europa que protege en lugar o junto a las vallas nacionales. Sin embargo, esta es precisamente la ideología de masas para el imperialismo europeo, en las nuevas tempestades que están de camino desde Asia y China, en las tensiones con Rusia y con América o en las nuevas aventuras en África.
Antes los italianos, antes los europeo.: dos veces un engaño para los trabajadores, ya que son la nueva versión del veneno interclasista, que coloca a explotados y explotadores unos al lado de otros, pequeña y gran burguesía junto a los proletarios, en el mito de una pertenencia común, de un interés común hacia una patria que defender, grande o pequeña que sea; y porque dividen nuestra clase por pertenencia nacional, y dividiéndola la vuelven más débil. Por lo tanto, antes los proletarios. Antes los obreros. Antes los asalariados de cualquier condición, desde los técnicos productores de las grandes fábricas a la nueva precariedad de los servicios, desde las oficinas en los rascacielos de los bancos a las huertas extenuantes. Sin distinción de nacionalidad o de religión: es un interés elemental de clase, y es un principio comunista e internacionalista. Debe vivir en la lucha. También por esto nuestro abstencionismo rechaza el teatrillo electoral de su política.
Mientras en Italia el tiovivo electoral ha retomado su vuelta de promesas a diestro y siniestro, es oportuno que los trabajadores no se dejen engañar sino que permanezcan con los pies en el suelo, bien concentrados en sus propios intereses de clase. Ya que también el empleo y los sueldos se vuelven pretextos electorales, una ojeada a las actuales condiciones del mercado de la fuerza de trabajo en Europa puede ayudamos.
Una situación social "inédita"
La novedad que cada vez más claramente se está manifestando es que este mercado está marcado por la falta de mano de obra, un elemento a considerar con atención precisamente porque es inédito para la experiencia de las generaciones más recientes. Lo que determina esta situación ya no es solo el desajuste, bien conocido al menos en Italia, entre los procesos de formación y las capacidades profesionales requeridas, por lo que el exceso de oferta (y, por tanto, desempleo) en determinadas funciones va acompañado por la falta en otras, sobre todo en el frente tecnológico y de ingeniería.
A este elemento se añade ahora la dinámica demográfica que, como hemos documentado, ya está incidiendo en la reducción de las generaciones en edad de trabajo. Y, por su naturaleza, está destinada a hacer sentir cada vez más su efecto conforme vaya pasando el tiempo: 38 millones menos en Europa en 2060, según la Comisión Europea.
La suma de los dos procesos se traduce en el hecho de que en Italia, según el último informe Unioncamere-ANPAL, el 21,5% de los puestos ofertados por las empresas en 2017 ha tenido problemas difíciles para ser cubiertos; en 2016 eran el 12%. Todavía más evidente es el problema en la industria, donde en un año el dato se ha duplicado, pasando del 13,3 al 26,6%. Se trata de más de 3 l 7 mil puestos difíciles de cubrir: ingenieros, peritos pero también obreros (La Stampa, 24 de diciembre). Sin embargo, no es un fenómeno únicamente italiano.
En Alemania, donde los procesos de formación son sin duda más adecuados, nada menos que el 45% de los empresarios declara tener dificultades en rellenar los puestos vacantes (le Mande, 21 de noviembre). Muy poco inferior (42%) es la cuota de los empresarios franceses, con niveles que ascienden al 66% para el sector automovilístico (Les Echos, 20 de diciembre). Todo esto se traduce en auténticos "agujeros" en las plantillas de las empresas: en Alemania los puestos no cubiertos ya han superado el millón ( 1,1 ), pero también en Francia el dato ya se ha convertido en bastante relevante, de 200 a 300 mil según las distintas estimaciones.
La falta de mano de obra frena el crecimiento
Handelsblatt, periódico económico de la burguesía alemana, está alarmado por las consecuencias sobre la producción. En dicho periódico, el 2 de enero se escribió que «la creciente falta de mano de obra cualificada hunde el optimismo de muchos empresarios», quienes ven en ella un freno al crecimiento económico. Christoph Schmidt, el jefe de los "sabios", el Consejo de los expertos económicos, confirma esta previsión. El Instituto IW, cercano a los empresarios, señala que un buen tercio de las empresas están saturadas y dos tercios de las mismas motivan la situación por la falta de mano de obra. El director comunica un dato: «Hace diez años se necesitaban 63 días para cubrir un puesto disponible; hoy, 103. Más de cuatro puestos sobre diez permanecen vacantes durante más de tres meses».
Los industriales lanzan la señal de alarma y piden intervenciones. El presidente del BOA, lngo Kramer, propone una estrategia en tres niveles: una mayor promoción para los desempleados de larga duración, es decir, inversiones en su formación, para actualizarla a las exigencias; una mejor asistencia a los niños, para permitir a las madres que sigan trabajando; y, sobre todo, visto que las dos medidas anteriores no serían suficientes, una oportuna gestión de la inmigración, dirigida especialmente a las franjas más cualificadas.
"Demasiados pocos inmigrantes"
El periódico alemán expone el problema admitiendo algo inesperado: recuerda que Alemania «aprovecha desde hace tiempo» la inmigración, pero también que «esta tendencia no está garantizada».
Quedémonos con el dato: se anuncia una era en la que las quejas ya no se alzarán contra la presunta "invasión" sino contra la falta de inmigrantes. De hecho, en Alemania en la primera mitad de 2017 el saldo migratorio (entradas menos salidas) ha sido positivo en casi 137 mil unidades, aunque este dato es inferior en un 15% con respecto a un año antes. Además, de los 175 mil refugiados en paro gestionados por la Agencia del trabajo BA, solo uno de cada siete posee una especialización.
Son los motivos de las preocupaciones de los industriales alemanes. Al mismo tiempo, son los elementos que refuerzan la mano de los sindicatos en las renovaciones de los convenios en marcha: lG Metall ha solicitado para los siderúrgicos un aumento de los sueldos de un 6% y, en relación con esto, ya ha puesto en marcha una serie de huelgas de advertencia.
Política internacionalista sobre la inmigración
La incidencia de la falta de mano de obra sobre la actividad económica no es un problema únicamente alemán. En Francia, por ejemplo, el 10% de las empresas industriales y el 20% de las dedicadas a los servicios han declarado que han tenido que limitar la producción en el tercer trimestre de 2017 precisamente a causa de personal insuficiente (les Echos, 20 de diciembre).
Si esta es la realidad, por fuerza la inmigración se vuelve una necesidad para el propio desarrollo de las capacidades productivas. Los gritos xenófobos están totalmente fuera de lugar con respecto a esta dinámica del mercado de trabajo. Quizás es el momento de la acogida, de la formación y de la inserción de estas nuevas generaciones de trabajadores. Los grandes grupos de la burguesía europea son conscientes de ello, aunque tienen dificultades a la hora de conseguir un consenso electoral sobre todo esto. En cambio, los trabajadores leninistas, libres de las cadenas electoralistas, pueden llevar a cabo una política internacionalista, bajo el símbolo de la unidad de clase.
Además de la inmigración extra europea, dentro de la UE se mueven flujos de personas, en su mayoría trabajadores, entre los distintos Estados. Federico Fubini (Corriere della Sera, 2 de enero) cita los datos de Eurostat referentes a 2016: al menos 18 millones de ciudadanos europeos viven en un país diferente de donde nacieron; tan solo en 2015 los traslados fueron casi un millón y medio.
Son datos que en Italia se utilizan a menudo bajo una perspectiva de pobreza como si volvieran a estar en los años Cincuenta: ahora bien, sin querer negar los malestares que un proceso parecido puede implicar, hay que verlo sin embargo como expresión de un mercado de trabajo cada vez más continental. Se añade a otros fenómenos en marcha, como la formación de grupos económicos de aquella dimensión, los "campeones europeos", que acercan cada vez más los destinos de todos los trabajadores.
El necesario planteamiento internacional de la lucha
Este es el terreno social que sostiene la batalla internacionalista de los leninistas. El obrero europeo no solo es una figura cada vez más evidente, sino que poco a poco irá mezclando los diferentes orígenes. Un paso hacia adelante objetivo en la construcción de una fuerza de clase en Europa: hay que ser conscientes de ello para poderlo transformar en un auténtico punto de ventaja.
Así, Arrigo Cervetto, en un congreso de 1987 (Opere, vol. 22) afirmaba: «Nosotros decimos que la propia lucha sindical necesita un planteamiento internacional: de lo contrario, está destinada a ser una perdedora». Es una realidad cada vez más evidente: a ella le corresponde nuestra batalla política. Por ; Círculos Internacionalistas