Es la nueva educación, para los tiempos de hierro de la nueva fase estratégica. ¿Se puede tragar este mejunje de cinismo, destartalado espectáculo e hipocresía? ¿Acaso se puede dormir tranquilos sabiendo que más allá de una ría se matan en rencillas mortales avivadas por el juego de potencia, y se muere de penurias y torturas en los campos de concentración? Son las masacres y los genocidios del nuevo siglo, el sonido siniestro de los nuevos años Veinte: en la era de la comunicación universal, nadie podrá decir que no lo sabía.
Sin embargo, hay otra cosa que se puede hacer. Para quien se niega a aceptar este estrago degradante en la pasividad, hay otra educación, otra visión que _ofrecerles a las nuevas generaciones. Es la lección del marxismo revolucionario, la pedagogia de la lucha internacionalista. Son cada vez más, son miles, los jóvenes que eligen conocer. Y de batirse, por una sociedad realmente humana.
El informe publicado por la OCDE el pasado noviembre sobre el "Convenio colectivo en un mundo del trabajo que cambia" evidencia una vez más la bajada de la sindicalización en los países desarrollados: era del 33% de media en 1975 y se redujo a la mitad, al 16%, en 2018.
La tendencia ha arrastrado la bajada de la cobertura contractual, esto es, de cuantos asalariados poseen un contrato colectivo de trabajo, sea,, este nacional, sectorial o también de empresa: del 45% en 1985 al 32% en 2017.
Crisis de la afiliación y leva organizativa.
La tesis sostenida es que no hay una única explicación para el fenómeno, sino una combinación de factores, que influyen de manera distinta en los diferentes países: la globalización aumenta la presión de la competencia sobre las empresas; el cambio de la fuerza de trabajo introduce a mujeres, graduados universitarios y jóvenes en una realidad más competitiva e individualizada; el paso de la industria a los servicios y la disminución del sector público reducen las empresas a más alta sindicalización y bajan su media; se imponen relaciones temporales de trabajo, desde la media jornada hasta los contratos a plazo,
al trabajo suministrado; de la casuística forman parte también la intervención estatal, por ejemplo con la definición de un salario mínimo legal que quita espacio a la contratación; aunque existe también una crítica a la ineficiencia de los sindicatos en el reclutamiento de nuevos afiliados.
En realidad, esta combinación multiforme de factores reenvía al ciclo liberista iniciado en los años Ochenta y al cambio social que lo ha acompañado: un dato objetivo al que sin embargo le falta a menudo el contrapeso subjetivo de un trabajo sindical a la altura de los nuevos desafios. En este sentido, sirve lo que refiere a Die Zeit (27 de septiembre de 2019) el neopresidente del sindicato alemán de los servicios Ver.Di, Frank Wemeke: «la mayor parte de la gente no ha recibido una propuesta de organizarse»; en un sondeo, un cuarto de los trabajadores ha contestado que habría adherido enseguida, «si alguien se lo hubiese pedido». Una advertencia: espíritu de conquista y organización son elementos insustituibles para recuperar fuerza en el ciclo menguante de la sindicalización.
Los límites de las huelgas francesas
En Francia, el nudo sin resolver de los sindicatos se observa en la diferencia entre los sectores público y privado: la inscripción media, un ya bajo 11 %, combina el 19, 1 % del público con el 8,4% del privado. Es este dato el que se refleja en las movilizaciones contra la reforma de las jubilaciones, donde han sido casi exclusivamente l9s sectores públicos los que se han puesto en huelga, la escuela y los transportes en particular. Tras más de un mes desde que empezaran, las huelgas de los ferroviarios han recogido todavía más de la mitad de las adhesiones, aunque el punto débil sigue siendo la no ampliación de la movilización, que prepara su declive. Sobre la distancia pesa la debilidad, salvo una verdadera ausencia, de cajas de resistencia: «El dinero se vuelve el centro de la guerra de los opositores al proyecto del gobierno», escribe Le Figaro del 28 de diciembre. Nos recuerda que la CGT debe recurrir a donaciones y colectas, mientras que Force Ouvriere tiene un fondo «de modesta entidad». Quien posee una auténtica «caja de huelga» es la CFDT, heredera de los sindicatos cristianos que desde comienzos del siglo XX habían desarrollado la práctica de «atesorar» las cuotas de los afiliados. Hoy puede presumir de un «tesoro de guerra» de 132 millones de euros (Le Monde, 30 de diciembre).
Sin embargo, la CFDT es también el sindicato más disponible al acuerdo con el gobierno: se opone a la elevación de la edad a 64 años (la llamada edad pivot), pero está de acuerdo con la abolición de los 42 regímenes especiales que existen hoy día. El gobierno, en la búsqueda de una solución se mueve hacia la CFDT y los otros sindicatos «reformistas». En su discurso de fin de año, el presidente Emm,anuel Macron ha invitado al presidente Edouard Philippe a buscar un acuerdo «con los sindicatos que lo deseen». La retirada de la edad pivot es el terreno de encuentro.
16 Metan y rojos pardos alemanes
En Alemania, el debilitamiento sindical aparece en la progresiva reducción de la cobertura contractual: el convenio colectivo (sectorial o empresarial) vale solo para poco más de la mitad de los trabajadores, el 57% al Oeste y el 44% al Este.
El problema es más general. En ocasión del 70° aniversario de la confederación DGB, Handelsblatt ( 16 de octubre de 2019) ha escrito que su nacimiento puso fin a la fragmentación del movimiento sindical, aunque se pregunta: «Hoy en día, ¿puede seguir hablando con una sola voz?». La pregunta se plantea no solo por las crecientes estratificaciones en el mundo del trabajo, sino también por la dificultad de expresar una línea unívoca frente a las peticiones externas: «Se absolutiza el propio punto de vista (proteger el clima
cueste lo que cueste) o se dan respuestas simples a los problemas (salvar el diésel)». Es evidente cuánto pesa sobre las dificultades del sindicato alemán el paso al coche eléctrico.
Aquí se abre una brecha en la inserción de formas sindicales diferentes. En las instalaciones históricas de la Dam ler en Untertürkheim, barrio de Estocarda, seis de los 47 puestos en el consejo de fábrica han sido ocupados por Zentrum Automobil, sindicato cercano al partido de extrema derecha Altemative für Deutschland. Die Zeil del 4 de enero de 201 8 trazaba la imagen de un exponente suyo: «Con casi cincuenta años, con el pelo recogido en una coleta, antes era fiduciario de IG Metall, ha votado a los Verdes, ahora vota AjD». Es una tipología rojo pardo que ya hemos visto surgir en el nuevo ciclo político. En Wolfsburg, donde tiene la sede la Yolkswagen, activistas de AfD están presentes también en las sedes locales del sindicato de los metalúrgicos IG Metall (Wolfsburger Allgemeine, 26 de noviembre de 2019).
Por esto, el IG Metall, en su congreso del pasado octubre, creó el programa Respekt, anunciando material de documentación dirigido a los delegados para contrastar la presencia de AfD entre los trabajadores, con el objetivo de llevar a cabo «un planteamiento claro contra el racismo y las discriminaciones».
Sindicato italiano a prueba de una clase multiétnica
En la Italia que está lidiando con el declive demográfico, la sindicalización no puede sortear el problema de la afiliación de los trabajadores inmigrados. El último informe IDOS apunta que en 2018 el número de extranjeros inscritos en los tres mayores sindicatos superó el umbral del millón, el 9% del total de los inscritos, que se convierte en el 15% si se excluye a los jubilados.
Sin embargo, el dato más significativo proviene de las regiones del Norte: en Lombardía y en Liguria sufJeran el 10%, en Emilia-Romaña el 13%, hasta el 16,7% del Véneto, números también estos que casi hay que duplicar si se considera tan solo a los trabajadores activos. La respuesta está en el análisis por sectores: además de los tradicionales de la construcción (25-30%), comercio y servicios (22-23%) y agroindustria (16-27%), está también el 15-16% del sector metalmecánico. Representar una clase multiétnica es el desafio para el sindicato, hoy y en el futuro.
¿Hacia convenios europeos?
Según vemos, si es verdad que cada país tiene sus especificidades, no menos cierto es que el mercado de la fuerza de trabajo en Europa tiene muchos elementos comunes, hasta el punto de que se puede plantear la posibilidad de batallas contractuales a escala continental. Se lo han preguntado a Stefano Scarpetta, quien ha firmado el citado informe de la OCDE y ha contestado lo siguiente: «Si por un lado pensar en un modelo único es dificil, por otro es deseable poseer una coordinación, una coherencia, algunos elementos de base comunes. Es algo sobre lo que Comisión europea y cada Estado tendrían que trabajar desde ya».
En cambio, nosotros pensamos que este es más bien un terreno de trabajo de los organismos sindicales, a partir de aquellos comités de empresa que ya se están poniendo manos a la obra con este objetivo.
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