Disputa de potencias en el "Mediterráneo ampliado"

Si la intervención militar turca parece haber congelado el conflicto libio, el activismo de Ankara aumenta las tensiones en el Mediterráneo, en particular con París, pero también con otras potencias regionales. Los reveses del mariscal Jalifa Haftar han llevado a Egipto a amenazar con una intervención militar directa: un «disparo de advertencia» no sólo retórico, destinado a frenar futuras pretensiones ofensivas de Trípoli y Ankara. 
El empeoramiento de la crisis libanesa ha permitido a Francia, después del desastre libio, relanzar una iniciativa diplomática en Levante. El anuncio dé normalización diplomática entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos le permite a Donald Trump marcar un punto diplomático significativo, con reflejos sobre los equilibrios regionales. La cuestión libia y la intensificación de la disputa entre las potencias se produce en un Mediterráneo ampliado, cruce de una pluralidad de intereses y tensiones entrelazados. 

Partida libio mediterránea 

En la disputa turco francesa la cuestión libia se solapa a la de los yacimientos de gas offshore en el Mediterráneo Oriental: Ankara se inserta en los acuerdos entre Grecia, Chipre, Egipto e Israel, con intereses de los Emiratos y franco italianos. 
París, poco antes de mediados de agosto, realizó ejercicios navales con la marina griega para enviar una «señal de amenaza» a Turquía, que emprende prospecciones de los fondos marinos en aguas reivindicadas por Grecia bajo protección militar. A diferencia de Libia, según los comentarios franceses, en esta ocasión sería mayor la «división de papeles» franco alemán frente a la asertividad turca. Para Bruno Tertrais, director de la Fondation pour la Recherche Stratégique, cercana a los ámbitos militares, «el objetivo es presionar a Ankara para que se retire de la plataforma continental griega y empujarla a volver al diálogo: tanto París como Berlín respaldan la voluntad de Bruselas de calmar el juego». Aunque muchos países europeos no desean poner a Turquía contra la pared, se está manifestando un «cambio perceptible» de actitud, menos condescendiente con Ankara. 
Según la valoración de Politico, sin embargo, en la contienda en torno al asunto Libia Mediterráneo Oriental, mientras Emmanuel Macron está desplegando «fuerzas navales extra», Angela Merkel parece más inclinada a desempeñar un «papel de intermediaria entre Ankara y Atenas». Es una posición recogida por los medios proguber namentales turcos: para ellos las dos «fuentes de tensión en el Mediterráneo son piezas unidas e inseparables de un mismo rompecabezas» donde Ankara se muestra receptiva a la solicitud de desempeñar un «papel constructivo» expresado en varias ocasiones por Berlín. En la cumbre franco alemana de Bréganron el 19 de agosto, Macron y Merkel definieron una posición de complementariedad en los informes de política exterior, incluida la relación con Turquía. 
Para Arnaud Peyronnet, analista del FMES, think tank cercano a la marina francesa, la «mano de póker» turca intenta enviar 
«una clara señal»: los intereses de Ankara en el área no pueden ser ignorados. Si la diplomada de Atenas se refuerza por el apoyo francés, recordando cómo la UE tiene los medios para «causar daños enormes» a la economía de Ankara, ésta, a través de la japonesa Nikkei, evoca una relación más estrecha con Pekín: el fondo soberano turco TWF, creado en 2016 con acúvos por valor de 230 mil millones de dólares y presidido por Recep Tayyip Erdogan, tendría como objetivo «profundizar la conexión  entre Turquía y la nueva Ruta de la Seda»
«Lanzar µores al Este y al Oeste» fue la fórmula utilizada por Erdogan aspara definir oncretola postura diplomática turca. Un paso concretoo fue la compra del sistema antimisiles ruso S-400, para marcar una medida de autonomía de la OTAN. 

"Entente" turco rusa y apoyo americano

La intervención turca en Libia ha obtenido también la aprobación estadounidense. Según el Washington Post, fuentes del Departamento de Estado han definido la cuestión libia como «un problema europeo» y la posición de Washington como «neutralidad activa». En una entrevista concedida a Hurriyet, el embajador estadounidense en Libia, Richard Norland, dijo que la decisión de Ankara ha creado la oportunidad para «negociaciones políticas» en Libia, imponiendo un bloqueo y una «tregua de facto». Los países que lamentan la presencia militar turca deberían preguntarse por qué «se han comprometido con el grupo Wagner», cuyo despliegue ha sido posible gracias a Moscú. Una crítica muy poco velada a París, Abu Dabi y El Cairo. 
Para Norland es comprensible que Trípoli no vea con buenos ojos la presencia de Haftar en la mesa de negociaciones, aunque el epicentro político de la Libia Oriental se habría trasladado hacia actores diferentes. El mariscal debería desempeñar un para constructivo a la hora de definir un nuevo acuerdo de se­guridad libio. Los EE. UU., concluye, no son partidarios de un «reparto de facto o formal de Libia», que podría estar determinada por el punto muerto militar en torno a Sirte. Por esto las dos partes deberían permitir la reanudación de las exportaciones de hidrocarburos, bloqueados por Haftar desde principios de año por petición de los Emiratos, removiendo el incentivo para su conquista militar. 
La posición de Norland es simétrica a la de Aleksei Erkhov, enviado ruso en Ankara. En una entrevista a Sabah, órgano muy próximo a Erdogan, el embajador ruso ha llamado a «no incrementar» las posibilidades de que las fuerzas turcotripolinas tengan éxito en el asalto a Sirte y Al Jufra, la línea roja señalada por Egipto. El conflicto libio, prosigue, recuerda al movimiento de un péndulo: «cuando una parte piensa que está cerca de la victoria es reluctante a negociar». Pero ninguna de las dos partes está en condiciones de imponer una solución militar. Como sucedió en Siria, Moscú y Ankara apuntarían a «compromisos libios» que reflejen «intereses equilibrados». 
Para Kirill Semenov, experto del RIAC, Rusia conoce bien el historial de Haftar como «activo de la CIA» y nunca Je ha brindado plena confianza; sin embargo, Moscú confiaba en que podría tener un peso en la Libia de posguerra. Sus reveses militares lo hacen «cada vez más dependiente del apoyo ruso»: los «contratistas rusófonos» desplegados en Sirte, Al Jufra y en el creciente petrolífero impiden nuevos avances de las fuerzas de Trípoli y hacen a Haftar más «receptivo» a nuevas iniciativas de paz. Los esfuerzos de Turquía y Rusia, «las potencias que tienen las llaves para resolver el problema libio», han conducido a una «congelación clara» del conflicto, consolidando la «división política del país»; una situación sostenible si la renta energética fuera «gestionada de forma conjunta e igualmente repartida entre Trípoli y Tobruk». Durante los últimos días, las señales entre Trípoli y Tobruk apuntan a la reanudación de las negociaciones. 

Francisco I y los "peregrinos de ile Longue" 

Dominique Mo"isi, presidente del Instituto Montaigne, observa cómo en su «resistencia a los objetivos expansivos turcos» París demuestra coraje político pero se ha quedado aislada: ha llevado a cabo una política regional en la que ha preferido «actuar sola, sin consultar a los socios de la UE», encontrándose debilitada al apoyar a «un perdedor». En su denuncia al intervencionismo de Ankara, Macron recuerda al «Papa Pío II», que en el congreso de Mantua de 1459 denunció la pasividad de los reinos cristianos ante la conquista otomana de Constantinopla. Cincuenta años después, «Francisco afirmó una alianza con los turcos para contrarrestar a los Habsburgo». París se queja de la pasividad europea, que expone a la UE al chantaje turco a través de la «baza de los inmigrantes», pero se equivoca al haber practicado una política «casi sistemáticamente europea»: se comportó en Libia como Francisco I, «definiendo por su cuenta sus propias prioridades». En particular con respecto a las dosificaciones de Berlín, que no se empareja con la voluntad punitiva de París. 
Una fuente diplomática alemana, citada por Figaro, ha puntualizado que «la relación germano turca» es tan compleja como la que existe entre Francia y Argelia, dado el peso de la diáspora turca en Alemania. Como señala Mo"isi, fue en Berlín y no en París donde se celebró la conferencia de paz sobre Libia. Michel Duelos, exembajador, sintetizando el debate galo, señala como en Libia Francia ha experimentado un «revés importante», que podría marcar el «final de un ciclo»: el origen de las fallas francesas, para Duelos, se encuentra en el paradigma que «privilegia la lucha contra el terrorismo con socios de la escuela autoricaria», de los cuales «no ha querido o podido separarse a su debido tiempo».
Es una crítica al enfoque seguido por la presidencia Hollande y heredado por Macron a través de la figura de Jean Yves Le Drian; éste privilegiaría, dicen los comentaristas, a las relaciones con Arabia Saudí, Egipto y los Emiratos y su hostilidad a las corrientes islamistas inspiradas en los Hermanos Musulmanes. Algunos también evocan el peso de los denominados «neoconservadores» den­tro del Quai d'Orsay: funcionarios de alto rango, especialistas en disuasión nuclear, con vínculos atlánticos y una visión realista 
de las relaciones internacionales, particularmente caracterizada por el uso de la fuerza armada. Según la definición irónica de los altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, son los «peregrinos de lle Longue» (la base de la disuasión nuclear naval), formados en el «culto» a la force de frappe y su papel en el prestigio de potencia de París. Muy comprensivos con las políticas israelíes y hostiles al programa nuclear iraní. Los mismos ámbitos, informa Le Monde, habrían arrastrado los pies con respecto a las aperturas de Macron en Moscú. 

Crisis libanesa y el "Acuerdo de Abraham" 

La explosión, a comienzos de agosto, en el puerto de Beirut de un depósito con 2.700 toneladas de nitrato de amonio, con efectos destructivos nuclear, no alejados a los de una pequeña ojiva nuclear, profundizó la crisis en el país de los Cedros y fue rápidamente agarrada por el Elíseo. Macron, a juicio de Duelos pero también de otras fuentes, con su paseo entre las ruinas puso en escena la «nobleza

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