Carrera armamentístia

¿Ha comenzado la «segunda guerra del Pacífico» contra China después de la del pasado siglo contra Japón? Lo afirma el Figaro, aunque después de que París fuera humillado por el acuerdo AUKUS entre Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que anuló un pedido multimillonario para su industria bélica. Escriben los franceses que la guerra no se librará solo con enfrentamientos militares, sino también con amenazas, intimidación, lucha tecnológica, ciberataques. 
Un hecho es cierto, el barómetro marca tormenta; lo que se ha oído es la patada inicial de quince años convulsos, que marcarán el nuevo siglo. El imperialismo estadounidense encuentra por primera vez en el imperialismo chino un oponente a la par; AUKUS será el comienzo de una carrera de rearme sin precedentes; el imperialismo europeo no puede sino verse involucrado. 
La vieja Europa está intranquila: ha perdido al menos veinte años dando largas sobre la defensa europea; no tiene el control del Mediterráneo, que es su periferia, a la vez que en Asia ha madurado intereses enormes, justamente a partir del intercambio de mercancías y capitales con China. Hay un doble temor, tanto de verse arrastrada por un choque no deseado con Pekín, como a verse marginada por un acuerdo entre Estados Unidos y China, siempre posible. La discusión se ha vuelto acalorada. Se persiguen planes para una política exterior común y una fuerza de intervención europea; se gustaría poder tratar con Washington en pie de igualdad en la OTAN. Pero recuperar el tiempo perdido mientras el mar ya está tormentoso es un desafío enor­me. Un factor desconocido es Alemania, donde finaliza la era de Angela Merkel, marcada por una estabilidad que ahora muchos acusan de inacción. Esta es la contienda del imperialismo, que ha saltado a un nivel superior compuesto por misiles, submarinos y reactores nucleares. Los trabajadores no pueden ignorar la tormenta que se avecina, porque quieran o no, se verán arrastrados. Debemos mantener los ojos abiertos, y ese es el papel de la ciencia marxista. Necesitamos una conciencia y una estrategia internacionalista. La oposición revolucionaria al imperialismo europeo, como a todos los imperialismos, está a la orden del día. 

Volvamos a un tema ya mencionado en el número anterior de nuestro periódico: la escasez de mano de obra, efecto también del declive demográfico, «puede ser un factor de apoyo a un empuje salarial». Volvemos porque, mientras tanto, este tema ha sido retomado repetidamente en la prensa internacional. 

Demografía y contratación
 
El argumento es utilizado también para endulzar la píldora de una reestructuración destinada a trastornar la vida de muchos trabajadores: la idea es que un eventual despido no es tan grave, ya que quedan mu­chos puestos de trabajo por cubrir. ¿Habrá que repetir que el paso de una tarea a otra, de un trabajo a otro o de un lugar a otro no es tan obvio, seguramente no está exento de dificultades y para muchos puede ser incluso un drama? 
Sin embargo, es cierto que la escasez de mano de obra es un fenómeno real: amerita por lo tanto hacer algunas consideraciones, partiendo de una mirada al debate en curso. 
Le Monde dedicó al tema un dossier el 25 de agosto. Título: «En Europa, la gran escasez de mano de obra». Y explica: «Desde la hostelería hasta la construcción, las empresas del Viejo Continente están luchando por contratar. El fenómeno transfiere progresivamente el poder de negociación hacia los asalariados». 

Inmigrantes y estantes vacíos 

El Financia/ Times ha dado la alarma con cierta insistencia, también haciendo notar el hecho de que el Brexit ha agravado la situación inglesa. «Los supermercados están luchando por mantener abastecidos sus estantes», escribe el 27 de agosto: específicamente, no hay camioneros que transporten las mercancías. Pero, añade, las carencias también se encuentran en Francia, Alemania, Italia, Holanda y Escandinavia, y afectan a varios sectores: hostelería, distribución, construcción, sanidad. 
Entre las razones está la falta de inmigrantes, trabajadores que, despedidos durante la pandemia, son repatriados y ahora tienen dificultades para regresar a Inglaterra aunque no solo eso. Y aquí está la sentencia del Financia Times: «Con menos migrantes, llenar los vacíos significa dar salarios más altos». 
El mismo periódico vuelve el 31 de agosto a la carencia de conductores, de mostrando que en el mercado laboral no faltan solo graduados en CTIM ( ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), lo cual es cierto, pero no es lo único. No hay albañiles, obreros, técnicos, pero tampoco camareros y cocineros. Y conductores: al desarrollo del ecommerce, que exige que se lleve físicamente el paquete a su destino, se suma el envejecimiento de la población activa (en Gran Bretaña el conductor medio tiene 55 años), los ritmos elevados y los salarios insatisfactorios. 

¿Un nuevo ciclo? 

Es sobre esta base que comienza el debate sobre si se puede iniciar un ciclo que beneficie a los trabajadores en la negociación salarial. La alemana Zeit (8 de julio) plantea la cuestión precisamente en términos de ciclos. A principios de siglo, Alemania era considerada «el enfermo de Europa» y las relaciones eran desfavo­rables para los trabajadores: el gobierno Schroder afrontó esa curva desarrollando un gran sector de bajos salarios (aproximadamente una cuarta parte de todos los asalariados) y la misma IG Metall fue obligada en el 2004 a firmar el conocido como "acuerdo de Pforzheirn", que permitía a las empresas establecer excepciones de los convenios colectivos. 
Hoy, continúa el Zeic, en Alemania hay escasez de mano de obra en el 45% de las profesiones, pero el sector de salarios bajos todavía emplea al 20% de los empleados. En 2025 podrían faltar 2,9 millones de trabajadores cualificados: «Se anuncian buenos años para los trabajadores». 
Laurent Berger, líder de la CFDT, el primer sinidicato de Francia, subraya la complejidad del momento: todavía hay sectores en dificultad, pero también hay una cantidad de puestos de trabajo sin cubrir que se estima entre 250 y 400 mil. «Para solucionar el problema, es necesario abordar el tema de los salarios, las condiciones laborales, de trayectorias profesionales gratificantes».

Modelo americano 

En Estados Unidos ha abordado el tema Los Angeles Times (7 de septiembre), con el titular: «La escasez de mano de obra da más poder a los sindicatos». Cita a modo de ejemplo la planta de Volvo en Virginia, donde los trabajadores lograron un aumento del 12% (en seis años) y superaron el impopular sistema de escala salarial de dos niveles para los empleados nuevos y para los antiguos. «Es un caso de estudio sobre cómo los trabajadores sindicalizados pueden ganar innuencia mientras las empresas se esfuerzan por encontrar suficientes trabajadores». 
De manera más general, escribe el periódico californiano, «la pandemia ha producido una escasez de mano de obra que ha vuelto a algunas Union, durante mucho tiempo bajo asedio, más confiadas» con respecto a los años en los que «se redujeron en dimensión e influencia». Esto no vale sólo para el automóvil, sino también para los sectores de salarios bajos, restaurantes, bares y comercio minorista. 
El nexo con la crisis pandémica más que con el declive demográfico evidencia una particularidad del 'modelo estadounidense" con respecto al "renano": en Estados Unidos «los negocios se rcuperan más rápido de lo que la gente regresa al trabajo». En Europa, las formas de jornada reducida (como los ERTE) han permitido conservar la mano de obra, haciéndola así inmediatamente utilizable tras la recuperación. Esto al menos para los trabajadores fijos, mientras que para los contratos temporales, los trabajadores de servicios y, sobre todo, los inmigrantes han sido sencillamente expulsados. En Estados Unidos, el recurso a los despidos fue, en cambio, la regla frente a la crisis, y esto ahora impone volver al mercado para competir por una fuerza laboral menguante. 

Salarios e inflación 

En Italia JI Sole-24 Ore (10 de agosto) ve los dos cuernos de la cuestión: en los trabajos de baja cualificación, «donde no se encuentran trabajadores más menos especializados y donde es decisiva la inmigración», y en los de alta cualificación, «donde cuencan títulos y competencias aún demasiado raras en Italia». Y admite: «también hay una discrepancia salarial», un tema de larga data, pero que se debe abordar hoy «con un nuevo espíritu», es decir, con «nuevas formas de remuneración de la productividad». No podía faltar este mantra patronal.
Los datos del segundo trimestre registran en efecto un aumento de los salarios en la eurozona pero, señala Le Monde (11 de septiembre), a pesar de las tensiones en el mercado, el crecimiento medio es del 1, 73%, «muy por debajo de la inflación, que llega al 3%». También en Alemania fue del 1,9%. Solo en Reino Unido donde, como hemos visto, la escasez de mano de obra se hace sentir más, el crecimiento salarial supera a la inflación, sobre todo en los sectores en tensión. 
En Francia, de nuevo según el dia­rio parisino, la cuestión salarial «ha irrumpido en el debate político», hasta el punto de que algunos candidatos presidenciales hacen campaña prometiendo subir los salarios. 

¿Quién toma la ventaja? 

Para que una situación objetivamente más favorable no se convierta en la enésima decepción o, peor aún, en una estafa de la política burguesa, sólo queda volver a la experiencia ya secular de nuestra clase: es cierto que el mercado es la base de la negociación, pero no hay un automatismo estrecho, la relación de fuerza es siempre decisiva. Entonces: si hay una ventaja, se necesita que alguien la tome. 

A una dinámica como mínimo europea, debería corresponder a una reivindicación europea. En este frente, sabemos que la batalla aún es larga. Pero si las clases dominantes aceleran en el camino hacia un ejército europeo, los trabajadores deberían acelerar hacia la construcción de su propio "ejército". Un sindicato europeo sería lo mínimo. 

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