En Francia, la relación con Estados Unidos y, en general, la proyección de potencia se basan en la tradición gaullista. El general Charles de Gaulle no pone en duda la alianza con Washington, pero reclama la autonomía de París, también sancionada sobre el plano de la disuasión nuclear. Respecto a Europa, a pesar del acento en las naciones, De Gaulle elige el anclaje renano con respecto al imperio colonial francés: a la independencia de Argelia en 1962 le sigue, al año siguiente, el Tratado del Eliseo. Francois Mitterrand confirma y refuerza la dirección estratégica europea,en particular con la alineación renana de 1983 y luego en la relación con Helmut Kohl, el canciller de la reunificación alemana. Hoy, Emmanuel Macron reclama una filiación de esa tradición, declinada en la forma de un gaullismo europeo y en el concepto de «soberanía europea».
Gran Bretaña ha contado históricamente con una relación especia! con Washington, pero ahora ve minados los dos pilares principales de su política exterior: el nexo atlántico es un cierto frenteal unilateralismo estadounidense, y la relación con Europa es puesta en cuestión por el Brexit, una salida de la UE que se está revelando desgarradora y contraproducente.
En las colisiones globales, la capacidad de Europa de desempeñar un papel en la contienda está vinculada a su grado de cohesión interna. El déficit de centralización europea, legado histórico de la afirmación secular de los Estados nacionales, es un obstáculo para la proyección de potencia y abre las puertas a las crisis e interferencias externas. La adaptación a la nueva escala de la contienda ha impuesto un proceso atormentado de ruptura y cesión de la soberanía, particularmente sufrida en Estados como Francia o Gran Bretaña porque reclaman tradiciones nacionales ininterrumpidas de la Edad Media y un pasado imperial, con los mitos de la grandeza universalista y de la libertad insular.
Para comprender la complejidad del cuerpo continental europeo y sus poderes, nuestra elaboración ha introducido el concepto de pluralidad de superestructuras, con la dialéctica políticoinstitucional interna de los envoltorios nacionales, con sus tradiciones y factores morales, y entre los Estados y la Unión. Esta última se articula a su vez en distintos niveles de integración, desde el núcleo de la federación del euro, defendida y reafirmada en la batalla de Grecia, la hibridación de Las competencias federales y confederales de la UE, hasta los círculos más amplios de Ucrania, Turquía y quizás del Reino Unido postBrexit. Henry Kissinger, en WorldOrder, resumió esta dialéctica de la centralización europea en una pregunta: «¿ Cuánta diversidad debe conservar Europa para obtener una unidad significativa?».
Otros instrumentos teóricos fundamentales para investigar las formas políticas delamutación europea, por ejemplo, en el caso de Brexit, son las indicaciones de método enunciadas por Engels, quien, en contra de las deformaciones y simplificaciones mecanicistas, ha fijado las nociones de resultado no deseado y de retroalimentación de la superestructura política sobre la estructura económica.
Hemos visto que el proceso europeo tiene su máxima determinación en el mercado mundial y en la balanza de potencia. Ante las colisiones históricas del declive del Atlántico y los flujos migratorios, la reacción del gran capital toma la dimensión continental. En 2015, la canciller alemana, Angela Merkel, lanzó una batalla política para dar forma a una política de inmigración imperialista europea. Se dirige ante todo a las «exigencias de un continente en avanzado invierno demográfico, que tiene una necesidad vital de mano de obra inmigrante joven y, a menudo. cualificada. también para sostener la carga de su Estado social. A esto se añade la proyección imperialista en las áreas de origen de los inmigrantes:el socialimperialismo de la compasión se une rápidamente al debate del intervencionismo humanitario. Finalmente, la centralización de las potencias continentales, donde la línea de Berlín pretende europeizar de forma completa la política de inmigración, institucionalizando un sistema de asilo europeo» ("La política imperialista europea sobre inmigración", octubre de 2015).
Político europeo, y las tradiciones políticoinstitucionales en las que es parte, ejercen una «retroacción», determinando los tiempos y las formas del movimiento continental.
El declive estratégico relativo, la fase descendente de la socialdemocratización, el invierno demográfico y los flujos migratorios son las tendencias de fondo que motivan la línea europea del gran capital, pero al mismo
tiempo producen un nuevo ciclo político, marcado tanto por el voto a favor del Brexit en Gran Bretaña como por el ascenso de fuerzas nacionalistas y xenófobas en el continente.
El rasgo común se encuentra en las psicologías individualistas, estatalistas, propietarias y pequeñoburguesas de la avanzada madurez imperialista. Ante la mutación de época del declive atlántico y la inmigración de fuerzas jóvenes, la percepción de una amenaza a las ventajas adquiridas, los patrimonios, la propiedad, la identidad, desata en las viejas potencias «las pasiones más ardientes, más apasionadas. más mezquinas y más odiosas del corazón humano. las Furias del interés privado». de las que Marx habla en el Prefacio de El Capital.
Para la democracia imperialista europea se plantea la cuestión de la conexión con su base de masas. Las oscilaciones de la pequeña burguesía, los estratos intermedios y los asalariados no pueden definir la línea general del gran capital, determinada en última instancia por un ciclo mundial. Pero esas oscilaciones pequeñoburguesas, agudizadas por la crisis de 2008, pueden definir las formas de combate político o ser ,desafiadas en la lucha entre grupos y fracciones. Es la observación de Cervetto en el análisis de los años Setenta, cuando se impuso la línea reformista del gran capital en Italia, pero tuvo que tener en cuenta en sus formas políticas el contraataque pequeñoburgués.
Debido a la necesídad de reconducir las psicologías sociales y el profundo consenso a la prospectiva estratégica de la integración europea, los rasgos sobre la seguridad, soberanistas y hostiles a los inmigrantes son ahora una moneda común en el debate continental. El énfasis está en laEuropa que protege contra los vientos de la globalización, una idea afirmada por Macron como principal motivo de su iniciativa política. Observemos que, en perspectiva, los soberanismos nacionales pueden volverse "solubles" en esta nueva y más correspondiente dimensión de la escisión imperialista, convirtiéndose paradójicamente enfacilitadores; quizás la Europa que protege tendrá encadenados a los soberanistas y a sus perros de presa.
La protección que encarna Europa tiene diferentes caras. Ante todo, la defensa de las fronteras exteriores. En su último discurso ante el Parlamento Europeo sobre el "estado de la Unión", el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, anunció el fortalecimiento en los próximos dos años de la agencia UE Frontex, con 10.000 guardias fronterizos europeos patrullando las fronteras exteriores del espacio Schengen.
Otro ámbito obvio de protección es el de la defensa militar. Con motivo del discurso pronunciado a fines de agosto en la conferencia de los embajadores franceses, Macron dijo que en este terreno el año pasado «hemos avanzado a un ritmo inéditorespecto a los últimos sesenta años». El presidente recuerda «el fortalecimiento de nuestra política de defensa común desde el verano de 2017», ladenom inada PESCO,«la creación de un fondo de defensa para financiar iniciativas concretas, la conclusión de dos acuerdos estratégicos para tanques y cazas de combate entre Alemania y Francia, la conclusión con otros ocho Estados miembros de la iniciativa de intervención europea» propuesta por París en septiembre de 2017. Macron concluye:«Europa nunca había avanzado tan rápido en términos de defensa». Aunque este sigue siendo el" terreno donde la transferencia de soberanía está más atrasada, en las palabras de Macron se indica la dirección tomada por la contraofensiva europea del eje renano.
Nacida tras la guerra mundial, la ideología del europeísmo imperialista se construyó con el mito de superar las guerras y en la imagen del poder benigno de la inclusión y el progreso. Ahora, en las colisiones globales y en los tiempos acelerados de la contienda, el Viejo Continente muestra el semblante rapaz de la guerra, el echo que en los mercados y el cierre detrás de los muros de la fortaleza de Europa.El internacionalismo Proletario y la autonomía de clase política son el único antídoto, la elección crucial para elevar la mirada sobre el mundo.