Diplomacia armada entre Siria y Corea


La secuencia de acciones militares unilaterales de la Administración Trump en Siria y Afganistán, llevadas a cabo durante el encuentro con la presidencia china en el complejo residencial de Mar-a-Lago, Florida, está caracterizada por su valor tanto simbólico como militar. En la lectura de la mayoría de los comentaristas, tanto norteamericanos como internacionales, se trata de «demostraciones de fuerza» o ejercicios de «diplomacia coercitiva»: un recurso limitado y circunscrito a la fuerza militar como instrumento de presión político diplomática, utilizado con el objetivo de la negociación con las demás potencias, tanto regionales como globales; y una restauración, en las diferentes lecturas, de la credibilidad de la potencia estadounidense, puesta en tela de juicio por las decisiones de la Administración Obama.


Cruise políticos 
La Casa Blanca ha subrayado que el ataque ha sido una «represalia proporcionada» al recurso a las armas químicas por parte de aviones de Damasco, contra una aldea en la región de ldlib, el mayor de los cantones suni­tas aparecido con el proceso de división siria. 
La salva de 59 misiles cruise del 6 de abril, señala Charles Krautharnrner, comentarista con­servador del Washington Post, «no modifica de modo decisivo la evolución de la guerra civil», en la que el régimen de Damasco, gracias al apoyo ruso e iraní, «conserva la ventaja militar»; pero indica que ya no tiene las «manos libres». Después de «seis años de pasividad», Estados Unidos habría restablecido unos límites y demostrado que «puede hacerlos respetan». Con la acción «rápida y decidida», sigue Krauthammer, Washington restablece su propia línea roja contra el uso del arma química, que fue evocada por Barack Obama y que no la hizo respetar en agosto de 2013, reafirmando «la apuesta americana tanto en la conducta como en los resultados del conflicto». La advertencia a Assad indicaría el «final de la abdicación americana» con respecto al papel global de potencia. 
Según Le Fígaro, si los cruise son misiles de una única cabeza, su uso en el escenario sirio los ha convertido en equivalentes políticos de misiles MIRV, misiles de cabeza múltiple capaces de dar en el blanco simultáneamente a una multiplicidad de objetivos. El primero es enviar «un aviso calibrado» a Damasco; el segundo al Kremlin, al que se le pide que modere el comportamiento de su cliente sirio. Finalmente, el «jinete interno», donde Trump se acredita como «comandante en jefe decidido». 
Según Le Monde, las modalidades de la intervención recuerdan acciones análogas. Llevadas a cabo, en los años Noventa, por la Administración de Bill Clinton contra Irak, Sudán y Afganistán y un conjunto ampliado de destinatarios, desde Teherán y Pyongyang, hasta Pekín. 

Según el Financia Times se trata de un acto simbólico. «que no empeña a Washington en ninguna línea de acción irreversible». Los To­mahawk, con un alcance de 2.500 km y capacidad convencional y nuclear, son «ya desde 1991 uno de los pilares de la proyección de potencia americana» y representan el «instrumento ideal que se puede utilizar en un espacio aéreo codiciado» sin poner en peligro vidas americanas ni desencadenar, añade el Washington Post, una «gran reacción por parte de Rusia e Irán»...


Negociación ruso-americana 
De hecho, el Pentágono ha comunicado preventivamente a Moscú su decisión de atacar, con la finalidad de evitar golpear al personal militar ruso desplegado en Siria. Lo que equivale a un aviso previo a Damasco, que habría evacuado ampliamente la base. , 
Según Asia Times, la trayectoria de los mi­siles lanzados por dos unidades de la US Navy mar adentro en las costas libanesas habría re­conocido implícitamente la «capacidad disua­soria» del escudo antimisil erigido por Moscú para la protección de la "Siria útil" controlada por Assad. Según el Fígaro, Rusia se ha «man­tenido pasiva» frente a la variante balística de la «diplomacia de las cañoneras» americana, no activando sus propias baterías antiaéreas antimisil.
En la práctica, una respuesta de que ha sido recibido el mensaje americano. Anunciando, sin embargo, la intención de fortalecer los dispositivos defensivos del gobierno de Damasco, Moscú ha querido avisar de que una nueva salva de cruise podría ser recibida con «medidas activas». Subraya el RUSI, centro de estudios del ministerio de Defensa británico, que, aunque limitado, el golpe americano sirve a reducir las demostraciones de fuerza llevadas a cabo por la escuadra naval rusa en el Mediterráneo; la única salva americana ha compensado ampliamente las de los cruise navales rusos desde el comienzo de la intervención en Siria. 
Según Maksim Suchkov, analista del RIAC, organismo ligado al ministerio de Asuntos Exteriores ruso, el ataque le permite a Donald Trump desmarcarse de la imagen de «candidato del Kremlin» que le persigue desde su elección. En el plano internacional sirve para tranquilizar a los aliados, desde Israel y las petromonarquías árabes hasta Turquía. Y reduce la pretensión de Moscú de ser la única protagonista en la región. Finalmente, Suchkov cita la valoración expresada por ámbitos de los servicios de seguridad rusos, según los cuales, en base a su experiencia empresarial, Trurnp negocia solo después de conseguir una posición de fuerza. 
Dicho de otra manera, una acción militar era la condición previa para poder sentarse a la mesa de la negociación siria, fortaleciendo no solo la posición estadounidense, sino también la de los referentes regionales. Turquía aprovecha la ocasión para aflojar el acuerdo con Moscú firmado en el momento de la caída de A lepo en diciembre pasado y vuelve a proponer la solicitud de garantías para el cantón sunita de ldlib. Lo mismo hace Riad. Según Al Hayal, diario cercano a la familia real saudí, los cruise «han restaurado la capacidad americana de tomar decisiones en la arena siria» y han «revitalizado» la alianza anti Assad, fijando las condiciones con respecto a la solución política planteada por el Kremlin a los interlocutores internacionales, a partir de las potencias sunitas. En base a la misma, una «Siria rusa» sería preferible a una con influencia dominante iraní. 

"Súper bomba" en Afganistán 

La coincidencia del ataque en Siria con la cumbre Trump-Xi en Florida y las tensiones en la península coreana determinan un linkage, un vínculo, entre los dos teatros, el de Oriente Medio y el asiático, pasando por el cruce afgano. Aleksandr Lomanov, investigador del Instituto para el Extremo Oriente de Moscú, escribe que la coincidencia cumbre-ataque recuerda el proverbio chino «matar una gallina para asustar al mono». Una invitación a Pekín para que intensifique supresión diplomática obre el pendenciero aliado de Pyongyang. 
Para lo mismo serviría el recurso, en Afganistán. A la llamada "súper bomba": un artefacto convencional de 10 toneladas lanzado el 13 de abril para destruir una base logística del ISIS en las regiones orientales del país. Según la revista The American Interest, «el medio es el mensaje»: el estruendo del artefacto no nuclear más potente del arsenal americano tenía que ser advertido «mucho más allá de los valles afganos» y ser escuchado en Pyongyang.
La detonación, según fuentes rusas, anunciaba previamente la llegada del grupo naval estadounidense a las aguas coreanas, aunque aquí pesa el enigmático contratiempo de la flotilla de los Estados Unidos que durante una semana ha seguido navegando en dirección opuesta, hacia Australia. La "súper bomba", sin embargo, tiene también un valor local, coincidiendo con la apertura de una segunda conferencia regional, organizada por Moscú, sobre la cuestión afgana, con la participación de doce países. Además de Rusia, China, Afganistán. Pakistán, Irán, India y cinco países centro asiáticos, y además un puesto en la mesa ofrecido a Washington. Estados Unidos ha rechazado el ofrecimiento, rechazando tanto la «legitimidad negociadora» rusa como «la asistencia directa» iraní prestada a las milicias talibanes; denunciando a la vez la voluntad de Moscú y Teherán de marginar a las potencias occidentales en la solución del conflicto. 

Apoyo condicionado y cruise virtuales para Tokio
Según American Interest, la "súper bomba" tiene una «dimensión psicológica»: la Administración de George W. Bush, en 2003, evaluó emplearla en la fase inicial de la invasión de Irak; al régimen de Pyongyang le quiere dar a entender la capacidad estadounidense de apuntar a sus bases balísticas y nucleares subterráneas. Se refiere a la panoplia de artefactos anti bunker del arsenal convencional de Washington, a los nucleares y a las armas tácticas de potencia variable. Una llamada implícita al paraguas nuclear ampliado a Corea del Sur y a Japón. 
La posibilidad de un ataque preventivo americano contra Pyongyang suscita, sin embargo, serias inquietudes en Seúl. Los dos candidatos favoritos en las elecciones presidenciales de mayo, Moon Jae-in y Ahn Cheolsoo, se han pronunciado contra una acción unilateral americana sin previa consulta con el gobierno de Seúl y a favor de una concertación de la crisis ampliada a Pekín. JoongAng libo, diario conservador, pide extender dicha consulta también a Tokio.
Japón estaría proporcionando a las fuerzas armadas surcoreanas el acceso a las informaciones reunidas por sus satélites espía. El gobierno de Shinzo Abe ha apoyado el ataque americano a Siria y envía a la marina nipona en apoyo al gmpo naval americano. Coloca en el plato de la balanza militar incluso sus cruise virtuales. El gobierno ha indicado que evaluará con atención las propuestas de la comisión para la seguridad nacional del LDP en relación a la introducción de misiles cruise en el arsenal de las fuerzas armadas. Una medida a la cual, según el almirante Scott Swift, comandante de la flota americana del Pacífico, la «relación militar japonesa americana se adaptaría fácilmente». 
Sin embargo, Japón hace saber que ha pedido la aplicación de las cláusulas suplementarias del tratado de seguridad, que prevén una consulta bilateral acerca de las actividades de las fuerzas americanas en el área, aunque no estén situadas en el archipiélago. En resumidas cuentas, Tokio acompaña la diplomacia coercitiva americana también para frenarla. El temor japonés, observa el periódico Nikkei, es que Estados Unidos pueda no calibrar la presión y acabe por hacer asumir a la crisis coreana una dimensión similar a la de la «crisis del estrecho de Taiwán» de 1996, induciendo a Pekín a contestar con el mismo tono: por ejemplo, enviando a sus submarinos nucleares lanzamisiles a las aguas del Mar de Japón. 

Si el escenario, en el momento en que es­cribimos, es todavía impredecible, a los dirigentes japoneses no se les tiene que haber escapado la decisión china, para nada publicitada. De situar su portaviones muy cerca de la península coreana. Formalmente para realizar ejercicios. Sin embargo, según subraya la agencia Reuters. El movimiento chino sirve para recordar a Washington la neta, «oposición a cualquier acción militar» en el umbral de su propia casa.