Francia presiona a favor de un ejército europeo; andando con pies de plomo también Alemania se mueve en la misma dirección. Berlín, además, querría un Consejo de Seguridad de la Unión, y la posibilidad de tomar las decisiones de política exterior por mayoría. Autonomía estratégica de la UE y sobenmía europea, las banderas ondeando desde París, sin embargo no significan una ruptura con América, sino un pilar europeo dentro de la OTAN. Solo de esta manera una política exterior y de defensa común puede ser aceptada por los demás Estados de la Unión, superando las sospechas de los polacos pero también los temores de los alemanes, que quieren reequilibrar pero no comprometer la relación atlántica. Sin embargo aún así Washington ha confirmado la histórica intolerancia por los organismos del Viejo Continente; Donald Trump ha añadido únicamente su estilo de demagogo televisivo y de social media, compuesto por desprecios e insultos para captar la atención.
También para la federación del euro París tiene sus propuestas. Ha obtenido el consenso de Berlín para un presupuesto común, pero no está claro, dicen con malicia los ingleses, hasta qué punto el acuerdo sea una tapadera que oculta el estancamiento sobre capítulos de mayor peso, como el seguroo común sobre los depósitos bancarios. Por su parte, Londres no sabe cómo librarse del berenjenal del Brexit: de hecho, el compromiso con Bruselas mantendría la unión aduanera a tiempo indefinido; no sabemos si el gobierno de Theresa May soportará el revés.
Durante la evolución convulsa del nuevo ciclo político en Europa existe un hecho cierto: el eje entre Francia y Alemania sigue siendo el dintel del imperialismo europeo, y las oscilaciones internas no parecen haber bloqueado la contrafensiva política renana. Por esto es todavía más arriesgado, en Roma, el chantaje del gobierno Lega Cinco estrellas, que cree poder sumarle a débito los empujes propietarios a la impunidad fiscal para el Norte y la asistencia estatalista para el Sur. Los trabajadores tienen que rechazar la demagogia de su política, un espectáculo permanente estudiado para impedir cualquier reflexión: con sus pequeños Trump de imitación, hoy nos endilgan sus fanfarronadas soberanistas. La clase dominante organiza sus poderes a escala europea. Para combatirla, pensar europeo es indispensable.
Francia ha llegado al tercer tiempo de la reestructuración europea. El primero fue marcado en 2017 por la reforma del código del trabajo, con medidas dirigidas a ampliar la contratación empresarial, reducir para los empresarios los costes y los vínculos para los despidos, fusionar las diferentes estructuras representativas empresariales.
El segundo tiempo ha sido marcado en la primera mitad de 2018 por la controversia de los trabajadores ferroviarios de SNCF, que ha establecido, con la derrota sindical, la superación del estatuto de los cheminots para los nuevos contratados, con la pérdida de los "derechos adquiridos" en el precedente ciclo estatalista sobre horarios, sueldos y seguridad social.
Tercer tiempo en Francia de reestructuración europea
Ahora comienza el tercer tiempo, llamado ''reforma del Estado". El primer ministro Édouard Philippe lo ha definido «una de las grandes construcciones del quinquenio», también dramatizando el desafio: «el Estado puede colapsarse, ya ocurrió en I 940» (le Monde, 1 de noviembre). El mismo periódico habla sobre una «hazaña de Sísifo», recordando que todos los presidentes lo han intentado, aunque luego se bloquearon a mitad de camino, por lo complejo del asunto.
Dos son los puntos básicos anunciados por el ministro Gérald Darmanin. Aquí también en el centro está la reducción de peso del estatuto de la función pública, que regula la carrera del funcionario dentro de un sistema de empleo básicamente de por vida: entonces, se trata de acelerar el paso a la contratación, vinculando los sueldos individuales al mérito. Ya hoy en día esta forn1a se refiere a una quinta parte de los dependientes, y el objetivo es extenderla sobre todo a los funcionarios estatales.
Se trata luego de reducir el número de los trabajadores totales, teniendo como objetivo 120 mil salidas de aquí a 2022, voluntarias e incentivadas: 50 mil del empleo estatal y 70 mil de los entes territoriales.
¿Morder las carnes del estatalismo?
De todos modos, son unas acciones que en cierta medida querrían morder las carnes del estatalismo francés, que tiene un peso considerable (son unos 5,5 millones los trabajadores públicos): por lo tanto, son medidas algo dolorosas. Con más razón si, como anuncia le Figaro del 30 de octubre, en el lote habrá también un aumento del horario de trabajo, que en muchos casos hoy es inferior a las 35 horas establecidas por la ley. Pero las primeras acciones del gobierno son prudentes: por ejemplo, en el frente de los puestos suprimidos, en 2018 no han sido más de 1.600 y solo otros 4.500 están previstos en 2019.
Ahora bien, las reacciones de todos los sindicatos han sido negativas, también considerando que ;1 6 de diciembre están programadas las elecciones profesionales en el sector público, las que definen la representatividad de cada sindicato. Según los datos proporcionados por el Ministerio de Trabajo, la sindicalización en la Administración está disminuyendo: ha bajado a un 19, 1 %, es decir O, 7 puntos menos que en 2013, un descenso concentrado sobre todo entre los jóvenes (-1,8 puntos entre los treinteañeros). El sector privado está aún peor, con un porcentaje de sindicalización de un 8,4% (Les Echos, 12 de octubre).
Hay otros frentes abiertos en Francia, comenzando por las nuevas normas para el subsidio de desempleo, con el objetivo de reducir la deuda acumulada por el ente correspondiente, que hoy ha llegado a 35 mil millones; se espera un proyecto de ley para la primavera verano de 2019. Luego, las pensiones, con la perspectiva de un aumento de la edad de la jubilación de 62 a 63 años, con penalizaciones para los que dejen el trabajo antes y premios para los que, en cambio, lo prolonguen. Un paso tras otro, la reestructuración europea está destinada a avanzar también en Francia.
Socialimperialismo alemán
En Alemania se recuerda el centenario del pacto Stinnes Legien. Con ese acuerdo, firmado el 15 de noviembre de 1918, poco después de que acabara la guerra, el jefe de los industriales y el del sindicato se proponían salvaguardar el orden existente, en una epóca «de tumultos y de confusión» marcada por «huelgas incontroladas». La Sozialpartnerschafi, al reconocer a los sindicatos y al introducir los convenios colectivos, cumplía perfectamente con su papel socralimperialista.
Recordar este aniversario hoy, en una situación social totalmente diferente, tiene para los empresarios y los sindicatos alemanes el significado de relanzar el modelo de la economía social de mercado. Especialmente, el vínculo contractual: hoy, en Alemania solo un trabajador de cada siete está afiliado al sindicato y solo uno de cada dos trabaja con un convenio colectivo; también entre los patrones disminuye la cuota de los que forman parte de una asociación y por lo tanto están obligados a respetar los convenios (Handelsblatt, 17 de octubre).
Para evitarlo, Ingo Kramer, presidente de la asociación empresarial BOA, sugiere introducir convenios flexibles, con «cláusulas de apertura», esto es, derogaciones que se decidan en la empresa, no solo para los horarios,.sino también para los salarios. Reiner Hoffmann, presidente del sindicato DGB, en cambio, propone ventajas salariales y de horario para los trabajadores afiliados al sindicato y exenciones fiscales para las empresas que firman convenios.
Competencia por la mano de obra cualificada
Es interesante ver cómo los sindicatos motivan esta petición. Martín Franzen, del instituto HSI cercano a los sindicatos, argumenta que también el patrón obtendría una ventaja en las contrataciones si sus trabajadores afiliados al sindicato ganaran más: «en especial para la buscada mano de obra cualificada sería un buen argumento» (Handels blatt, 23 de octubre).
El tema de la competencia por una mano de obra que ya se sabe escasa mueve en Alemania también las reivindicaciones contractuales. IG BCE, sindicato que representa a los 580.000 trabajadores químicos y de la energía, pide un aumento de los salarios del 6% y duplicar la paga extra, pero también introduce, tomándola prestada del convenio de los metalúrgicos, la posibilidad para el trabajador de cambiar el aumento de la paga extra con más días libres. También los sindicatos EVG y GOL, que representan a los 160.000 trabajadores ferroviarios de Deutsche Bahn en Alemania, piden aumentos del 7,5% y mayor flexibilidad de horario. Aquí ya es operativa la posibilidad de elegir entre el salario y la reducción del horario, y casi el 60% ha elegido el horario.
En ambos casos los empresarios destacan la dificultad en cubrir las horas que faltan con nuevas contrataciones en las situaciones de básica saturación del mercado de trabajo alemán; sin embargo, también hay voces diferentes. Sigrid Heudorf, directora de recursos humanos en Deutsche Bahn, admite que «en el reclutamiento del personal el modelo de la elección [ entre salario y horario] nos ha ayudado mucho, es una ventaja competitiva que tenemos en el mercado de trabajo», porque la opción de tener más vacaciones atrae a muchos.
Reivindicaciones europeas
Un mercado de trabajo continental es la base sobre la cual actuar para luchas europeas. La constitución de "campeones" de la industria continental es un aliciente más. En esta dirección se mueven la FIOM de la Fincantieri de GénovaSestri y la CGT francesa de SaintNazairc con un anuncio conjunto: «La adquisición por parte de Fincantieri de los Chantiers de I Atlanlique de Saint nazaire (ex STX France), en marcha desde hace Farios meses, ha originado numerosos debates. [pero] el punto de vista del trabajo asalariado es ignorado completamente».
Por esta razón los representantes sindicales de las dos realidades han «examinado juntos los salarios con la perspectiva. en el futuro. de coordinar nuestras peticiones». A los pasos hacia adelante de la reestructuración europea le corresponde un paso en la dirección de reivindicaciones europeas de los asalariados.