Crónicas de la Ruta de la seda

"Casi alianza" china en el Golfo Pérsico

Según Anthony Cordesman del CSIS de Washington, a finales de marzo China ha realizado un importante golpe estratégico en el Golfo Pérsico. El acuerdo de veinticinco años firmado en Teherán, durante la gira por Oriente Medio del ministro de Asuntos Exteriores chino Wang Yi, inyectaría 400 mil millones de dólares de inversiones chinas en Irán, a cambio de suministros petrolíferos baratos, pero los detalles son secretos: «Aunque si el acuerdo no tuviera una repercusión militar inmediata señala Cordesman representa un cambio importante en las actitudes estratégicas y sienta las bases de esta cooperación en el futuro. Como mínimo, proporciona a China un nuevo gran impulso estratégico en la región del Golfo, es decir, un área que controla el 20% de la oferta petrolífera mundial, la más crítica para los importadores asiáticos. Ningún Estado del Golfo, o potencia externa, puede ahora ignorar el creciente papel chino en el Golfo o uurar a Olina SÜI considerar el riesgo que expanda sus vínculos militares con Irán». Ninguna potencia, en otros términos, podría ignorar el desafío del Dragón a la doctrina Carter. 

Viraje en la arteria petrolífera 

El exembajador chino en Irán, Hua Liming del Instituto Chongyang de Pekín, comenta en este sentido el «punto de inflexión en las relaciones de China con Irán y la región». Hua recuerda al South China Morning Post que Pekín siempre ha prestado gran atención a la sensibilidad estadounidense y ha evitado acercarse demasiado a Teherán, después de la instauración de las relaciones oficiales entre Washington y Pekín en 1979: «Desde la administración Carter, Estados Unidos ha recordado a menudo a China que las relaciones con Irán se consideraban un impedimento para las relaciones chino-americanas. Pero los cambios fundamentales en las relaciones entre China y Estados Unidos de los últimos meses, esa era terminó». La entrada de China en el Golfo, como importador neto de petróleo en realidad se remonta a los años Noventa, y es el reflejo en los flujos petrolíferos del despegue imperialista chino que cambiará las relaciones de fuerza radicalmente. 
Según los mapas históricos de British Petroleum, en 1952 más del 70% del petróleo del golfo Pérsico transportado por mar iba a Europa y el 10% a Asia. La Review de 1973, unos años antes de que se formulara la doctrina Carter, delineó otros destinos: el 57% del petróleo árabe iba a Europa Occidental, pero ya el 14% a Japón y el 16% al resto del hemisferio oriental. Por lo tanto, según nuestro análisis, tanto la arteria petrolífera como la garantía americana sobre ella eran pluridimensionales- En 2019 los destinos se invierten: el 11% en Europa y el 78% en Asia. El motor desigual del desarrollo pone a prueba todas las doctrinas. 
China recibe el 24% del petróleo del golfo, India y Japón el 14% cada uno. Tokio compra principalmente petróleo saudí y de los Emiratos, Nueva Delhi sobre todo saudí e iraquí. No obstante, las sanciones, los suministros chinos tendrían tres pilares: Arabia Saudí, Irak e Irán. 

¿Potencial doctrina Carter china?
 
El Financiad Times define el acuerdo chinoiraní una «asociación estratégica de veinticinco años» que «activará las alarmas en la Casa Blanca y el Pentágono». Pero el periódico de la City, ahora de propiedad nipona, va aún más lejos: dice que China había intentado «reducir su dependencia de las rutas estratégicas del golfo y Sudeste Asiático, que la US Navy podía bloquear a su antojo», pero en los últimos años con la Ruta de la Seda.la estrategia china cambiaría. «Con la inversión civil y militar en estructuras y puertos a través de Oriente Medio, Pekín no solo quiere reducir el control americano sobre los suministros energéticos chinos en caso de conflicto, sino que también parece que quiere tener la capacidad de cortar esos suministros a los aliados americanos en Asia, si alguna vez se llega a ese punto». 
Proyectado en el golfo por la búsqueda de garantías sobre su petróleo, el Dragón sería capaz de condicionar el equilibrio asiático, mediante el petróleo, aunque en ausencia de un conflicto. Observamos que el programa de expansión naval chino sitúa esa perspectiva en los próximos quince años, cuando China adquiriría, en el golfo y rutas, un impulso estratégico crucial frente a Asia; pero también sería capaz de ofrecerse como garante o coga­rante de esas mismas rutas. Ninguna potencia, incluida Estados Unidos, podría ignorar tal amenaza tanto como tal oferta, o sea una especie de doctrina Carter china, que refleja la americana. 
En el Global Times, el embajador iraní en China, Mohammad Keshavarz-Zadeh, no desmiente que el acuerdo chinoiraní implique en realidad una cooperación militar para proteger la «paz» regional y la «libertad de navegación y comercio en las aguas tradicionales». Pero las líneas de proyección militar tan explícitas hacia la arteria petrolífera, aunque presentes en China, no parecen ser en este momento el baricentro del debate chino. El mismo Financial Times recoge las reservas de los «altos rangos» chinos según los cuales «esta postura podría desencadenar el conflicto con EE.UU. antes que China pueda vencerlo». 

La abstención de las "alianzas"

Y an Xuetong, rector del Instituto de Relaciones Internacionales de la Tsinghua, reconstruye en Leadership and the rise of great powers (2019) cuatro componentes de la política exterior china. Habría una línea «inactiva», que tiende a evitar los dilemas de la potencia ascendente en la dilación, redimensiona las ambiciones para reducir las tensiones, y llega a negarse a sí misma. Habría sido la linea de Hu Jintao. 
Yan critica también la línea «conservadora» que sigue «la doctrina del determinismo económico», define la economía como fundamento de la potencia y el interés económico como interés nacional primario. «Considerando el dilema ascendente radicado en el confiicto económico con otros Estados, estos conservadores optan por reducir la presión internacional expandiendo las relaciones económicas», lo que puede «reducir temporalmente las tensiones». En cambio, el autor se inclina por la línea «proactiva» que quiere ampliar la fuerza internacional de China haciendo algunas «alianzas», pero no sería predominante entre las corrientes chinas. 
Aunque China es ahora «,ascendente», escribe Yan, «ninguno de sus políticos ha mostrado una voluntad de adoptar la estrategia de las alianzas». Esto se debería a la persistencia del «no alineamiento» chino, un producto del anterior orden bipolar que «demoniza» las alianzas pero que daña hoy «credi­bilidad estratégica» de China. Por el momento, Pekín se abstiene de alianzas que implicarían un «cierto riesgo de guerra» e intensificarían los conflictos «estructurales» con EE.UU. 
En cuanto a una línea «agresiva» de expansión militar, se limitaría a «algunos oficiales militares chinos que están sosteniendo la adopción de la estrategia de expansión militar para con­seguir el renacimiento nacional chino, invocando las guerras agresivas que las potencias occidentales históricamente han conducido como el único enfoque viable». 

La línea de las casi alianzas 

Liu Feng, vicepresidente del Departa­mento de Relaciones Internacionales de la Universidad Nankai de Tianjin, escribe en Política de las alianzas (Beijing, 2018) que «la discusión en China sobre la necesidad o no de formar alianzas es particularmente acalorada». Este autor es indicado por Yan Xuetong entre los académicos que sostienen la variante «proactiva» de las alianzas, pero la suya es más bien un amplio examen de las posiciones chinas. Resumiendo, entre las corrientes políticas que impugnan el «no alineamiento» y aquellas en posicio­nes más avanzadas, hay una una línea intermedia de «casi alianzas o alianzas mórbidas». Formalmente, la «política exterior pacífica» de China se distingue de la «política tradicional de las alianzas» de las viejas potencias, pero en China hay también quien observa que las «alianzas» construidas por Xi Jinping y Wang Yi en estos años « de hecho constituyen algunas alianzas». Conviene prestar atención a estos matices. 
Para Sun Degang, especialista de Oriente Medio en la Fudan de Shanghái, «el acuerdo chino-iraní es una elección estratégica, realizada con una perspectiva global». Sun sostiene que China de­bería formar« alianzas casi selectivas», para enfrentar la actual fase de cambio donde «las fronteras entre enemigos y amigos se esfuman cada vez más». El núcleo de dicha estrategia sería «man­tener la ambigüedad estratégica y una mayor flexibilidad diplomática». 

Abandono del bajo perfil en el Golfo 

Las referencias de Sun Degang en La diplomazia delle quasi alleanze (Bei­jing, 2012) son la «política de equilibrio del poder» de Gran Bretaña, el «complejo sistema de alianzas continentales» de Bismarck y la renuencia del ascendente Estados Unidos a alianzas que lo «habrían atrapado en las infinitas controversias del continente europeo». También este autor reordena las posiciones chinas en cuatro variantes: una asiática centrada en Japón, un «nuevo frente unido» con Brasil, Rusia e India, o la prioridad para las relaciones con EE.UU. Aquí nos interesa la corriente china que considera a los países árabes-islámicos, en conflicto de intereses y valores con Occidente, «los aliados naturales de China». 
Se trataría de ofrecer a las potencias regionales del Golfo unas «casi alianzas» del tipo «relación de cuarenta años entre China y Pakistán», o en todo caso relaciones adaptas a una fase más dinámica de "recombinación" de las relaciones de fuerza multipolares. China, escribe Sun en otra intervención posterior, considera al Golfo un «asset crucial para promover su status de potencia mundial» y desde 2013 ha establecido «partnership estratégicas generales» con Irán, Arabia Saudí y los Emiratos; «partnership estratégicas» con Irak, Kuwait, Omán y Qatar; y una «relación cooperativa estratégica» con Turquía. 
Pekín «ve negativamente las prácticas occidentales de la política de las alianzas, las esferas de infliuencia y las sanciones económicas» e intenta evitar «las competencias directas para el control del Golfo con las potencias establecidas como la UE, Rusia y EE.UU.». Sin embargo, el defensor de las "casi alianzas" admite, «China no cree que pueda mantener su bajo perfil en la región por mucho más tiempo». 
A veces un debate académico anti­cipa posibles líneas políticas, captadas en las relaciones de potencia. Pero un acuerdo de veinticinco años entre China e Irán ya es un hecho: el compromiso estratégico chino en un área en la que hasta ahora se había mostrado reacio a exponerse.

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